viernes, 20 de enero de 2017

Escuchar lo que calla.

El secreto de todo está en el origen.
Todos hemos oído la premisa que dice: “al principio fue el verbo”. Y es cierto, más no con el enfoque escolástico con que nos lo han dicho, ya que la premisa en cuestión no tiene que ver con la religión sino con el ser humano.

Al principio fue el verbo.
La premisa no puede ser más cierta, ya que es ahí, en las palabras que usamos, donde está encerrada la intención de lo que queremos decir, aun cuando no estemos conscientes de esta. El problema de nuestro lenguaje no es el lenguaje en sí, sino el hecho de que no reparamos en él. Nos es tan común y cotidiano que dejamos de verlo como lo que es: la única herramienta que tenemos para nuestro progreso individual y colectivo.

Este no reparar en el lenguaje es lo que ha hecho que aquello que no debiera de ser problema, lo sea. Escuche usted el hablar de los demás. Observara que no solo hemos desvirtuado el uso de las palabras, sino que además hemos tergiversado el significado de las mismas. Esta des-construcción que hemos hecho del lenguaje se debe, entre otras causas, a una exigencia social.

La sociedad ve con muy buenos a ojos a aquel que nunca dice lo que piensa y quiere. Aquel que maquilla su querer y sentir para que este no incordie u ofenda a los demás. Esto nos ha llevado a desvirtuar y tergiversar las palabras, poniendo un velo a las mismas para que estas enuncien lo que queremos, sin que este enunciar sea tan directo y frontal que incomode a los demás.

La sociedad ve con muy malos ojos el que una persona (hombre o mujer) se acerque a otra para decirle abierta y frontalmente que le gusta. Tiene que empezar poco a poco, dejando entrever entre palabra y palabra que siente atracción por ella pero sin declarar abierta y llanamente sus intenciones.

Esta oblicuidad en el decir hace que nos sea más difícil leer las intenciones del otro, no obstante lo cierto es que leer las intenciones del otro es difícil pero no imposible. La intención está ahí… debajo de las palabras. Lo único que hay que hacer es sondear debajo de las mismas para poder llegar a la intención.

Motivación e intención.
Siempre hay en todo decir, una motivación y una intención.

La motivación siempre está en la superficie, la intención en el fondo. La motivación se dice (esos caramelos son muy ricos), la intención se calla (quiero un caramelo).


Cuando la persona manifiesta su motivación espera que el receptor ofrezca la intención:
Esos caramelos son muy ricos. 
¿Quieres uno? 
No. Solo te lo estoy diciendo porque en realidad son muy ricos. 
Anda vamos, compremos uno. Yo invito.

Por supuesto que no es así de simple, y menos conforme se avanza en edad.  El hijo le puede decir al papá un sinfín de bondades sobre determinado automóvil, y si bien es cierto que la intención no cambia (quiere que se lo compren), también lo es que la querencia se torna compleja y difícil de satisfacer. No es lo mismo la querencia o querencias de la infancia que las del adolescente o adultecente, por no hablar la de los adultos y adultos mayores.

La motivación es un decir oblicuo, indirecto. Es un decir que no confirma. Un decir que roza nuestra querencia pero que no la deja ver, por lo menos no abiertamente. Es un boomerang que le lanzamos al otro para que llegue a la persona en cuestión y recoja de ella una respuesta, la cual nos permitirá ver si en ella hay un resquicio de posibilidad o un rotundo rechazo.

Hacemos esto por una ingente necesidad de protegernos, de no abrirnos al otro. Así, si el boomerang regresa con una respuesta negativa podemos disfrazar socialmente nuestro malestar, ya que la forma en que dijimos las cosas fue para no desnudarnos ante el otro, amén de que ante un reclamo nos es dable argüir un mal entendido. En esto precisamente consiste la oblicuidad en el decir.

Si bien es cierto que nuestra oblicua forma de decir las cosas nos salva de muchos descalabros, también lo es el que nos impide leer correctamente las respuestas del emisor cuando estas son positivas, ya que este las emite con una ambigüedad que le permita salvarse ante una negativa nuestra. Esta ambigüedad en el decir las cosas dificulta en mucho la comunicación, sobre todo en el ámbito de las relaciones personales. Cosa que no pasa en los negocios. Ahí la claridad es total, salvo cuando hay intermediarios de por medio.

Regresemos al combes de lo personal. En la elección de pareja, sobre todo en los escarceos iniciales, la comunicación se torna difícil debido a que el miedo de ambos a equivocarse es el suficiente como para no leer correctamente las señales.

Recién me comentaba un amigo que la persona que le interesa le dijo: tengo miedo de que me vayas a hacer daño. El comentario le incómodo y no supo interpretarlo. Sus miedos no le dejaron ver todo lo bueno que esta atrás del comentario, lo que hizo que su inseguridad e incertidumbre se fuera a las nubes. 

Lo felicite por su logro, ya que la mujer amada le había dado un sí que ella aún no llevaba al consciente.

Me pregunto qué cómo podía yo saber que su respuesta era positiva. Le contesté que ni yo ni nadie podía saber eso, que lo único que hice fue educir el significado por lo que la respuesta encierra. Ya que tú no le dices ese tipo de cosas a nadie con quien no te piensas involucrar. Son cosas que le dices solo a esa persona con la que sabes que no te vas a poder dosificar. Se lo dices porque tu instinto te avisa que te vas a entregar a esa persona sin armas y defensas, por lo que tu vulnerabilidad va a ser tal, que no es posible que no salgas lastimado. Es por ello que le dices: tengo miedo de que me hagas daño, aun cuando no estés consiente de porque lo dices.

La realidad es que poco nos escuchamos y mucho menos a los demás, no obstante en el decir de nosotros y de los otros están escondidas nuestras más profundas querencias, solo es menester que le quitemos a las palabras el velo que las cubre para ver con toda claridad lo que está ahí.

Tiempo atrás escuche a un amigo decirle a la que hoy es su esposa la siguiente frase. Frase que le dijo cuando apenas se estaban conociendo. La frase en cuestión fue la siguiente: Hay quien enamorado de una peca se casa con todo el resto.

Ella recibió el piropo con extrañeza, ya que tenían pocos días de conocerse y jamás habían platicado más allá de lo social. No obstante él estaba feliz, pues si bien es cierto que recién se habían conocido, también lo es que él que se sentía fuertemente atraído por ella.

Le pregunte si se había dado cuenta de lo que había hecho y me contestó que sí, que le acababa de decir un piropo a una mujer que le gustaba más que ninguna otra. Le hice ver que sí, que tenía razón, pero que también le acaba de avisar que se iba a casar con ella. Se le subió el color. Me dijo que no. Que estaba equivocado, que él nunca le dijo eso. No obstante la realidad es que seis meses después estaban casados.

En las palabras que usamos están contenidas nuestras intenciones y querencias. Solo es menester quitarles el velo que las cubre para ver en la polaridad lo que a la postre va a suceder.

Polaridades.
En el artículo intitulado Polaridades Antropológicas, comente la forma en que estas trabajan. Para explicar el funcionamiento de estas, me serviré de una muy mala metáfora... Si usted toma una linterna descubrirá que para que salga luz de un lado es menester que haya oscuridad del otro.

Con las palabras pasa lo mismo. Cuando uno persona le dice algo, ignore lo que esta le dice y váyase a la polaridad para escuchar lo que esta calla. Ahí, en lo que calla, está la intención, es decir, lo que muy probablemente va a pasar.

Veamos algunos ejemplos:

Lo que la persona dice….                               Polaridad (lo que la persona calla….)
Le podría mentir a todos, menos a ti…          Ten por cierto que te voy a mentir.
Yo jamás te sería infiel…                                Lo más seguro es que te vaya a ser infiel.
Yo jamás te traicionaré…                               Te traicionar en cuanto así sea menester.

Una persona que no le va a mentir, jamás va a sentir la necesidad de decirle que le podría mentir a todos menos a usted.
El que es fiel no tiene por qué decirlo, sus actos lo enuncian. Por ende no se ve en el necesidad de decirle que jamás le será infiel, ya que no esta la infidelidad en su interior.
No contempla la traición el que no la ve, razón por la cual no la enuncia. No tiene necesidad de decirle que jamás le va a traicionar.

Las polaridades nos sirven mucho para identificar lo que esta atrás de lo que se dice, por ejemplo: “Créame si le digo…”. La Polaridad sería: Si consigo que me crea, hará usted lo que yo quiera.

A continuación le comparto un conjunto de palabras y frases que anuncian una posible polaridad. El objetivo es que usted identifique la polaridad, lo cual le va a resultar más fácil si recuerda el rostro de la persona que se la dijo, el gesto del rostro al decirla y el contexto en el que enuncio la frase, así como lo que aconteció tiempo después.

Palabras y frases que anuncian una posible mentira:
Honestamente… 
Sinceramente…
Francamente…
Sin duda alguna…
No le engaño…
¿Cree que le mentiría?
Yo sería incapaz de…
Confía en mí…
No tengo ninguna razón para mentir…
Hablando francamente…
Te digo la verdad…
¿Por qué tendría que mentirte?
Para ser totalmente franco/honesto/sincero contigo…
¿Haría yo algo así?
Lo juro sobre la tumba de mi madre / padre… 
Mi padre me enseñó a trabajar y/o a hablar con la verdad…
Soy un empleado/amigo/subordinado leal…
Soy un gran padre/hijo/hermano…
Soy muy buen esposo/esposa…
No amor, solo nos tomamos un café…
¿Con ella? ¡Estás loca! Es lesbiana…
Me case con una gran mujer / un gran hombre…
Tengo unos hijos maravillosos…
No soy de ese tipo de personas…
Jamás me rebajaría a una cosa así…
No entiendo cómo puede andar con esa mujer…
Soy una mujer / hombre bendecido…
Lo más importante: mi mujer, mis hijos y la lealtad en los negocios…
De mi podrán decir muchas cosas, menos que soy un sinvergüenza…
Dios es testigo…
Lo juro por Dios / por mi santa madre/ por mis hijos… 
Que Dios me castigue si no es así…

Otro dato que debe tomar en cuenta al escuchar a alguien, es que la palabra "solo" se utiliza para minimizar el significado de lo que se va a decir, es decir, para liberar a alguien del sentimiento de culpa o para echarle la culpa de las cosas a un tercero.

Solo te robaré cinco minutos de tu tiempo…
Ella solo es mi amiga…
Solo quería decirte que no es lo que parece…
Solo quiero que sepas que fue un mal entendido…

Cuando la persona dice lo intentaré. En la polaridad está diciendo: no quiero… O no creo poder hacerlo.

Es importante tomar en cuenta que el verbo intentar lo utilizan con frecuencia las personas que:
Normalmente rinden por debajo de la media; 
 Aquellas en las que el fracaso es un hábito; 
 Aquellas que esperan fracasar en la tarea; 
Aquellas que no quieren hacer lo que se les pide.

La frase: mis respetos; así como la de con mis respetos y la de con todo el debido respeto, es señal indicativa de que la persona que la utiliza siente poco o ningún respeto por usted.

Cuando la palabra respeto está acompañada de la palabra aprecio, es señal indicativa no solo de ausencia de respeto, sino de claro desprecio… Aprecio sus comentarios, pero permítame que le diga con todo el respeto que…

El tema da para más, no obstante lo aquí expuesto es una breve síntesis de cómo nos traicionamos al hablar, ya que al hablar nos transparentamos.

Entre más conciencia tenga del uso del lenguaje mejor uso haga de él, más fácil le será leer las intenciones del otro y trasmitir las suyas.

Nos leemos en el siguiente artículo.

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