lunes, 12 de octubre de 2015

Los que no aportan...

Los que no aportan.

En las empresas, universidades, iglesias, política y demás ámbitos de la vida, nos es común encontrar a esos que no aportan, que no contribuyen en nada, pero que son los primeros en opinar, demandar y exigir que las cosas se hagan como ellos piensan que se deben hacer.

Por regla general son amables, ocurrentes, dicharacheros, hábiles para entablar relaciones y relajar el ambiente con una broma, ocurrencia o chascarrillo que hace que todos los presentes canalicen el estrés que les genera el momento que están viviendo, a través de la risa y la broma de este tipo de personas.

Este tipo de personas son las primeras en sumarse a cualquier tipo de idea o proyecto que les arroje una utilidad, reconocimiento o posición. Son entusiastas y se abocan a promover la idea, concepto o proyecto con cuánta gente tienen a su alrededor.

Es importante entender que la promoción que etas personas hacen de las cosas, no es para vender o sumar gente al proyecto, sino para hacerle saber a los demás que ellos están en el proyecto. Que fueron invitados a participar gracias a la excelente relación que tienen con la persona que los invito.

Lo importante para ellos es que los otros sepan que ellos son de los pocos que tienen dichas oportunidades. No les interesa nada más que la aparente imagen que esto les genera en los demás, amén, claro está, de la posible utilidad, ventaja, posición o reconocimiento que esto les pueda dar.

Los proyectos, como todo, tienen tiempos y momentos, pero también tienen problemas y contratiempos. En la vida nada es lineal, de tal suerte que cuando las cosas no se dan en los tiempos y formas esperados, ya sea por una oblicuidad, por una circunstancia adversa o por demora de alguna de las partes, estos, que ayer eran los principales promotores del proyecto, se convierten en sus principales detractores.

Son personas que lo único que hacen es hablar. No aportan, no suman, no contribuyen en nada. No trabajan en el proyecto, no se involucran en las tareas, cargas o responsabilidades. Lo que hacen es echar porras y en su momento exigir. Su esfuerzo no llega a más.

Su comportamiento es predecible. Obedece a su polaridad. En el artículo Polaridades Antropológicas, publicado en el mes de mayo, explicábamos que todo tiene dos polos. Que los seres humanos somos a un tiempo luz y oscuridad.

Las Polaridades Antropológicas son una herramienta que nos permite acceder a la oscuridad del otro a través de la luz que proyecta. Sirva como ejemplo el tema que aquí nos compete…

Los Entusiastas, personas que no aportan pero si exigen, son personas que viven en las cimas y en los abismos.

Cuando todo está bien, les acomete una euforia que les lleva a convertirse en los principales promotores de la idea o proyecto. Son personas que contagian optimismo sin igual, con una alegría y ganas de hacer las cosas que hace que los otros crean ciegamente en el proyecto.

En ese intervalo que existe entre la gestación y conclusión del proyecto, muestran una habilidad sorprendente para llevar a los otros a ver el lado positivo de las cosas. Tienen el don de ver y explicar el por qué sí van a suceder las cosas. Tienen la capacidad de hacer que los otros sigan adelante, cuando la realidad es que no conocen el detalle del negocio, idea o proyecto. 

Tienen una idea que se ha formado en su mente, pero que no obedece a la realidad. No saben de los riesgos, contratiempos y dificultades que el proyecto conlleva. Saben de las utilidades que puede dar, de los posibles beneficios que van a obtener, pero no de las complejidades y dificultades del proyecto.

Se alimentan de sueños, de promesas, de palabras que les hagan sentir que todo va a salir bien y se lo contagian a los demás. Son impulso sin dirección. Fuerza sin acción. Construyen en su mente un paraíso de gasto y beneficio, mucho antes de que las cosas sucedan.

Esto es lo que les lleva a un estado de ira y frustración, cuando las cosas no ocurren en los tiempos y formas en que se habían planteado. 

Ellos ya contaban con ese dinero, reconocimiento o beneficio en cuestión. No solo hacen alarde de lo que no ha sucedido, sino que además se comprometen con los suyos, ofreciéndoles ser parte de su nuevo estatus de vida. Estatus que no obedece a su trabajo, creatividad, involucramiento y responsabilidad, sino a su entusiasmo, fantasía e irrealidad.

Este no lograr lo soñado en tiempo y forma, los lleva a los más oscuros abismos. Dan por sentado que todo está mal. Que los otros no cumplieron. Que los engañaron. Que ellos pusieron su mejor esfuerzo y que los otros, o no cumplieron o los están tratando de dejar fuera.

Si en ese momento alguien les confronta y les pide que una descripción concreta de sus aportaciones, tareas y responsabilidades en el proyecto en cuestión, estos se sentirán ofendidos, ya que a ojos de ellos no hay ofensa más grande que la de explicar lo que es obvio.

Están convencidos de que todo lo hicieron ellos. De que pusieron su mejor esfuerzo motivando, empujando y emocionando a los demás. No entienden el hecho de que alguna persona pueda dudar de lo valioso que es esto.

Están tan convencidos de lo que han hecho que dan por sentado que sin su esfuerzo, las cosas no saldrían como deben. De tal suerte que les es imperdonable la falta de compromiso de los que hacen las cosas, así como las demoras y contratiempos, pues esto les hace quedar mal ante aquellos que hicieron alarde de sus estatus o ante aquellos con los que se comprometieron a compartir parte de su gloria.

Estas personas se alimentan de sueños, de instantes. De las ganas y posibilidades de los demás. Se alimentan de esos que arriesgan su dinero, de esos que ponen su empeño y su tiempo en hacer que las cosas sucedan. No obstante ellos, los entusiastas, son incapaces de ponerse al frente de las cosas, de resolver lo que los otros no han podido resolver.

La razón por la cual los demás se involucran con los entusiastas, aún a pesar de que en los hechos estos solo exigen, demandan, pero no aportan, es debido a que estos tienen el don de caer bien, de contagiar a los demás un gran nivel de certeza y confianza. Lo hacen de tal forma, que los otros sienten que esta es una más de todas las operaciones y proyectos en las que el entusiasta ha estado involucrado.

Es importante entender que los entusiastas son personas muy valiosas, pero solo en lo referente a la capacidad que estos tienen de contagiar entusiasmo en los demás. Lo correcto es no involucrarlos en la operación directa de las cosas, ni hacer negocios con ellos.


Son promotores, no empresarios. Vendedores, no operadores. Idealistas, no realistas. Lo ideal es ubicarlos en las áreas de promoción, relaciones públicas, publicidad y capacitación, pero no dejarnos llevar por su impulso y convicción de que las cosas van a salir bien, ya que no está en ellos hacer que las cosas sucedan.

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