martes, 31 de enero de 2017

Salir de una depresión...

Recién platique con una amiga, la cual me comento que un primo de ella estaba inmerso en una depresión, y que si bien había visto a un buen número de psiquiatras, ninguno de ellos lo había podido sacar de la misma.

No dudo de las palabras de mi amiga, pero obviamente hay algo que no corresponde a la realidad. Su primo no está en una depresión, ya que los psiquiatras lo hubiesen sacado sin problema alguno.

Lo que su primo padece es una frustración que lo tiene postrado sobre sus glúteos, inmerso en un constante ejercicio de auto conmiseración, en lugar de pensar y diseñar alternativas de acción que le ayuden a salir adelante.

Obviamente que no las piensa no porque no quiera hacerlo, sino porque no sabe cómo hacerlo, amén de que en medio de la frustración es muy difícil ver más allá de la inmediatez del problema.    

Mi amiga, siempre atenta a los suyos, me lo comento como buscando una opción más de las muchas que pueden tomar. La escuche con atención. Me dio los pormenores de la supuesta depresión, así como las causas de la misma.

Lo primero que le hice ver es que los síntomas que describía eran obsecuentes a los de una persona frustrada, y que si bien es cierto que yo no había visto a su primo como para emitir un juicio de opinión, que lo que si podía hacer es educir, por el contenido de sus palabras, que lo que su primo tenía era una frustración galopante ante el estéril resultado de sus emprendimientos, tanto en el ámbito del ser como del hacer. Y que todos, de una forma u otra, nos hemos enfrentado ese tipo de descalabros, en donde el resultado no corresponde al esfuerzo.

Origen de la frustración.
Toda persona, pareja o proyecto, tiene un resultado natural, no más, si menos, al de su propia capacidad.

La frustración deviene del hecho de inyectarle a una persona, pareja o proyecto más de lo que su capacidad natural es.

Ejemplificaré esto con uno objeto y luego con un sujeto.
Si usted toma un envase de un litro, y se afana en meter en él un litro y medio, descubrirá que su frustración será directamente proporcional al esfuerzo adicional que aplico en el envase.

La realidad es que por mucho que usted haga, el envase solo le podrá dar cabida a un litro. Lo demás no solo es inútil, sino que le acarreará una frustración proporcional al esfuerzo adicional que aplico en él proyecto.

Esto, aplicado a los seres humanos, es mucho más difícil de medir, ya que: ¿cómo mide uno la capacidad natural del otro? Sobre todo cuando la vida nos ha demostrado que no hay límites… Siempre se puede llegar más arriba y siempre nos podemos hundir más y más, hasta que en apariencia nos sea imposible salir del abismo en el que estamos.

No obstante la realidad es que la historia de una persona nos puede ayudar a educir los límites visibles que esta tiene, ya que sus límites se han mostrado como una constante en el devenir de su vida, por lo que no nos va a ser difícil hacer un estimado de lo que inercialmente pueda llegar a hacer.

Veamos algunos ejemplos.
Horacio es un relacionista público que gusta de estar en las esferas del poder. Nunca ha ocupado un puesto de poder, pero siempre se le ha visto al lado de los hombres de poder, ya sea sirviendo los refrescos, arreglando las salas de juntas, acomodando las sillas, recibiendo a los invitados y atendiéndolos para que todo salga bien.

¿Su recompensa? Que todos lo vean alrededor de los poderosos, aun cuando él mismo carece de poder. Recuerde usted que si el que sirve, sirviera, no sirviera… Tendría gente a su servicio, pero no estaría sirviendo él.

Horacio vive rodeándose de gente que cree que si tiene poder. Gente a la que le muestra fotografías con los hombres de poder, en donde esta con su familia y la de ellos. Enfrente de sus asociados le llama vía teléfono a algún hombre de poder, el cual ocasionalmente le toma la llamada o se la regresa para pedirle que le dé seguimiento a uno de sus pendientes. Lo que hace que sus asociados crean que tiene poder.

Horacio siempre está lleno de proyectos que lo van a hacer millonario y junto con él a los que invierten en él. Lo conocí porque me visito en mis oficinas para presentarme un proyecto que tenía tanta oportunidad de llevarse a cabo, como yo de ser canonizado por el Vaticano.  

Uno de sus asociados le sugirió a Horacio que me vinieran a ver, ya que el tamaño del proyecto los obligaba a buscar un fondo de inversión y no un banco.

Los recibí en la fecha convenida. Horacio se presentó a sí mismo. Me hablo maravillas de él y me mostró, como no, fotografías en las que se le veía acompañado de un ex presidente de su país, mientras que en otras salía acompañado por el actual presidente. Y una más donde su familia estaba cenando con la familia del actual líder del partido en el poder.

Como ustedes saben, si alguien se ve en la necesidad de demostrar sus relaciones y contactos, es porque no los tiene. No obstante lo escuche con atención. Recibí el proyecto y lo archive en el cajón de rarezas y extrañezas.

Horacio me proponía que financiera la construcción de un complejo turístico en tierras de su propiedad. Tierras que por supuesto no eran de él, amén de que las tierras que me presento estaban abajo del mar.

Tiempo después viaje a México y comí con la persona que me presento a Horacio. Le pregunte qué cómo iban y me dijo que muy bien. Que ya traían otros proyectos y que estaba seguro de que alguno de ellos iba a cristalizar.  

Le comenté que yo pensaba que ninguno tenía factibilidad y que estaba perdiendo su dinero y su tiempo con él. Que Horacio vivía de gente como él, gente que le financiaban sus gastos y caprichos en aras de algo que no tenía posibilidad.

La persona se molestó conmigo y nos distanciamos un tiempo. Tres años después coincidimos en un evento en la ciudad de México. De inmediato me abordo y me comento que Horacio era un fraude y que nada de lo que les había dicho era cierto.

Le pregunte que cuantos años trabajo con él. Me contesto que cuatro. Le pregunté que cuales habían sido los resultados del primero, segundo y demás años. Su respuesta fue contundente. Nunca hubo resultados. Por lo que volví a preguntar: ¿Si nunca viste resultados, qué te hizo creer que los iba a ver? ¿Y qué fue lo que te llevo a alejarte de él?

Me comento que se alejó de él, cuando Horacio logro cerrar un pequeño negocio en el que no le compartió nada. Que justo en ese momento fue cuando vio lo que todos habían visto, menos él.

En este caso, la constante de Horacio ha sido una sola: lograr que otros le paguen sus fantasías. Porque entonces habría que creer que iba lograr lo que nunca en su historia logro.

Otro ejemplo es el de Fernando, el primo de mi amiga.
Fernando fue un junior toda su vida. Su habilidad social era extraordinaria. Era un sibarita que gustaba de atender a sus invitados con la elegancia y majestuosidad de su estrato social. Y así continuo hasta que los negocios se fueron a pique, terminando en una ruina por demás onerosa. Al grado de que en ocasiones se le complica cumplir con lo más elemental, como es el pago de servicios y despensa.

Fernando se quedó al frente del único negocio que conservo su familia. Y con el negocio la responsabilidad de mantener a sus padres, hermanos, sobrinos y demás parientes. Amén, claro está, de su esposa e hijos.

Ninguno de los hermanos de Fernando se vio en la necesidad de trabajar. Nacieron con todo resuelto y pensaron que iba a ser para siempre. Así, cuando la mala administración y los cambios de hábitos del consumo hicieron que los negocios quebrarán, descubrieron que ninguno de ellos se podía mantener por sí mismo.  

Cómo bien pueden imaginar, no hay negocio que subsista así. Todo negocio requiere que se invierta en él, amén del capital de trabajo que se requiere para operar, de lo contrario perderá capacidad operativa y con ella la capacidad de servir a sus clientes. El fin es previsible.

Para no hacer esto más largo comentaré que Fernando termino como empleado del negocio con un sueldo acorde a su función, vendiendo la titularidad del negocio a un amigo de la infancia que se asocio con él, pero que lo defenestro hasta dejarlo como gerente en la nómina del negocio.

Fernando está inmerso en una serie de actos repetitivos que le sirven de refugio ante la incertidumbre del vivir. Actos que no le van a servir para cambiar el sino de las cosas, sino todo lo contrario.

Actos; Hábitos, Costumbre.
En la vida siembras actos y cosechas hábitos...
Siembras hábitos y cosechas costumbres...
Y la costumbre siempre se convierte en una segunda forma de ser.

Así, lo mejor para salir de una tristeza derivada de una suma de actos fallidos en el combes del hacer o del ser, es sembrar nuevos actos. Actos que a fuerza de repetición se conviertan en hábitos y estos en costumbre.

Antes de describir esto a detalle, es menester aclarar que una cosa es la tristeza que deviene de una suma de actos fallidos en el hacer, que la tristeza que emana de una suma de actos fallidos del ser.

Los actos fallidos del ser, sobre todo los que tienen que ver con los seres que amamos, demandan de una nueva siembra de actos y de un arduo trabajo de conciliación, en la inteligencia de que no debemos esperar del otro más de lo que históricamente ha dado.

El problema en este rubro es que siempre tendemos a esperar lo inesperable. Lo que al final termina frustrándonos más de lo debido, ya que le brindamos a la persona más tiempo, dedicación y energía que la que ameritaba… No porque la persona no lo valga, sino porque históricamente no hay nada que nos diga que va a dar más de lo que siempre ha dado.

Así pues, en la conciliación hay que definir con la persona a la que se le va a ayudar, no lo que ha fallado, ya que esto es obvio para todos, sino el hasta donde se compromete a llegar, y poner sobre la mesa, basándonos en la historia de sus aciertos, lo que si va a hacer, es decir, lo que esta cierto de lograr. Lo demás será un plus, pero ese plus no nace de nosotros, sino de él mismo.

Podemos luchar contra el mundo entero por la persona que queremos, pero nunca podremos luchar contra ella misma. El querer es intrínseco, no extrínseco

En otras palabras, por más que usted haga por la persona amada, si esta no quiere hacer más de lo que siempre ha hecho, no lo va a hacer. Para él será mejor vivir frustrado con la conmiseración de todos, que hacer lo que tiene que hacer.

Todo acto nuevo es tierra virgen.
Sembrar actos nuevos nos lleva a recorrer caminos inexplorados. Caminos que no conocemos, que nos inspiran miedo y que nos roban la tranquilidad. Lo más fácil es regresar a lo que ya conocemos. A eso que, a sabiendas de que está mal, nos reconforta y tranquiliza.

 Un ludópata, alcohólico o adicto a cualquier otra desviación del ser, va a regresar a ella cuando sienta que no avanza como desea (lo cual pasa todos los días). Obviamente que inculpara a los suyos antes que a él mismo. Los suyos, a ojos de él, serán los que no le entienden, apoyan y quieren como él necesita, razón por la cual no puede salir del abismo en el que se encuentra.

La realidad es que el cambio le cuesta tanto, que el miedo a no lograrlo siempre será mayor que las ganas de lograrlo.

Lo que tenemos que hacer es revisar el resultado histórico de la persona. Esto nos servirá para saber lo que podemos esperar y la energía que debemos aplicar. Modificando está en función de los resultados que la persona vaya obteniendo.

En el caso de Fernando (y de cualquier otra persona) lo mejor es no comprarle su frustración ni consentir su sentir. Todo lo contrario. Lo que debemos hacer es ignorarla y pedirle que nos ayude con una serie de cosas que impliquen para él.., la siembra de actos nuevos. Actos que le será más fácil hacer debido a que son para nosotros, no para él.

Por ejemplo. Si Fernando ha demostrado en el devenir de su vida que no es un hombre de negocios, que no es un administrador, que no sabe usar el dinero, pero que si es un buen relacionista público y un gran promotor de ideas, busquemos la forma de que nos ayude promoviendo nuestro producto, ya sea buscando nuevos clientes o ampliando la cartera de los que ya se tiene.

Si no podemos hacer esto, busquemos dentro de nuestra agenda a esas personas o negocios en los que tenemos gente a la que podamos acudir, para colocar a Fernando ahí donde sus habilidades, en un marco ajeno al de siempre, den mejores resultados.

En otras palabras, podemos brindarle todo el cariño y comprensión que pide, sin embargo la realidad es que no le va a ayudar. El cariño y el apoyo emocional le van a ayudar a ser conmiserativo consigo mismos, creando las justificaciones mentales que le impiden salir de donde está.

Lo correcto es minimizar su aparente depresión, haciendo que nos ayude en lo arriba mencionado, o colocándole con un amigo o contacto donde sus habilidades sean de utilidad.

Es importante entender que un entorno nuevo le va a demandar habilidades y adaptaciones distintas a las de siempre, que son las que al final lo sacarán de la aparente depresión en la que se encuentra.

Tan pronto se descubra útil, cambiará la percepción de sí mismo y de todo lo que le rodea.  

Nos leemos en el siguiente artículo.  

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