viernes, 26 de julio de 2024

Un frágil equilibrio (crisis de futuro).

En el artículo anterior (crisis de futuro) hablamos de lo inmanente y cambiante del ser humano. En este vamos a explorar algunos de los fenómenos sociales que explican esos cambios. Es importante anotar que no es nuestra intención cualificar cual es mejor en relación con los otros. Los cambios son parte del proceso evolutivo de la sociedad y nos va a llevar de dos a tres generaciones de procesos intensos y convulsos hasta que encontremos un punto medio que nos ayude a ser mejores como individuos y como sociedad.

Los seres humanos nos movemos en un frágil equilibrio biológico y emocional, en donde todo lo que hagamos o dejemos de hacer, tiene consecuencias. Algunas de las cosas que hacemos, dada su inmediatez, las podemos vislumbrar sin problema, pero hay otras en las que nos menester analizarlas ya una vez que sucedieron.

Lo individual incide en lo social y lo social en lo individual. Nosotros creamos nuestro entorno al tiempo que este nos crea a nosotros. Esto quiere decir que tenemos la posibilidad de crear un microentorno que nos permita desarrollar la individualidad que deseamos aun cuando el entorno en general sea diferente o adverso al nuestro.

Como humanidad hemos vivido cambios comunicacionales que han incido en nuestra forma de ver, interpretar y operar el mundo, cambios que su vez han incidido en nuestra forma de ser. El primero de ellos es la imprenta.

La imprenta permitió que el conocimiento saliera de la esfera de la iglesia y se popularizara entre el pueblo. Cierto que tomo muchos años, pero fue el cambio que gesto mucho de lo que hoy somos. Después de la imprenta llegaron los periódicos y con estos los mentideros sociales (cafés). En estos se debatían las diferentes interpretaciones que los individuos hacían del acontecer de su entorno. El siguiente cambio fue la radio y tiempo después la radio que se ve (televisión), en donde la sociedad podía debatir hasta en la mesa de la cocina las diferentes interpretaciones que del acontecer mundial hacían los miembros de una misma familia. El ultimo de los cambios comunicacionales fue el de las redes sociales, que dio cauce a la creación de redes y grupos identitarios en los que el individuo se identifica más con su grupo identitario que con su familia o pais.

Gracias a todos estos cambios la alfabetización avanzo lenta pero consistentemente en todos las naciones. Y si algo nos ha demostrado la historia es que cuando en una nación la población alfabetizada es igual o mayor al 50%, se gestan movimientos estructurales que cambian el sistema de gobierno del pais (revoluciones, caída de monarquías o establecimiento de monarquías parlamentarias y demás mutaciones en la estructura del poder). Esto genera tiempos revueltos, ya que lo que el pueblo busca es ocupar el puesto de las elites, para lo cual es menester derrocarlas. El problema, claro está, es que estas son las que tienen el saber del gobierno. 

En su primera etapa los cambios en el sistema de gobierno dejaron incólumes los de la familia. Estas seguían siendo patrilineales (jerárquicas, autoritarias, conservadoras, religiosas, monolíticas y masculinas). Los cambios en la estructura de las familias se dan cuando en una nación alfabetizada en 50% o más, logra que el 25% de la población estudiantil obtenga una titulación profesional.

En este momento empieza el lento debilitamiento de la familia patrilineal. Se cuestiona la autoridad para dar paso a individualidad de sus miembros. En estas familias la mujer va tomando poco a poco un papel predominante dentro de casa y fuera de ella (la sociedad), amén de que la familia se hace más comunitaria (se debaten las ideas y las normas de autoridad, estableciendo, por decirlo así, una democracia familiar en donde lo importante son los individuos y sus creencias).

Este avance que representa cosas muy positivas para la sociedad y los individuos, sufre, como contraparte, una lenta pero progresiva caída en la religiosidad de los individuos y de la sociedad. Por ejemplo, en las familias patrilineales es de suma importancia asistir los domingos al templo, así como el matrimonio por la iglesia, el bautizo y demás ritos sacros, amén de que las relaciones sexuales tienen un combés de sacralidad que las hace únicas y cuasi exclusivas.
     

En las familias patrilineales blandas, formadas en una sociedad altamente alfabetizada y con un 25% de la población estudiantil titulada, se deja de asistir al templo los domingos, pero se respeta el bautizo como rito social. Los matrimonios por la iglesia merman poco a poco, compartiendo espacio con aquellos que se hacen por lo civil y/o por unión libre, pero no se contempla en ningún modo el matrimonio entre miembros del mismo sexo.

Las familias individuales o liberales se gestan en sociedades altamente alfabetizadas (50% o más) y con una población estudiantil titulada mayor al 35% en donde son más las mujeres que se titulan que los hombres. En estas familias se asiste al tempo solo por excepción (defunción de un familiar o boda de un amigo extraviado). La unión de parejas es por voluntad, sin requerir la intervención de la iglesia o de la autoridad civil y las relaciones sexuales son parte del proceso de prueba error en la selección de pareja hasta que dan con esa con la que empatan y entienden más. La unión entre parejas del mismo sexo y la relaciones entre parejas del mismo sexo se ve normal y la gestación, en la gran mayoría de los casos, es por encargo (vientre subrogado). Ucrania representaba antes de la guerra el 25% de las Gestaciones por encargo del mundo.

El único estrato social en el que no se ven cambios tan radicales es en las elites (1% de la población). Estas siguen asistiendo a misa y cumpliendo con todos los ritos sacros que el cristianismo protestante o católico comandan. Las parejas se casan por la iglesia, y se espera que las mujeres se embaracen cuantas veces puedan, ya que es menester tener a quien legar los bienes. En este estrato se espera que las personas que se decantan por personas de su mismo sexo se mantengan célibes o se casen y tengan hijos, ya que legar los bienes a los miembros de la familia está por encima de las individualidades.

Para no extender más esto, podemos concluir aceptando que el avance de la sociedad, con lo bueno y lo malo que tenga, es inexorable, pero también es cierto que uno puede crear un entorno propio en donde exista un frágil pero necesario equilibrio entre el concepto patrilineal (que asegura la continuidad) y el liberal (que asegura el desarrollo de la comunidad).

No podemos sustraernos del mundo, pero si crear nuestro propio mundo.

Nos leemos en el siguiente artículo.

miércoles, 24 de julio de 2024

Crisis de futuro.

En la sesión de la Abstracción que se llevó a cabo esta semana, hablamos de lo inmanente y de lo cambiante en el ser humano, por lo que nos fue menester analizar ambas variables desde campos tan diversos como la antropología, filosofía, sociología y psicología.

Huelga decir que la filosofía y la antropología se centran más en lo inmanente que en lo mutante. Y si bien es cierto que estudian esto último, también lo es que esta parte, que por esencia es mudable e inconsistente, compete más a la sociología y psicología. Disciplinas que ineludiblemente están subordinadas al entorno y a las circunstancias de los individuos.

En lo inmanente analizamos la relación hombre mujer y el cómo está, sin haber dejado de ser lo que es, ha priorizado la relación más hacia los intereses del individuo que de la especie. Los fenómenos sociales y psicológicos que explican esto son más que evidentes (41.7% menos matrimonios que en el 2000 y una tasa de natalidad del 1.6%, cuando la de remplazo es 2.1%), no obstante, y dado que nuestra capacidad de anticipación es muy limitada, el precio que vamos a pagar como especie es muy alto, amén claro está, de los cambios socio estructurales que esto va a traer en un futuro que ya se empieza a vislumbrar.

Las generaciones pasadas crecieron en un entorno y con unas circunstancias que los impelía trabajar pensando en un futuro modélico que se venía repitiendo por generaciones: casarse, tener hijos y construir un hogar con roles y responsabilidades muy definidas, en donde el objetivo de los padres era construir un escenario económico, cultural y social que le permitiera a sus hijos empezar desde una plataforma mejor que la que ellos tuvieron.   

Hoy el entorno y las circunstancias son otras. En México país, la gran mayoría de las parejas se casan (36.9%) o viven en unión libre (17.8%) entre los 30 y 40 años, permaneciendo solteros solo un 33.1% de ese segmento etario, amén de que son muy raras las parejas que logran estar juntas más de 17 años.

En estás relaciones es más importante el acompañamiento que la relación en sí. Poco o nada piensan en tener hijos, no obstante, es justo reconocer que los hijos que llegan a tener obedecen más a una decisión que a un accidente.

Lo que también ha mutado es el significado de la relación sexual. Esta ha perdido la sacralidad que en el pasado poseía para pasar a hacer algo que tiene que ver más con la biología que con una vinculación sexo afectiva que une y suelda a las parejas. Esto lo menciono debido a que ese 33.1% que permanecen solteros mantienen relaciones intermitentes con parejas del sexo opuesto o del mismo, sin que represente para ellos un vínculo afectivo emocional.  

Este sentimiento de libertad absoluta en donde la relación es más un acompañamiento o una intermitencia ha desasociado a las nuevas generaciones del sentido del compromiso. Con esto no quiero afirmar que carecen de compromiso, lo tienen, pero no necesariamente en la construcción de una familia. Su compromiso tiene que ver más con sus proyectos profesionales y económicos que de pareja o familia.

Uno de los tantos cambios en el entorno que los ha llevado a esto es el alto costo de la vida. El progreso ha representado para todos una mayor oportunidad de desarrollo laboral y profesional, pero no necesariamente económico, por lo menos no en la forma en que lo fue para sus padres.

Hoy las parejas perciben un mayor nivel de dificultad para lograr el nivel de vida que desean, tanto que muchas de ellas piensan que antes era más fácil, ya que con el trabajo de uno o de ambos padres habían logrado un nivel de bienestar que hoy lo ven cada vez más remoto.

No dudo que las circunstancias hayan cambiado (costo de la vida y mayor competencia laboral), pero también ha cambiado el nivel de sacrificio que están dispuestos a hacer. Una muestra de ello es la forma en que sus padres vivieron su etapa escolar y laboral. Lo más probable es que muy pocos de ellos tuvieran el dinero y la oportunidad de gastar socialmente (restaurantes, bares, eventos y demás etcéteras) y de viajar como lo hacen los jóvenes de hoy. Sus padres tenían que limitar el gasto para poder subsanar los costos de manutención y educación.

Lo que distingue a estas generaciones, sin demeritar lo agudo de las circunstancias económicas y laborales que enfrentan, es que poseen una visión de futuro de muy corto plazo y un nivel de inmediatez que les impide ver más allá de sí mismos y de lo que van a enfrentar al paso del tiempo.

Están subordinando sus ideas (forma de vida – el bien ser) a sus intereses (nivel socio económico – el bien estar) en lugar de subordinar los intereses a las ideas. Esto, que no pueden o no quieren visualizar y entender en sus últimas consecuencias, les está generando un nivel de individualidad y liberalismo que no solo va en detrimento de ellos, sino de la sociedad en sí.

Pero de esto hablaremos en el siguiente artículo.

miércoles, 10 de julio de 2024

Realidad y fe.

Los seres humanos nos movemos en dos dimensiones de la realidad: una realidad objetiva (lo que la cosa es) y una subjetiva (lo que en el sujeto la cosa es). La realidad objetiva es simple, lineal y no demanda de nosotros más que comprensión y aceptación. Cierto que podemos y debemos reflexionar sobre ella, ya que en ella está el saber científico, procesal y mecánico de las cosas, sin embargo, por mucha reflexión que de ella hagamos, está siempre será poca comparada con la que nos demanda la siempre fluida y cambiante realidad subjetiva.

En una tertulia puedo afirmar que esta lloviendo y mis contertulios lo único que necesitan hacer es validar que efectivamente este lloviendo, sin embargo, si lo que afirmo es que estamos viviendo tiempos revolucionarios, mi afirmación deberá sujetarse al infinito de valoraciones y opiniones de mis contertulios, los cuales emitirán, desde su circunstancia socioeconómica y cultural, un juicio que podrá respaldar o negar mi afirmación. Este intercambio de puntos de vista y opiniones se basa en un proceso reflexivo que nada tiene que ver con la realidad objetiva.

En este espacio de subjetividad es donde entra la fe, que no es otra cosa más que esa enorme necesidad que tenemos los seres humanos de que las cosas sean ciertas, aun cuando no tengan un ápice de realidad o sustento. En donde más impera el reino de la fe, sin ánimo de caer en la tautología, es en el combés de las creencias, de lo intangible y de las relaciones humanas.
   

Para no herir susceptibilidades innecesarias, me circunscribe al ámbito de las relaciones humanas, donde hasta el más lógico, sarcástico, irónico y racional de mis cofrades (y vaya que tengo algunos) se verán en la necesidad de aceptar que la fe es el hilo que anuda y sostiene las relaciones humanas.

El motor de nuestros primeros veinte años de vida es el conocimiento. Las siguientes dos décadas nos movemos entre el conocimiento y la voluntad (más conocimiento que voluntad). En la tercera veintena se da un frágil equilibrio entre conocimiento y voluntad, en donde poco a poco la voluntad va ganando terreno, hasta que llegamos a la cuarta veintena, donde lo que impera es la voluntad. No significa que dejemos de buscar el conocimiento. Al contrario, este se hace más selectivo, pero cierto es que, aunque tengamos el conocimiento, la voluntad de hacer las cosas ya no es la misma.

Es importante entender esto, ya que podemos estar cien por cien ciertos de nuestras herramientas y conocimientos técnicos para hacer las cosas, sin embargo, todo el conocimiento del mundo entra al mundo de lo subjetivo (fe), en cuanto roza la piel del otro, ya que es la voluntad y no el conocimiento la que genera la gran mayoría de las acciones humanas.

Hay acciones innatas que no requieren ni conocimiento ni voluntad (instintivas), pero fuera de ellas, todas demandan de esta dupla. Usted, por ejemplo, puede ser un experto en naturaleza humana (si es que existen expertos en eso), sin embargo, al iniciar una relación sentimental, de amistad o de negocios con una persona, el éxito de esta depende más de la voluntad del otro que de su propio conocimiento. Y ese estar subordinado a la voluntad del otro, demanda fe, mucha fe.

Usted, sin duda alguna, pondrá lo mejor de usted (conocimiento, voluntad y paciencia) para lograr que la relación fructifique, sin embargo, la decisión final siempre estará subordinada a la muy natural ambivalencia del querer (voluntad) del otro. Querer que, a su vez, hará titubear el propio. Y es precisamente en este errático y no siempre claro andar, donde se mueve el hacer humano. Un hacer que demanda, en muchas ocasiones, mas fe que conocimiento.

Nos leemos en el siguiente artículo.

viernes, 5 de julio de 2024

La soledad: el mal del siglo XXI

La obesidad y las enfermedades que de esta emanan, van a representar un alto costo económico, social y político en las estructuras de salud pública de las naciones Occidentales. No obstante, lo que más preocupa a los expertos en geopolítica y dinámica poblacional, es el alto costo que está representando y que va a representar el mal de la soledad. Al grado que se estima que va a ser el mal del siglo XXI.

La tasa de natalidad en Occidente no solo decrece año a año, sino que además cada vez son más los individuos que optan por vivir sin compañía humana, pero con una o dos mascotas que por mucho que interactúan con sus dueños, no pueden remplazar la riqueza intelectual que se da en el intercambio dialógico entre dos o más entes pensantes. Esto, que en este momento no se ve preocupante, aun cuando ya hay serias señales del deterioro cognitivo de los individuos, terminara afectando no solo su capacidad intelectual, sino también la emocional, ya que perderán la habilidad de entender y dirigir sus emociones y las de los demás.

Tal vez las personas que opten por vivir solos sin tener la capacidad de resistirse a sí mismos, no se den cuenta de lo que les está aconteciendo, debido a que la edad o el trabajo les permite un cierto grado de interacción social que les ayuda a paliar su soledad, no obstante, al paso de los años la interacción social no solo se hace más electiva, sino que, además, se reduce a mínimos, lo que hace que la persona enfrente mayores espacios de tedio o, en el mejor de los casos, de soledad.

En los países donde la pirámide poblacional se ha invertido, el sentimiento de irrealización y frustración de las personas que viven solas se ha ido haciendo patente en los estudios de dinámica poblacional. Muchos de ellos argumentan que la soledad les empezó a llegar en el tránsito de la tercera a la cuarta década de su vida, la cual se hace intolerablemente acérrima en las décadas subsiguientes.  

Interpretaciones puede haber muchas, no obstante, me voy a detener en una sola de ellas: la necesidad de los otros es inversamente proporcional a la capacidad de estar consigo mismo. Entre más a gusto se encuentra una persona consigo misma, menos necesidad tiene de los demás.

Antes del nacimiento de las redes sociales (2008) le gente iba a los Mentideros sociales (cafés) a interactuar dialógicamente con sus iguales. Nunca mejor dicho, ya que la calidad del intercambio dialógico depende de la calidad de los contertulios. No obstante, aun cuando la calidad intelectual no fuera diga de encomio, las personas tenían que afilar su agudeza mental para escuchar, entender y replicar. Hoy ya no sucede así, los mentideros sociales se convirtieron en oficinas. La gente va a ellos a trabajar.

Lo que priva hoy en Occidente en la gran mayoría de los adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos es el tedio. El cual no solo está en las antípodas del ocio, sino que además es improductivo.

El tedio es común en aquellas personas que no tienen la capacidad de resistirse a sí mismas. Lo que los lleva, en aras de paliar su hastió, a dividir su tiempo entre las redes sociales (Instagram; TikTok; YouTube) y las plataformas de contenido de medios, solazándose a través de películas y series infinitas que les permiten estar pacientemente clorofilando.  

El ocio, como contraparte, es cien por cien productivo. Demanda una alta capacidad de resistirse a si mismo y de desarrollo neuronal. El ocio crea, ya sea pintura, letras, obras de arte, desarrollo tecnológico y abstracción en general. Cuando usted se entrevista con una persona que vive inmersa en el tedio, descubre que su capacidad neuronal no le da para más. No solo no le interesa saber nada de nada, sino que además esta conforme con ello. Sus platicas nunca van a ir más allá de la superficie (lo que alcanzan a percibir sus ojos) y de los eventos del momento en las redes y plataformas.

En cambio, los que viven inmersos en el ocio, por fortuna, retiro o decisión, poseen un intercambio dialógico que va mucho más allá de la mirada y de lo eventos del momento. Estas personas nos enriquecen. Nos abren una ventana al conocimiento que nos permite ver, analizar y entender esa otra parte del mundo que no habíamos alcanzado a ver. Ya sea porque estábamos inmersos en nuestra respectiva parcela de abstracción (arte, pintura, escultura, filosofía, letras, etcétera) o por miopía intelectual.

Lo cierto, para no extenderme más, es que el tedio esta siendo y va a ser el mal del siglo XXI en occidente. No se extrañe usted de encontrar cada vez más personas a las que no solo se les lea en el rostro su insatisfacción, sino que además expresen de viva voz una falta de sentido que solo compete a ellos.

En el intertanto vamos a ver un serio incremento de síntomas depresivos, de abandono de sí mismos y de suicidios. Fenómenos, todos, que van a ser capitalizados por lideres populistas de derecha e izquierda que con sus propuestas de solución inoperante e irreales, van a sumar al mundo en un caos de inestabilidad los siguientes veinte años.

Pasados esos veinte años (que es lo que se tarda una generación en darse cuenta de sus errores y cambiar el rumbo), regresaremos difícil, dolorosa y lentamente, a construir un nuevo tipo de estabilidad. En el intertanto, preocúpese usted por lo que pasa en su casa, para que no sea usted parte del caos.

Nos leemos en el siguiente artículo.