La obesidad y las enfermedades que de esta emanan, van a representar un alto costo económico, social y político en las estructuras de salud pública de las naciones Occidentales. No obstante, lo que más preocupa a los expertos en geopolítica y dinámica poblacional, es el alto costo que está representando y que va a representar el mal de la soledad. Al grado que se estima que va a ser el mal del siglo XXI.
La tasa de natalidad en Occidente no solo decrece año a año, sino que además cada vez son más los individuos que optan por vivir sin compañía humana, pero con una o dos mascotas que por mucho que interactúan con sus dueños, no pueden remplazar la riqueza intelectual que se da en el intercambio dialógico entre dos o más entes pensantes. Esto, que en este momento no se ve preocupante, aun cuando ya hay serias señales del deterioro cognitivo de los individuos, terminara afectando no solo su capacidad intelectual, sino también la emocional, ya que perderán la habilidad de entender y dirigir sus emociones y las de los demás.
Tal vez las personas que opten por vivir solos sin tener la capacidad de resistirse a sí mismos, no se den cuenta de lo que les está aconteciendo, debido a que la edad o el trabajo les permite un cierto grado de interacción social que les ayuda a paliar su soledad, no obstante, al paso de los años la interacción social no solo se hace más electiva, sino que, además, se reduce a mínimos, lo que hace que la persona enfrente mayores espacios de tedio o, en el mejor de los casos, de soledad.
En los países donde la pirámide poblacional se ha invertido, el sentimiento de irrealización y frustración de las personas que viven solas se ha ido haciendo patente en los estudios de dinámica poblacional. Muchos de ellos argumentan que la soledad les empezó a llegar en el tránsito de la tercera a la cuarta década de su vida, la cual se hace intolerablemente acérrima en las décadas subsiguientes.
Interpretaciones puede haber muchas, no obstante, me voy a detener en una sola de ellas: la necesidad de los otros es inversamente proporcional a la capacidad de estar consigo mismo. Entre más a gusto se encuentra una persona consigo misma, menos necesidad tiene de los demás.
Antes del nacimiento de las redes sociales (2008) le gente iba a los Mentideros sociales (cafés) a interactuar dialógicamente con sus iguales. Nunca mejor dicho, ya que la calidad del intercambio dialógico depende de la calidad de los contertulios. No obstante, aun cuando la calidad intelectual no fuera diga de encomio, las personas tenían que afilar su agudeza mental para escuchar, entender y replicar. Hoy ya no sucede así, los mentideros sociales se convirtieron en oficinas. La gente va a ellos a trabajar.
Lo que priva hoy en Occidente en la gran mayoría de los adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos es el tedio. El cual no solo está en las antípodas del ocio, sino que además es improductivo.
El tedio es común en aquellas personas que no tienen la capacidad de resistirse a sí mismas. Lo que los lleva, en aras de paliar su hastió, a dividir su tiempo entre las redes sociales (Instagram; TikTok; YouTube) y las plataformas de contenido de medios, solazándose a través de películas y series infinitas que les permiten estar pacientemente clorofilando.
El ocio, como contraparte, es cien por cien productivo.
Demanda una alta capacidad de resistirse a si mismo y de desarrollo neuronal.
El ocio crea, ya sea pintura, letras, obras de arte, desarrollo tecnológico y
abstracción en general. Cuando usted se entrevista con una persona que vive
inmersa en el tedio, descubre que su capacidad neuronal no le da para más. No
solo no le interesa saber nada de nada, sino que además esta conforme con ello.
Sus platicas nunca van a ir más allá de la superficie (lo que alcanzan a
percibir sus ojos) y de los eventos del momento en las redes y plataformas.
En cambio, los que viven inmersos en el ocio, por fortuna, retiro o decisión, poseen
un intercambio dialógico que va mucho más allá de la mirada y de lo eventos del
momento. Estas personas nos enriquecen. Nos abren una ventana al conocimiento
que nos permite ver, analizar y entender esa otra parte del mundo que no
habíamos alcanzado a ver. Ya sea porque estábamos inmersos en nuestra
respectiva parcela de abstracción (arte, pintura, escultura, filosofía, letras,
etcétera) o por miopía intelectual.
Lo cierto, para no extenderme más, es que el tedio esta
siendo y va a ser el mal del siglo XXI en occidente. No se extrañe usted de
encontrar cada vez más personas a las que no solo se les lea en el rostro su
insatisfacción, sino que además expresen de viva voz una falta de sentido que
solo compete a ellos.
En el intertanto vamos a ver un serio incremento de síntomas depresivos, de abandono
de sí mismos y de suicidios. Fenómenos, todos, que van a ser capitalizados por
lideres populistas de derecha e izquierda que con sus propuestas de solución
inoperante e irreales, van a sumar al mundo en un caos de inestabilidad los
siguientes veinte años.
Pasados esos veinte años (que es lo que se tarda una generación en darse cuenta de sus errores y cambiar el rumbo), regresaremos difícil, dolorosa y lentamente, a construir un nuevo tipo de estabilidad. En el intertanto, preocúpese usted por lo que pasa en su casa, para que no sea usted parte del caos.
Nos leemos en el siguiente artículo.
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