miércoles, 19 de agosto de 2015

El Ser y sus circunstancias.

En artículos anteriores hemos explicado que una de las características que distingue a nuestra especie de las que nos precedieron, es el que la nuestra esta parada sobre dos pilares fundamentales: la ficción (realidad imaginada) y el relato (chisme, historia, rumor).

Nuestra especie (Homo Sapiens)  se distingue de las anteriores en que esta tiene la capacidad de creer lo increíble y hacer de todo lo que no existe un relato creíble.

Esta capacidad de creer en lo que no existe nos ha llevado a cosas buenas y malas. Nos ha permitido crear aquello que nuestra imaginación concibe como posible y a hacer de ello un relato que ha dado pie a la letra escrita y a la proyección visual.

Todas las comodidades y ventajas tecnológicas de las que disfrutamos hoy, no existen en la naturaleza. Somos nosotros, con nuestra fértil imaginación, los que hemos creado todo lo que nos rodea. Las especies que nos precedieron no tenían esa capacidad. Estaban atados a la realidad. Carecían de fantasía e imaginación. Una prueba de ello son las herramientas que usaron. No hubo cambio en ellas. Del primer al último miembro de su especie, usaron siempre las mismas herramientas.

Nuestra especie es todo lo contrario. Nuestro apego a la realidad es por excepción. Lo que impera en nosotros es la ficción. Esta es la responsable de que podamos crear e idealizar todo lo que nos rodea. No obstante esta tiene un lado gris... Nos es muy fácil perdernos en ella, tanto en lo que somos como en lo que hacemos.

Quisiera ser circense.
Recién platique con una bella mujer que estudio su carrera y maestría en Estados Unidos. Es una bailarina de ballet consumada. Casada con dos hijas y practicante de las artes circenses. El ballet es en ella una segunda naturaleza y como tal, una necesidad. Las artes circenses una vocación. Estas últimas las descubrió hace poco más de un lustro y se enamoró de ellas. Hoy, sin dejar el ballet, es una disciplinada y constante practicante de las artes circenses.

Hace algunos meses me comentó que quería construir un local de 15 metros de alto para dar clases de trapecio, telas y demás disciplinas aéreas. Le sugerí que hiciera un análisis de mercado y un modelo de negocios. A los dos meses regreso con un mayor nivel de entusiasmo y con un sin fin de relatos de sus amigos circenses, que justificaban el por qué si iba a ser negocio.

La invité a que me visitara en mi estudio y que juntos hiciéramos un pequeño análisis del sector y del modelo de negocios. Analizamos el negocio del circo aéreo en Europa y Estados Unidos, así como las academias circenses, sus óbices, números y ciclos de nacimiento y muerte, y en función de ellos definimos el modelo de negocios que tendría que desarrollar para mejorar sus posibilidades de éxito. 

El resultado fue el esperado... Los números y la realidad echaron por tierra los fantásticos relatos de sus amigos circenses. El negocio iba a ser un rotundo fracaso. No solo no había mercado (3%), sino que la gente que se dedica a eso lo hace por qué obedece a su ser, sin importar si esto les genera los ingresos que necesitan para vivir. 

De inmediato vino el rechazo y refutación de la realidad. Para tal efecto me puso de ejemplo a personas que me presentó y que se dedican de lleno a las artes circenses. Personas, que en apariencia, se ven muy felices...

Lo primero que hubo que aclarar es que una cosa es la persona y otra el negocio. Efectivamente las personas que me menciono viven única y exclusivamente de lo que el oficio les da, pero estas ajustaron su vida a los ingresos y nos lo ingresos a la vida. Por lo que la pregunta para ella era: ¿Estas dispuesta a ajustar tu vida a lo que el negocio te generará? 

Por otro lado le hice ver que ninguna de las personas que me menciono hacía de su oficio una empresa. El relato que ellos habían emitido sobre el tema era desde la óptica de la academia. Todos eran maestros circenses que se dedicaban a dar clases en las empresas de otros. Ellos, en su calidad de maestros, no cargan sobre sus hombros la responsabilidad de los costos de operación de la empresa. Su responsabilidad es académica, no empresarial. 

También está el hecho de que ninguna de las empresas en las que trabajan es exitosa. Sobreviven gracias a los sacrificios personales del o de los dueños, ya que el mercado en el que estas están, no tiene la masa crítica que necesitan para ser rentables. Por otro lado hay que diferenciar entre rentabilidad y felicidad. Una empresa exitosa se mide por el número de dólares en su cuenta bancaria, no por la felicidad de sus empleados. 

El ser, hacer y tener.
A pesar de que los números y la realidad le demostraban lo impertinente de la idea, siguió presentando ejemplos de personas que se dedicaban única y exclusivamente a las áreas circenses, preguntándose y preguntándome qué cómo es posible que se dediquen a ellos si no es rentable.

Le comente que los seres humanos nos movemos en dos estadios de la triada Ser, Hacer y Tener...

Unas personas jerarquizamos la triada al revés, dándole prioridad al Tener, después al Hacer y por último al Ser. Mientras que otros ponemos en primer lugar el Ser, después el Hacer y al último el Tener. En la primera se hipoteca el ser, para ir a hacer algo que no nos gusta con tal de cobrar los beneficios del tener... Mientras que en la segunda opción nos movemos aquellos que aspiramos a tener, lo que nos permita hacer en función aquello que obedezca a nuestro ser.

Sus compañeros circenses están instalados en la triada ser, hacer y tener, mientras que la gran mayoría de la gente está instalada en la triada tener, hacer, ser.  

La aceptación del ser.
A esta altura de la plática ya estaba más abierta a la realidad y un poco más sensible al tema que estábamos tratando.

Le explique que el mayor problema que tenemos los seres humanos es la no aceptación del ser, debido, principalmente a nuestra estructura antropológica, ya que la ficción y el relato nos son consustanciales. De tal suerte que si la realidad hemos hecho una ficción, ¿qué nos hace pensar que no hemos hecho de nuestro ser una ficción? 

La razón por la que nos cuesta tanto trabajo aceptar el ser, es porque hemos hecho de él algo que no es. La ficción nos ha hecho construir una imagen de nosotros mismos que no obedece a lo que nuestra natura es. Ficción, que apoyada con el relato de nuestros padres, pareja, maestros y amigos, ha encontrado eco en nuestra vanidad. 

Esta no aceptación del ser produce una vacuidad de la que no estamos del todo conscientes. Vacuidad que en sí misma es muy importante, ya que es lo que sostiene al mercado. Gracias a ella hay una ingente cantidad de clientes para cualquier tipo de producto. Algunos productos tendrán más o menos clientes, pero para todos hay una gran, mediana, pequeña o muy pequeña porción de mercado. 

Un ejemplo de ellos son los gimnasios, academias de baile, yoga, gimnasia y todos los demás etcéteras del acondicionamiento físico. A los gimnasios entra una gran cantidad de hombres que gustosos se deshacen de su dinero, para pagar una inscripción y mensualidad de algo que tiene pocas posibilidades de ser. Ninguno de ellos se pregunta si genéticamente tienen las características para lograr los objetivos que pretenden.

Lo mismo acontece en las academias de baile, yoga, artes marciales, escuelas, universidades y mercado en general.

El mercado se sostiene gracias a la enorme vacuidad que nos genera la falta de aceptación del ser. Este vacío es el que nos impele a comprar y usar cosas que no necesitamos. Cosas que por naturaleza y definición, no pueden convertirnos en lo que no somos. Una gran parte de las cosas que compramos y usamos, generan en nuestro interior una interminable caída del vacío en el vacío. De tal suerte que entre más cosas compramos, más sentimos la necesidad de comprar y explorar nuevas cosas, para ver si alguna de ellas nos logra convertir en aquello que no somos.

Si los seres humanos consumiéramos solo lo que obedece a nuestro ser, el mercado sería muy reducido.

Esta falta de aceptación del ser es lo que nos hace admirar -disfraz elegante de la envidia- a aquellos que vemos plenos y felices. Las personas más felices del mundo son aquellas que han aceptado su ser. 

Ya una vez que una persona acepta su ser, se da en automático un cambio de conducta. La persona se instala en lo que es, de tal suerte que todo su accionar obedece a su esencia. Deja de desear lo que no necesita, de explorar lo que no es, de comprar lo que no requiere, de estudiar lo que no le sirve, de asociarse con quien no debe, de estar con quien no es.

Ya una vez que se acepta el ser, se deja a un lado la dispersión. La persona se enfoca, se capitaliza, se maximiza. Esto es muy importante, ya que deja de confundir deseo con necesidad, realidad con fantasía y gusto con negocio.

Regresemos al caso de mi amiga para explicar lo anterior…

Ya una vez que le quedo claro que el proyecto no sería negocio, por lo menos no en la forma en que lo tenía concebido, nos abocamos a diseñar la forma en que si sería negocio, preguntándole, inmediatamente después, si se veía a sí misma haciendo lo que tenía que hacer para hacer de su proyecto un  negocio.

Le explique que dado que el mercado no tenía la masa crítica que el negocio necesitaba para ser rentable, lo que debería hacer es diseñar un concepto circense que pudiera franquiciar, en donde el negocio sería la franquicia y no la academia.

La franquicia en cuestión debería estar dirigida a jóvenes con espíritu emprendedor, pero que necesitan de un tutor para hacer las cosas (secreto de toda franquicia). Jóvenes que lo que les llena es dar clases. Estos deberán tener entre 18 y 35 años y contar con dos o tres amigos con los que se pudieran asociar para comprar la franquicia, rentar un local y comprar lo mínimo indispensable para arrancar su negocio.

El proyecto cambio radicalmente. Una cosa es dar clases y otra muy distinta desarrollar una franquicia. La franquicia haría negocio con todos aquellos que desean dar clases. Para tal efecto se les tendría que ofrecer un producto innovador, que obedezca a la vocación y circunstancias de los franquiciatarios.

Así pues, el producto, además de innovador, debería ser de bajo costo e inversión, amén de estar acompañado de un soporte administrativo que les ayude a vivir de su negocio. Le explique que entre más pueda ella asegurarles el éxito en su local, más ganarían ellos y más ganaría ella.

El problema real es que el modelo de negocio no obedecía a lo que ella es…
Las posibilidades de éxito eran nulas. No se veía a si misma haciendo todo lo que se tiene que hacer para que el modelo fuera exitoso. Ella lo que quería era dar clases, y pensó que así como a ella le gustan las cosas circenses, habría un mundo de gente esperando a que ella abriera su academia para acudir a tropel a inscribirse…

Abandono temporalmente la idea. Decidió tomar más clases. Analizar lo que estaban haciendo los demás. Platicar con los dueños de las academias. Llevar un registro del número de estudiantes en cada clase y pensar en una forma de hacer de su gusto un negocio.

El ser y sus circunstancias.
Contra lo que se cree, las circunstancias de una persona obedecen más a lo que la persona es que a las circunstancias en sí. Cierto que la oblicuidad existe y existe más allá de las personas, pero también es cierto que esta está repleta de circunstancias universales, no particulares.
Un cataclismo es una circunstancia que obedece cien por cien a la oblicuidad, sin embargo, más allá de este tipo de accidentes que nos pueden acaecer a todos, la realidad es que la gran mayoría de nuestras circunstancias obedecen a lo que somos como personas… Es por eso que a veces nos preguntamos: ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? La respuesta es simple: porque obedece a lo que tú eres.

Tu natura te va a llevar a acertar y a errar siempre en las mismas cosas. A equivocarte y a acertar siempre con el mismo tipo de personas, negocios, proyectos o ideas. Lo único que puedes hacer es identificar las cosas con las que generalmente yerras y con las que generalmente aciertas. Identificarlas te ayudará a dirigirlas.

Las circunstancias que nos acaecen tienen que ver con nuestro ser, con la realidad imaginada que hemos creado de nosotros mismos, y con el discurso que hemos hecho de esa realidad.

Regresaré al caso de mi amiga para explicar lo anterior…

Supongamos que no hubiésemos coincidido y que ella, fiel a su gusto y al relato que ella y sus cofrades hicieron del proyecto, obtiene una línea de crédito dejando como garantía su casa…

Construye el local, compra los equipos aéreos que necesita y empieza a dar clases… La probabilidad de fracaso es muy alta, ya que la tendencia indica que solo el 3% de la gente que está en cosas similares, se inscribiría y pagaría su cuota.

Esto significa que el negocio no podría llegar ni siquiera a su punto de equilibrio. El negocio lo tendría que estar financiando ella, amén de pagar la línea de crédito y los costos de operación. Lo más probable es que más allá del enorme nivel de energía y entusiasmo que distingue a mi amiga, el negocio terminaría cerrando, ya que no es posible financiar lo que no es.

Mi amiga terminaría preguntándose qué porque le pasan esas cosas a ella, cuando la realidad es que muchas de nuestras circunstancias nos pasan debido a que nuestra realidad imaginada y el relato que hacemos de ella, nos distorsionan la mirada a tal grado, que la probabilidad de que nos equivoquemos es muy alta, sin importar si este hacer es en el amor, en los negocios, amistades, trabajo, proyectos y demás etcéteras del quehacer humano.

Lo que tenemos que hacer es estar conscientes de que el gusto por algo nos hace crear una realidad imaginada (ficción) que poco o nada tiene que ver con la realidad. Por otro lado es importante no escuchar el relato de los que comparten con nosotros la misma ficción, sino buscar alguien ajeno a nuestra ficción, alguien que sea especialista en el tema a tratar y que nos pueda dar una opinión basada en hechos y no en suposiciones.


Las personas más felices y productivas del mundo son las que han aceptado su ser, ya que esto les permite concentrar sus energías en lo que sí es, capitalizar su tiempo y minimizar las circunstancias adversas y capitalizar las positivas.

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