Por años hemos escuchado que lo que prima en la relación de pareja entre un hombre y una mujer, es el romanticismo de ellas y el pragmatismo de ellos. Pero: ¿y si no fuera así?
Qué pasaría si los hombres tomaran conciencia de eso que
la vida les ha mostrado dese el principio de los tiempos: que, en el amor, ellas
son las pragmáticas y ellos los idealistas.
El otro nunca nos miente, nos mentimos respecto al otro.
Los seres humanos romantizamos la realidad para atenuar
el dolor o decepción que esta nos genera. Cosa que sería innecesario si
aceptáramos la realidad y al otro u otra, tal como es y no como quisiéramos que
fuera.
El ser y hacer del ser humano obedecen a lo propio de la
especie (instinto), del individuo (carga genética) y del entorno en donde estos
se desarrollaron. El devenir que recorremos todos y que nos hace cognoscibles a
ojos de los demás es el intrínseco viaje que hacemos desde el instinto a la
emoción: instinto; impulso; tendencia; deseo; emoción.
El instinto (cantidad de inteligencia con la que venimos al nacer), genera un impulso (un querer hacer obsecuente a la persona). La que su vez nos señala una tendencia (actos recurrentes que nos separan y distinguen de los demás), que nos hace evidente el deseo (lo que intrínsecamente buscamos) y que derivara en una emoción (lo que nos impele a la acción).
La observación del instinto; impulso; tendencia; deseo y emoción de nuestra pareja no nos brinda un conocimiento exacto de lo que su ser es, pero si una muy buena aproximación de lo que en esencia es. Así pues, la realidad es que no hay sorpresas. El otro siempre se muestra como es, no obstante, es menester que lo observemos con ojos de realidad y no de fantasía. Nuestros ancestros decían: vive un mes con Inés y sabrás quien es.
Pragmatismo y romanticismo.
Los seres humanos vivimos oscilando entre el pragmatismo
y el romanticismo, sin embargo, en el amor, las manifestaciones de uno y otro
son diferentes.
La mujer no solo quiere que la quieran, sino que además quiere que la quieran como ella quiere que la quieran (tiempo, atención, detalles y con un erotismo que le haga sentir que es la más bella y deseada del mundo) y no con la simpleza y linealidad (a veces burda) que el hombre quiere a la mujer.
El hombre, por el contrario, quiere que lo quieran, apoyen y respalden en la consecución de sus objetivos. Ellas están instaladas en un presente inmediato que se concreta día a día; ellos en un futuro distante de lenta y difícil concreción.
La necesidad especifica de la mujer está en la conquista;
la del hombre, en el amor.
La mujer ve la relación como una eterna conquista. No
importa si llevan un día, un mes, un año, una década o una suma de ellas. Lo
que ella quiere es que ese afortunado hombre al que le brindo la oportunidad de
estar con ella, la conquiste día a día con un sinfín de atenciones y detalles
que él, que tanto quiere estar con ella, debe poder intuir. Amén de que, tanto
en el trato como en la forma, se dirija a ella con una dosis de erotismo que
sea, a un mismo tiempo, intenso y delicado.
El hombre, por el contrario, ve la conquista como una
etapa. Lo sustancial en él, ya una vez logrado el sí de ella, es lo que sigue: una
relación estable y sin sobresaltos en la que cada una de las partes cumpla su
rol. Cosa casi imposible de lograr, dado que el hombre es lineal (transparente
y predecible) y la mujer oblicua (cambiante, impredecible y llena de aristas).
Lo paradójico es que es precisamente esta disparidad de la que tanto se duelen
las partes, lo que hace que la relación sea tan interesante.
El amor en la literatura.
Esto que a primera instancia resulta difícil de aceptar para ambas partes, se
puede constatar de manera palpable en la literatura. Las novelas de romance se
centran en tres etapas de la relación: I) El momento en que la pareja se conoce;
II) Los vaivenes del proceso de conquista y; III) La feliz culminación de esta
en el altar..., en la que nos muestran a una protagonista segura de sí y a él como
un hombre afortunado y pleno que por fin logro lo que tanto deseaba: estar con
ella.
Lo usual, en la novelas de romance, es que estás no
lleguen más allá de la boda, y, en ocasiones, a una síntesis de una o dos páginas
del felices para siempre.
Mientras que, en las novelas de amor, donde él hace todo
por ella en aras de lograr un amor de larga data, lo importante no es la
conquista sino la intención de esta. El cuerpo de la novela se centra en los
avatares de la vida marital y de todo lo que como pareja hacen para construir
un hogar, una familia, unos hijos maravillosos y, sobre todo, un amor de vida que le dé
sentido a la vida.
Lo paradójico de todo esto es que la gran mayoría de las novelas de romance y
erotismo son escritas por mujeres; las de amor, por hombres.
En la novelas escritas por mujeres nos presentan a un
hombre que está dispuesto a dar todo por ellas en un presente inmediato que
inicia de cero con cada amanecer, mientras que en las de amor nos describen a un
hombre que busca a esa mujer que incondicionalmente lo va a apoyar en esa ardua
y difícil tarea de construir un futuro que, a ojos de ellas, se ve incierto y remoto.
Ellas en el amor, hablan del presente; ellos, del
futuro.
Conclusión.
Ellas demandan una conquista que responda a sus siempre
cambiantes expectativas. Ellos un apoyo incondicional que les permita trabajar
en aras de un futuro que desean.
Basándonos en lo que escritoras y escritores han plasmado en la literatura, la interrogante a responder es: ¿Quien, en la relación de pareja, es el romántico y quien el pragmático?
Nos leemos en el siguiente artículo.
Como siempre un gusto leerte
ResponderBorrarGracias por conoartir
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