lunes, 20 de julio de 2020

El siguiente trienio.


A todos nos queda claro que las predicciones son la herramienta que tiene la vida para darnos la oportunidad de hacer el ridículo, ya que unas son las cosa que uno predice y otras las que acaecen. La vida es oblicua y la mente, lineal. Poco es lo que alcanzamos a ver y poco lo que podemos prever.

Las predicciones se rigen por dos leyes…
Primera ley: por cada predicción que se haga, hay otra opuesta.
Segunda ley: ambas están equivocadas. 

Es muy poco lo que sabemos del COVID y lo poco que se ha ido descubriendo es desalentador. Uno de los datos es que el virus muta en un intervalo que oscila entre dos y tres semanas, de tal suerte que al paso del tiempo (tres meses) el virus guarda una ligera similitud con el original, lo que complica aún más el proceso de la vacuna.

Una vacuna necesita dieciocho meses de pruebas científicas para constatar que produce inmunidad en los individuos, cosa que hasta el día de hoy no se ha podido corroborar. Por otro lado, es importante considerar que las pruebas logradas hasta este momento generan una inmunidad que oscila entre los sesenta y noventa días, razón por la que los sujetos de prueba experimentan recaídas.

Del cien por cien de personas que han padecido el virus y que han logrado salir adelante, solo el 5% desarrolla inmunidad, sin embargo, es una inmunidad parcial, ya que, al exponerse de nuevo a entornos con alta carga viral, contraen el virus en un lapso no mayor a 90 días, por lo que se estima que la inmunidad de rebaño es algo que se va a lograr en un estadio de tiempo de dos a tres años.

Los resultados demuestran que entre más expuesta este una persona a la carga viral, mayores posibilidades tendrá de contagio, por el contrario, si la persona se queda en casa, cuida de que esta esté ventilada, se lava las manos después de tomar algún objeto, usa cubre bocas, guarda la distancia cuando sale de casa y evita lugares concurridos y poco ventilados, la probabilidad de contagio disminuye.

En artículos anteriores hemos explicado que no hay nada más peligroso que la esperanza, ya que esta, las más de las veces, nos lleva a esperar lo inesperable.

Los hombres de ciencia, objetivamente subjetivos, están trabajando intensa e inteligentemente para buscar una solución al problema del COVID, no obstante, muchos de ellos tienen la esperanza de que al paso del tiempo las mutaciones vayan debilitando la carga viral, haciendo que el COVID se comporte como algo estacional, tal como hoy lo es la gripa y la influenza.

Permítame una pequeña disgregación…
Para darnos una idea de los alcances en tiempo de lo que esto pudiera llevar, y cómo es que la exposición al virus es desconocida, tome en cuenta que si usted se encuentra en su oficina (era pre-COVID) y alguna persona llegaba estornudando o tosiendo (obvio, sin cubre bocas) y con datos francos de GRIPE, se le mandaba a su casa para evitar el contagio del demás personal; siendo una medida muy sana.

Hoy las personas transportan el virus de un lado a otro sin siquiera presentar síntomas, ni caer enfermos. Al no sentir malestar, se dan por hecho sanos y pueden andar en cualquier sitio.
Ahí radica el peligro de diseminación de este virus, el cual se transmite de manera silenciosa y sin anunciarse.

Retómenos el tema…
Los hombres de ciencia no están dejando de investigar, todo lo contrario, están trabajando arduamente en la búsqueda de una solución, pero el COVID es tan complejo que están ciertos de que encontrar una posible cura que atenúe la gravedad de este, les va a ocupar de dos a tres años, que es la misma ventana de tiempo en el que se estima que el virus pierda parte de su fuerza viral.

Este virus, a diferencia de otros, ha mostrado un comportamiento diferente, el cual circunscribiré a dos variables:
Primera. Se han probado a nivel mundial un sin número de sustancias tratando de conseguir un efecto que se pueda reproducir a nivel global, sin lograr hasta este momento algo concreto. 
Segunda y más preocupante es que este virus se ha ensañado a nivel mundial con el personal de salud, personas que, al salvarnos la vida, pierden la suya.

Es importante anotar que lo aquí enunciado está circunscrito a los descubrimientos y avances que se han logrado hasta el día de hoy, por lo que esto puede cambiar en función de los logros que se vayan obteniendo, no obstante, nuestra responsabilidad es ver lo que los demás no ven, prever lo que pueda acontecer y proveer las herramientas y planes de contingencia que nos ayuden a minimizar riesgos y capitalizar las oportunidades.

La información arriba mencionada nos permite construir los posibles escenarios a los que nos vamos a enfrentar en los ámbitos de la salud, del empleo, de la economía, de lo político y de lo social. En el artículo previo a este (Elecciones en Estados Unidos) hablamos un poco de esos escenarios, por lo no es prudente repetir, pero obviamente lo que se ve venir es una lenta, muy lenta recuperación de la economía.

Conclusión.
Se dice que la diferencia entre un optimista y un pesimista es que este último es un optimista bien informado. Comento esto debido a que no deja de azorarme el hecho de que el pensamiento ilógico (si a eso le podemos llamar pensamiento) sea la norma en esta pandemia.

Antropológicamente no estamos hechos para la realidad. Tan no estamos hechos para ella que solo nos acercamos a la realidad cuando no tenemos otra opción, sin embargo, lo que impera en este caso es un “no querer” darse cuenta de que las acciones más básicas, simples y sencillas son las que finalmente nos llevarán a sortear la crisis sanitaria que vivimos.

En el caso de México el personal de salud esta rebasado. La carga de trabajo es agobiante y no cuentan con el respaldo de las autoridades ni con el equipo necesario para protegerse y atender a los pacientes, amén de que día a día llega más gente de la que pueden atender.

Es menester mantenernos alertas y observar lo que los hechos nos dicen. El COVID no es un “enemigo” sencillo ni mucho menos fácil…, proviene de la naturaleza. Y si algo nos ha demostrado esta es que tiende a regularse a sí misma.

En otras palabras, a la naturaleza no le interesa ni le importa si se tarda un día, un año, una década o un siglo para hacer lo que tiene que hacer… Ella tiene lo único que nosotros no tenemos: tiempo.

Recuerde por favor que todas las predicciones que los expertos hicieron los dos primeros meses de la pandemia han sido aparatosamente superadas. Analicemos lo que los expertos dicen, pero no lo demos por sentado. Nos corresponde cuidarnos, cuidar a los nuestros, esperar lo mejor, pero sin dejar de estar preparados para lo peor…

El siguiente trienio no se ve bien… Predicción que espero la vida me refute en breve, lo cual, huelga decirlo, me dará mucho gusto.

Nos leemos en el siguiente artículo.

Artículo escrito en colaboración con el Dr. Rodríguez, cofrade de la Abstracción.

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