domingo, 29 de enero de 2017

La Biblia... Conjunto de mitos.

El Jesús histórico versus el Jesús bíblico.
Actualmente hay más de dos billones de cristianos en el mundo, de los cuales la gran mayoría dicen creer en la resurrección. Por lo que no deja de extrañar que en las Iglesias y templos del mundo adoren la imagen del cristo agónico en lugar del resucitado.

Hay dos posibles explicaciones de esto: una de ellas es que el Hombre Masa prefiere el cristo agónico porque identifica su vida con la de él, y la segunda es que las iglesias y la Masa en sí, prefieren el agónico ante la duda inconsciente de la resurrección. Ya que la agonía la conocen todos, la resurrección, no.

Otra buena parte de ellos cree que Jesús es hijo de dios. De un dios cruento y crudo que ante sus propios errores opta por sacrificar a su hijo, para que la sangre de éste redima a los hombres ante él, que es el causante de haberlos creado así. Amén, claro está, que al hacer esto logra que los hombres se sientan culpables de por vida de un muerte que sentencio él y no nosotros.

Esto nos pone ante un dios que decidió sacrificar a su hijo para que la sangre de este salvara a la humanidad de la ira de él mismo por los errores de él mismo.

Esto, obviamente, no es propio de un dios. Por lo que lo más probable es que los escritores se hayan equivocado al escribir la Biblia, ya que dios sería incapaz de hacer esto.

Dejemos al dios de los escritores atrás y centrémonos en su supuesto hijo.
Nos es menester reconocer que la humanidad sabe poco de Jesús. Fue este un hombre como todos los demás, es decir con papá, mamá y hermanos de sangre… Con fortalezas y debilidades, con virtudes y defectos como cualquier mortal o en realidad fue hijo de dios.

Por ejemplo, si en realidad fue hijo de dios, qué tratamiento recibían sus desechos, ya que al comer y beber, obligadamente tenía que defecar y orinar. Así, la pregunta obligada es: ¿eran estos desechos divinos tratados con la veneración que amerita toda sustancia celestial o eran tratados como los de cualquier otro mortal?

La realidad es que el misterio sobre la carnalidad o divinidad de Jesús ha suscitado mil y un problemas en del devenir del tiempo, no obstante la polémica sigue sin que se haya podido llegar a una conclusión.

La polémica se avivo en el 2002 cuando se descubrió el osario de Santiago. Este decía así: Santiago, hijo de José, hermano de Jesús. Indistintamente de que el osario haya sido un fraude, la polémica se intensifico y una muestra de ello es lo que sigue…

Las iglesias de inmediato negaron que Jesús hubiese tenido hermanos biológicos, alegando que María (que quedó embarazada a los 14 años -lo que diría mi mamá), fue virgen antes del parto, durante el parto y después del parto, conservando su virginidad hasta el día de su muerte. Lo cual significa que José jamás tuvo relaciones con ella (lo que diría mi mujer).

Casi todo lo que sabemos del Jesús mítico viene de cuatro evangelios: Marcos; Mateo; Lucas y Juan. Evangelios que supuestamente fueron escritos entre cuarenta y setenta años después de la muerte de Jesús, aun cuando algunos de ellos vieron las luz cientos de años después. No obstante este escribir fuera de tiempo significa que lo que se plasmó en ellos no es lo que realmente sucedió, sino el recuerdo de una memoria distorsionada intencionalmente para cambiar la realidad y reclutar adeptos… 

Aunque también está la otra versión que por plausible es más creíble, que estos fueron el brillante y majestuoso trabajo de un grupo de literatos que instituyeron un mito para crear una religión.

Los Evangelios están llenos de inexactitudes y contradicciones entre uno y otro, amén de un sin fin de idealismos, posibilidades, romanticismos e improbabilidades que subliman al Hombre Masa, que es, al final de todo, el objetivo de toda religión.

El Hombre Masa aspira a lo posible, no a la probable.
El antiguo testamento es una narrativa idealizada de la historia de Israel, cosa que no sucede con el nuevo testamento. Este es producto del trabajo febril (en su acepción correcta: fiebre) de hombres que escucharon de trasmano lo que unos le contaron a otros sobre los hechos de Jesús. 
  
La narrativa que los cuatro evangelios hacen de la vida de Jesús es subjetiva y ambigua. Lo que permite que los ministros y pastores de turno puedan acomodar los conceptos justo como ellos los necesitan. Amén de que la ambigüedad ayuda a que la fe cobije aquello que la razón no puede aceptar. Es por ello que las contradicciones e inexactitudes en fechas y lugares sean irrelevantes, ya que lo importante no es demostrar, sino hacer que la gente crea.

Tan bien redactado está el nuevo testamento que si usted se afana en demostrarle a un Hombre Masa que es improbable que una Mujer conserve la virginidad durante el embarazo, alumbramiento y posterior nacimiento de un niño, este le dirá con convicción que usted está equivocado. Que por supuesto que sí es probable… Siempre y cuando, claro está, esto no le suceda a una de sus hijas. Ahí la cosa cambia.

De igual forma el cuento de la resurrección es una artimaña psicológica que los redactores de los cuatro evangelios usaron con maestría para darle tranquilidad a aquel, que en su infinita mediocridad, necesita de otra vida que justifique las miserias de esta.

Un ejemplo de cómo se crea un mito es la forma en que los evangelistas redactaron la crucifixión y resurrección de Jesús. Su objetivo no era explicar las cosas desde la realidad, sino lograr que el Hombre Masa se identificara plenamente con el dolor y abuso que ellos mismos padecen día a día.

Como usted sabe las crucifixiones en ese entonces eran muy comunes. Pontius Pilatus crucificaba a diario a malhechores y delincuentes. Era una forma de demostrar el poder de Roma.

A los ladrones y sinvergüenzas se les crucificaba cabeza arriba. A los líderes políticos se les crucificaba cabeza abajo, y a los apostatas o creadores de nuevas religiones, que sería el caso de Jesús, se les condenaba a morir lapidados.

A Jesús se le crucifico junto a dos ladrones debido a que la autoridad lo tenía fichado como tal, ya que en el asalto al templo los cambistas que estaban en el pórtico perdieron una gran cantidad de dinero. Lo paradójico de estos es que no obstante lo aparatoso de su acto, su crucifixión paso desapercibida. Era una más de las muchas que se hacían día a día.

Pedro y los demás le abandonaron por razones obvias, ya que la ley condenaba con la misma pena a los involucrados en el bandidaje. Las únicas personas que es posible que lo acompañaran fueron su madre, la Magdala y el misterioso joven de la manta. La función de estos era espantar los cuervos para que no se comieran los ojos de Jesús.

El relato evangélico dice que los soldados se mofaron de Jesús, cosa que era de lo más normal después de todo lo que había hecho (asalto al templo). También dicen que cuando tuvo sed le dieron a beber vino mezclado con hiel, pero no dice que se lo dieron por consideración, ya que era lo que la gente acostumbraba a tomar para calmar la sed.

También dicen que una vez que le crucificaron los legionarios se repartieron sus vestidos echándolos a la suerte. Lo que no dice es que en aquel entonces la ropa era un lujo y que lo justo era que se lo echaran a la suerte para ver quien se quedaba con ella.

Los evangelistas no explican que la ley romana prohibía que los crucificados tuvieran sepultura alguna. Todos los crucificados eran arrojados a una fosa común, donde los perros y los cuervos se comían los cadáveres. Ningún crucificado tenía derecho a sepultura y no hay registro de uno solo que lo haya tenido.

No obstante la narración dice que Jesús fue enterrado en el sepulcro de José de Arimatea, miembro del Tribunal Supremo de los Judíos (Sanedrin) y Decurión del Imperio Romano, lo que de suyo hace poco plausible la idea, ya que esto le acarrearía graves problemas.

Así pues pareciera ser que los evangelios nos dicen: vamos a contarles algo increíble pero lo tienen que creer, lo que ineluctablemente nos lleva a Tertuliano (160 - 220), ya que éste, en su calidad de Padre de la Iglesia, es el que acuño la frase: Credo quia absurdum (creo porque es absurdo). Frase que dicta que los dogmas de religión deben creerse con una convicción inversamente proporcional a la racionalidad de los mismos.

Un ejemplo de lo anterior es Pablo, un mito que da testimonio de otro mito, el de Jesús.
Pablo ocupa casi el 50% del nuevo testamento, por lo que no hay forma de que no se le considere, ya que es el que más escribió sobre un Jesús que no conoció.

Pablo de Tarso.
Pablo escribió casi el 50% del nuevo testamento, 80 mil palabras en trece cartas de las cuales cuatro son personales (Filemón, Tito, Primera y Segunda a Timoteo), mientras que el resto son colectivas (Primera y Segunda a los Tesalonicenses, a los Gálatas, Primera y Segunda a los Corintios, a los Romanos, a los Filipenses, a los Colosenses y a los Efesios), es decir, cartas no dirigidas a una persona en particular sino a la comunidad eclesiástica de manera colectiva.

 Lo primero que nos llama la atención es que Pablo nunca escucho hablar de María, ni de José, Belén, Herodes y Juan el bautista. Nunca escucho de los múltiples milagros que se le achacan a Jesús, ni cita de primera mano algo dicho por él, así como tampoco menciona que Jesús tuviera ministerio alguno.

No sabe nada de la entrada de Jesús a Jerusalén. Nunca menciona a Poncio Pilatos y mucho menos el supuesto papel que tuvo el Sanedrín en la captura y posterior crucifixión de Jesús.

Menciona, cierto es, la crucifixión, resurrección y ascensión de Jesús, pero habla de él como si nunca hubiese estado en la tierra. Como si siempre hubiese sido una idea, una abstracción, pero no un hombre de carne y hueso.

La razón por la que Pablo ha tenido tanto existo, amén de su pluma, si es que las escribió él, es debido a que éste uso como base de sus escritos una idea etérea y desdibujada de un mito que yacía en el subconsciente colectivo de la época y que satisfacía (y satisface) las necesidades intrínsecas del Hombre Masa.

Otro tema no menos importante y que le ha pasado desapercibido al hombre Masa, es el hecho de que el primer evangelio haya aparecido cuarenta años después de la muerte de Jesús, cuando supuestamente fue una figura que marco un parteaguas en su época. No obstante la realidad es que Jesús vivió, murió y de inmediato paso al olvido. Por cuarenta años nadie hablo de él.

Pablo es el creador del Cristianismo. Él es que empezó los escritos del nuevo testamento y lo hizo con las cartas que les escribía a las iglesias que había fundado en las ciudades del este de Grecia. En donde lo más probable es que estos fueran escritos con la intención de brindarles paz a los judíos de la diáspora, sobre todo después de la primera revuelta (66 DC) y posterior destrucción de Jerusalén (70 DC).

Un dato curioso es que así como no existe registro del Jesús histórico fuera de la biblia y el que existe es negado por la iglesia (Jesús, hijo de Judas de Gamaliel, conocido como el Mesías fallido, el cual también murió crucificado), tampoco existe registro alguno fuera de la biblia que hable de Pablo de Tarso.

En otras palabras, lo más probable es Pablo también sea una figura ficticia, ya que no hay rastro histórico documental de ninguno de los dos. No obstante fue el personaje de Pablo el que transformo a Jesús el judío olvidado en Jesús el hijo de Dios. Lo cual fue muy oportuno para mitigar el dolor de la diáspora.  

Las cartas de Pablo son una novela llena de emoción y misterio. No obstante la realidad es que por mucho que nos gusten, nos vemos en la necesidad de reconocer que nos imposible estudiarlas a fondo, ya que las cartas más antiguas que existen de él son copias de copias, con una distancia de siglo y medio de las originales. En otras palabras, no existe en el hipogeo ni en ningún otro lugar, una sola carta escrita de su puño y letra.

Es como si Pablo nunca hubiesen existido. Se puede decir que son como él, ya que no hay testimonio real de su existencia y las únicas evidencias existentes son las religiosas. La más antigua de todas es un manuscrito llamado Papiro 46 (P46), del 200 DC. Las copias están en Chester Beatty y la Universidad de Michigan.

Si bien es cierto que el libro de los Hechos de los Apóstoles habla de Pablo, también lo es que el libro de los Hechos miente o miente Pablo en Gálatas. Ya que en Gálatas podemos leer que el itinerario de Pablo contradice totalmente lo dicho en el de Hechos.

En Gálatas podemos leer que Pablo viajo de Damasco a Arabia (Jordán moderno). De Arabia a Damasco (donde permaneció tres años). De Damasco a Jerusalén donde estuvo quince días con Pedro y el hermano de Jesús. Después se fue a Siria y Cilicia (Gálatas 1.21) donde permanece 14 años. Después regresa a Jerusalén (Gálatas 2) llevando con él a Bernabé y Tito.

Por lo que lo dicho en el libro de Hechos está equivocado, ya que ahí dice que Pablo empieza en Jerusalén y persigue a los discípulos. Sin embargo en Gálatas 1.22 dice: y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo. Es decir, que nunca habían visto su cara. En palabras de Pablo, nunca estuvo en Jerusalén persiguiendo a la Iglesia.

Si estuvo persiguiendo a alguien, cosa que está en duda, los hizo en Siria, no en Judea, por lo que no fue visto en Jerusalén hasta 17 años después. De tal suerte que: o Pablo miente en Gálatas o miente la Biblia en el Libro de los Hechos.

Regresemos al tema. La copia más antigua del Libro de Hechos que habla de Pablo es del siglo III (Papiro 20, P45 y P53), los demás son del siglo IV y V de nuestra era. Del libro de Pedro existe solo una copia del año 300 de nuestra era (P72).

Las cartas de Pablo fueron los primeros escritos cristianos, sin embargo, como ya mencionamos, ninguno de los cuatro evangelios hablan de él. Las cartas de Santiago, Judas y Juan tampoco lo hacen y el Apocalipsis lo omite totalmente.

No hay en ningún documento de la época que haga referencia alguna de ellos dos (Jesús y Pablo), cosa por demás difícil de aceptar. Lo más curioso es que hay mucha evidencia de gente de mucha menor importancia, pero no de ellos.

La realidad es que ningún poeta, funcionario o recaudador de impuestos los menciona o habla de ellos (Jesús y Pablo), ni aparecen en sus registros. Aparece mucha gente de la época, menos ellos dos.

Conclusión: El Jesús real, si le hacemos caso a la biblia, nació, vivió, murió y paso al olvido en un santiamén.

El Jesús teológico, el Jesús abstracto, ese que no existió, es, como todo lo abstracto, eterno. 

Y nada tiene que ver uno con el otro. Amén de que no hay forma de que estas figuras se entrelacen entre sí. 

El resultado sería una mala teología o una muy mala historia…. 

Usted decide. 

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