sábado, 17 de mayo de 2025

Meritocracia: Un problema de interpretación.

Napoleón les decía a sus soldados que en la mochila de cada uno de ellos había un Bastón de Mariscal. Y que serían sus méritos en el campo de batalla y no su apellido o clase social lo que determinaría la obtención de este. Concepto innovador y revolucionario en una época donde el mérito no dependía de las capacidades de las personas, sino del estamento social en el que hubiesen nacido.

Se ha hablado mucho y mal de la meritocracia, no obstante, pienso que, si bien es cierto que el concepto tiene sus más y sus menos, también lo es que el principal problema es la interpretación que se ha hecho de esta.

Soy el primero en reconocer que la gran mayoría de los que defienden el concepto, lo han hecho desde un punto de partida al que muy pocos acceden. Y que los que lo denuestan lo hacen desde una plataforma ideológica que, por definición, sesga todo lo que no concuerda con ella.

No obstante, la realidad es que, hasta el más ideologizado de los seres humanos, desearía poder contar con el mejor cirujano antes de someterse a una intervención, o con el mejor en lo suyo al construir una casa, contabilizar el pago de impuestos, llevar un juicio y demás etcéteras de ese hacer humano al que acudimos cuando requerimos de un especialista.

La forma en que se vendió el concepto (que no podía venderse de otra forma dada la diferencia entre los puntos de partida) es lo que propicio un sinfín de interpretaciones. Todas, es cierto, con un grado de razón.

Identidad de clase.
Las generaciones que crecieron en el segundo y tercer cuartil del siglo pasado, tenían muy claro el sentido de identidad de clase. Para el cuarto cuartil (1975 – 2000), la identidad de clase se empezó a desdibujar, desapareciendo, casi en su totalidad, en el primer cuartil de este siglo (2001 – 2025).

Todos lo que antaño se identificaban dentro de la clase Media – Baja; Baja - Alta o Baja - Media, hoy se consideran Clase Media y una buena parte de los que estaban en este estrato, hoy se ven a sí mismos como Clase Alta. Lo que cambio es la identidad, no las condiciones.

Lo que propone el concepto de meritocracia es que una persona puede migrar de un estrato a otro, siempre y cuando esté dispuesta a pagar el precio del tiempo, preparación y trabajo duro. Lo que nunca nos dijeron es que el tiempo se mide por generaciones. En México una familia requiere del tránsito de diez generaciones para cambiar a un estrato social más alto. En los países nórdicos, tres generaciones.

En Estados Unidos de Norteamérica y en algunos países de la Unión Europea, es común que una persona logre mudar al estrato más alto de la pirámide, pero también lo es el que las siguientes generación regresen gradualmente al nivel en el que estaba su progenitor. Algo similar acaece en América Latina, solo a que un nivel más acelerado. Cuando un individuo logra ascender al estrato más alto, la generación inmediata o la que sucede a esta, regresa al estrato original y, en algunas ocasiones, a uno ligeramente inferior.

No obstante, la realidad es que más allá de que si de los dientes hacia afuera se compra o rechaza el concepto, todos, a su capacidad y posibilidad, hacen hasta lo impensable para subirse al barco de la meritocracia, ya que este brinda, conceptualmente hablando, la posibilidad de vivir igual o mejor que nuestros padres.

Democratización de la educación.
Hoy, para trabajar de cocinero necesitas un título de Chef. Para trabajar de técnico, uno de Ingeniero. El comentario no pretende demeritar la instrucción universitaria, ni el esfuerzo y dedicación de la persona, sino demostrar que lo que hemos hecho es pauperizar la instrucción y los oficios, al tiempo que los promovemos como un medio que nos garantizara la subsistencia y el ascenso social. Lo cual, a la vista de los resultados, no ha sido del todo cierto

Son pocos los ejecutivos que hoy oscilan entre los treinta y cuarenta (por mencionar un solo segmento laboral y etario), que tienen un nivel de vida similar o mejor al que en su momento tenían sus padres. Cada vez es más común encontrar jóvenes de treinta o más, viviendo en la casa de sus progenitores, ya sea por comodidad o porque no generan lo suficiente para lograr una independencia como la que estos tenían a su edad. En muchos casos, el egresado de hoy es el equivalente al técnico de ayer.

El factor suerte.
Muchos de los que hoy están en una posición mejor a la que tenían sus progenitores, lo han podido hacer, sin demerito de sus capacidades, a un golpe de suerte, a sus relaciones y que a han tenido los medios y posibilidades de capitalizarlas. Pero también es cierto que muchos de los que no lo han podido hacer es porque no tuvieron la oportunidad social y académica de iniciar desde un punto de partida similar a los que si lo lograron.

También es cierto que el intrínseco interés del individuo define mucho de lo que este ha de hacer, ya sea que antropológicamente tienda más al confort, a la acumulación o al tiempo libre para sí. Las tres se contraponen entre sí y es el individuo el que al final decidirá cuál de esas tres es la que tiene más valor para él, consciente de que, al ganar en una, resta en las otras.

Mōris; Ética y Estética.
Líneas arriba decíamos que la movilidad social se mide por generaciones y que en esas contadas ocasiones en las que un miembro de la familia logra migrar al nivel más alto de la pirámide (en USA solo el 4% de las personas; en México menos del 1%) lo hace a través de inteligencia y diferenciación o…, de un golpe de suerte. Sin embargo, de lo que poco se habla es que, con mucha frecuencia, la generación inmediata o la que sucede a esta, regresan, en el mejor de los casos, al nivel que tenían sus padre al inicio o a uno ligeramente inferior.

Lo que antropológicamente sucede es que cambian las circunstancias, pero no las personas. El reto no solo es llegar a un determinado nivel, sino mantenerse en él. La realidad es que hay tres variables antropológicas que, sin importar el grado de estudios o preparación que tenga la persona, inciden en su quehacer biográfico: Mōris (costumbre, cultura), la Ética (valores) y la Estética (gustos y preferencias).

El mono, aunque se vista de seda, mono se queda.
Donde es más palmaria la forma en que inciden estas variables es en aquellos casos en los que la persona gano un contrato inesperado o un sorteo que lo sitúa en un nivel económico ajeno a su devenir, haciendo que su inesperada riqueza obedezca más a un evento fortuito que al trabajo de varias generaciones.

La
Mōris (costumbre, forma y visión de vida), si no la educa y trabaja en ella, se convertirá en un óbice del desarrollo. Debido a que en lugar de que la persona invierta en todo aquello que le permita a sí y a los suyos construir una cultura de vida y de trabajo que les facilite a las generaciones venideras un punto de partida mejor que el que ellos tuvieron, utilizarán los recursos para comprar los símbolos de poder que los distinga de esos con los que ayer compartían estrato.

Ética (valores). O gobiernas lo que eres o lo que eres te gobernara ti. Los criterios de decisión del ser humano están íntimamente ligados a lo que este es. Entre más trabaja el individuo consigo mismo, más fácil le será gobernarse. En el otro espectro están los que no lo hacen. Los que sienten esa ingente necesidad de demostrarle a los demás, todo lo que su imaginario dicta. El que ya es, no necesita demostrar nada, ya es.

Estética (gustos y preferencias). Elegante es el ente que sabe elegir. El sentido del gusto se educa. Hay quien no posee recursos, pero construye una personalidad que le permite portarse a sí mismo. Si educas tus gustos en la sobriedad y sencillez de las cosas, estos te llevarán a buscar y crear los mejores escenarios para la construcción y proyección de tu personalidad. Para esto será menester cambiar la forma de pensar y esto se logra mejorando lo que lees, lo que ves y el grupo social con el que te asocias filial, sentimental y empresarialmente.

Las familias que se sostienen en la cima más de cuatro generaciones se distinguen por crecer en una cultura familiar en donde se valora en mucho la sobriedad, el trabajo duro, la responsabilidad y el valor para hacerle frente a las cosas. Se valora tanto que aquellos miembros de la familia que no lo hacen, se les deja fuera de la toma de decisiones de la familia.

Así pues, son tus gustos, ética y forma de vida, lo que te ayudará a migrar de un estrato a otro. Y si esto lo acompañas de una constante educación intelectual y social, el camino no solo será más fácil, sino que marcaras la senda de los que te van a suceder, propiciando que la movilidad social sea más rápida y consistente.

Nos leemos en el siguiente artículo.  

 

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