El secreto del bar, restaurante, café o librerías de los
siglos precedentes (XIX y XX) es que se habían diseñado para albergar y retener
a la gente que asistía a ellos. La gente se pasaba horas en esos espacios. Eran
lugares a los que se acudía para ver gente, para interactuar socialmente con
los demás y ponerse al día de las noticias del momento.
Las noticias eran locales, a lo sumo nacionales. Las internacionales eran extraordinarias y atípicas. Lo que les circundaba en ese entonces era el día a día de la comunidad y de la nación. Huelga decir que tal como pasa hoy en las redes sociales y en los mass media, había quien sin conocimiento de causa vertía su docta opinión sobre tal o cual tema, lo cual hacia que la falsa noticia fuera más rica e interesante que la original.
Las cosas no han cambiado mucho. La diferencia es que hoy el
mundo se ha interconectado a tal grado, que hasta lo local se hecho global, no
obstante en lo demás seguimos igual. Los opinantes sentencian la noticia como
si fueran expertos en el tema, lo cual no nos debe sorprender. Lo que si
sorprende es que el hombre Masa haga de la opinión una verdad, cuando la verdad
del hecho solo la conocen los actores primarios.
En los pasillos del Vaticano se dice que la verdad no la
conoce nadie, ni siquiera el mismo dios. No obstante estoy cierto de que más de
un hombre Masa dirá en primera persona, que la verdad no la conoce nadie, solo
dios y él.
La desinformación ha sido y es la constante del ser humano,
amén de que por natura tendemos a ignorar lo bueno para centrarnos en lo malo.
No por perversión sino por instinto, ya que de lo bueno no nos tenemos que
cuidar, de lo malo, sí.
Así, en esas catedrales de la desinformación del decimonónico
y veinte, se reunía la gente para platicar e intercambiar las noticias del día,
donde como ya lo comentamos, lo importante no era la noticia en sí, sino la
opinión de ese que decía saber de muy buena fuente la causa primera de la
acción.
Otras de las razones por las que asistían a dichos lugares,
es el hecho de que la especie necesita ver especie. Esto le explicamos a
detalle en el artículo intitulado: Anómalos, Periféricos y Masa.
En el artículo en cuestión explico que una de las razones por
la cual los centros comerciales están siempre hasta el cien de gente, es por la
enorme necesidad que tiene el hombre Masa de poblar su soledad con la soledad
del otro. La Masa, necesita Masa.
Retomemos la ruta. Decíamos que las catedrales de la
información del decimonónico y veinte estaban diseñadas para retener a la
gente, para cobijarla. Permitían la visualización e interacción social. Se
tomaba una café, se conversaba sin prisa. Al otro se le veía a los ojos para
detectar su calidez, apatía o indiferencia. Uno y otro se alimentaba del
contacto. El roce era humano, no virtual.
En esos lugares podías encontrar todas las variedades de la
especie: desde los cultos, finos y refinados, hasta los atorrantes, belitres y adocenados.
Las clases sociales no se mezclaban. Estaban muy
determinadas, pero el proceso era el mismo. En ellas se veía uno que otro
Anómalo, varios Periféricos y muchos Masa, pero en todos los casos, el roce era
humano, no virtual.
Lo mismo pasa hoy en las nuevas catedrales de la (des) información,
no obstante en esta la norma no es la quietud, es el vértigo. En estos sitios o
lugares se puede encontrar uno que otro
Anómalo, muchos Periféricos y una ingente cantidad de hombres Masa, pero en
estas el roce es virtual, poco humano.
Hoy le vamos a dedicar el artículo a esa fracción de los
Anómalos que padecen el síndrome del Capitán Nemo y que son, a ojos del hombre
Masa, los más difíciles de relacionar.
Los Nemo son personas que poseen una visión del mundo y una
superioridad intelectual que ineluctablemente les aísla de los demás. Por
supuesto que su aislamiento es parcial, ya que entran y salen del mundo, pero
no se quedan en él. Esto debido a que se les dificulta mucho lo trivial, el
acto sin sentido y la palabra inútil, elementos indispensables en la interacción
social.
Socializan, pero lo hacen electivamente y poco. Son
inteligentes, cultos y poseen una óptica del mundo que no encaja en los demás. Suelen
ser percibidos como misántropos, cuando la realidad es que no lo son. Gustan
del contacto con el otro, pero de ese otro que los rete e invite a pensar. No
obstante interaccionan con pensantes y no pensantes. De los primeros se
enriquecen con el debate (el conocimiento se da hablando), de los segundos, con
su natura.
Quienes más atacan a los anómalos que padecen el
síndrome del Capitán Nemo, son los hombres Masa, y si bien es cierto que ya
hemos hablado mucho de ellos, en este artículo haré una breve síntesis para que
se entienda el por qué los hombres Masa perciben a los Nemo como misántropos y
soberbios.
El
Hombre Masa
El
hombre Masa es esa persona hecha de prisa, no porque su proceso de gestación
sea menor al de sus congéneres, sino porque la formación que recibe de sus
padres hace de él un hombre light (resultado sin esfuerzo).
Un
ejemplo de esto es la anécdota de ese hombre Masa que al llegar al
confesionario le dice al Padre que se quiere confesar, porque cree que ha
cometido uno que otro pecadillo.
- Al sacerdote le
llama la atención su desparpajo, no obstante se presta a atenderlo, no sin
antes preguntarle si se sabía los diez mandamientos.
- A lo que el
hombre Masa contesta que no.
- El Padre le
pregunta que cómo se quiere confesar si ni siquiera se sabe los diez
mandamientos.
- A lo que el hombre
Masa contesta muy seguro de sí, que si se los iba a aprender, pero que había
oído de muy buena fuente que los iban a quitar, por lo que ya no había razón
para aprenderlos.
Los
hombres Masa son así. Están instalados en la cultura del menor esfuerzo. Son
personas light que sustentan sus vidas en dos o tres abstracciones que poseen
una alta carga de emoción y poco o nada de razón. Sus abstracciones tienen cupo
en el mundo de lo plausible, no de lo probable, no obstante estas son el motor
y fundamento de su vida.
Es
muy fácil identificarlos ya que todos se parecen entre sí. Lo que cambia entre
ellos es la geografía, la época, el idioma y el color, sin embargo, más allá de
las diferencias exógenas, son, en lo endógeno, iguales, mucha emoción, poca razón.
Una
de las características de los hombres Masa, es su ingente necesidad de gravitar
hacia los excesos, lo cual usan como mecanismo de escape de esa asfixiante homogeneidad
y monotonía que llena de tedio su vida. Viven al pendiente de lo nuevo. Gastando
un dinero que no tienen en todo aquello que les permita estar en lo del momento,
aun cuando lo anterior tenga escasos días o meses de haber salido al mercado.
Sola
la superficie se conoce a sí misma.
Los
hombres Masa viven una interminable caída del vacío en el vacío. Hacen del fanatismo
una virtud. Son como un panal: muchas abejas, un solo vuelo. Carecen de un dentro.
De una intimidad e identidad que los separe y distinga de los demás. Hacen del constante
cambio de máscaras (fingir que son lo que no son), una segunda naturaleza.
Este
estar vacíos por dentro les impide concebir destino alguno. Son incapaces de romper
con su pasado. El futuro que construyen es una extensión de su pasado, lo que de
ninguna manera nos debe extrañar, ya que solo puede prescindir del futuro aquel
que no tiene un auténtico quehacer.
En
lo único que los hombres Masa se ponen de acuerdo es en restarse valor a sí
mismos en aras de lograr una prestigio social que solo existe en su mente. Para
tal efecto les será menester hipotecar el ser, para ir hacer algo que no les
gusta con tal de cobrar los beneficios del tener. Cosas que los Nemo jamás se
atreverían a hacer. Estos aspiran a tener, aquello que les permite hacer lo que
es su ser.
El
síndrome del Capitán Nemo.
El síndrome del Capitán Nemo es exclusivo de un cierto grupo
de anómalos. No todos los anómalos lo poseen, pero se requiere ser anómalo para
poseerlo. Los anómalos que lo poseen gravitan hacia las letras, la
intelectualidad, la filosofía y la ciencia.
La cosmovisión de estos les hace parir un conjunto de ideas, conceptos
y formas de ser que no tienen cupo en el mundo de los demás, razón por la cual
la sociedad los margina y tipifica de raros, acudiendo a ellos solo cuando es
menester.
Los Nemo son centrípetos y centrífugos. Centrípetos porque
están centrados en sí mismos y centrífugos porque se extienden a los demás. Los
demás son para ellos un laboratorio. Son esa muchedumbre anónima de hombres
Masa que con su natural y primario accionar, le brindan a los Nemo la materia prima
de lo que es la especie.
Los Nemo, como todos los anómalos, viven cosas espectrales y espectaculares,
pero la gran mayoría de ellas en su mente. Su mente trabaja constantemente en
el análisis de lo observado, de lo leído, de lo escuchado y de lo comentado. Por
supuesto que la mente de todos trabaja igual. La diferencia estriba en que
ellos dirigen su mente en lugar de que su mente los dirija a ellos.
La soledad es la sala de audiencias del yo.
A los Nemo se les da muy bien el silencio y la soledad. Nunca
les alcanza el tiempo para estar consigo mismos, mucho menos para estar con los
demás. Obviamente que este exacerbado gusto que tienen por el silencio y la
soledad, les causa problemas en varios ámbitos del quehacer humano, sobre todo
en aquellos que tienen que ver con el tiempo, dedicación y comunicación que demandan
los seres queridos: pareja, hijos, padres, amigos y colaboradores cercanos.
Y si bien es cierto que el silencio nunca ha traicionado a
nadie, también lo es el que el aislamiento total es prejudicial. Necesitan de
la interacción para no perder la cordura y aprender de los demás. Entre más se
aísla una persona de las otras, más se priva del saber ajeno y del reto que
este le demanda. No obstante los Nemo corren el riesgo, más que cualquier otro
anómalo, de aislarse total o casi totalmente de los demás, lo que a la postre
les lleva a abismos de los que les es muy difícil salir.
A los Nemo se les dificulta vivir en la superficie, lo que hace que tienden a aislarse y a abismarse en la profundidad de su mente, lo que sin lugar a dudas va a generar avances magnánimos en lo suyo, hasta que poco a poco el aislamiento los lleva a perder contacto con la realidad, construyendo ideas y preceptos que solo aplican en ese pequeño mundo en el que ineluctablemente terminan viviendo.
A los Nemo se les dificulta vivir en la superficie, lo que hace que tienden a aislarse y a abismarse en la profundidad de su mente, lo que sin lugar a dudas va a generar avances magnánimos en lo suyo, hasta que poco a poco el aislamiento los lleva a perder contacto con la realidad, construyendo ideas y preceptos que solo aplican en ese pequeño mundo en el que ineluctablemente terminan viviendo.
Esto es lo que al paso del tiempo hace que surjan monstruos
que cambian la configuración de la literatura, del arte, de la filosofía,
religión y demás etcéteras del espíritu humano. No olvidemos que los Nemo son
animales a los que se les da muy bien la abstracción, no la operación. Jamás
los veremos en la política, en el gobierno, en el ejército, empresas o liderazgo
de masas. La anomalía de los monstruos que vemos en estos rubros, tiene que ver
con el combes de la sociedad, no de la soledad.
Se requiere un cerebro muy particular para vivir como viven
los que padecen el síndrome del capitán Nemo. En 20,000 leguas de viaje
submarino de Jules Gabriel Verne, el protagonista de la novela es el Capitán
Nemo. Un científico brillante y misántropo que poseía una biblioteca
envidiable, la cual enriquecía con sus letras y anotaciones científicas, tanto
por los descubrimientos que hacía en las profundidades del mar como por los
inventos que se gestaban poco a poco en su prodigiosa mente.
Nemo era un diletante de la gastronomía, de las artes, de los
libros y de la música clásica. Su camarote era su estudio y su museo. Se hacía
acompañar, como todos los Nemos del mundo, de un grupo muy reducido de fieles, que
como él, gustaban del silencio y de la soledad. Ellos, a diferencia de los Nemo
del mundo real, tenían todo el mar para extasiarse en el silencio que el insondable
abismo marino nos regala, mientras que los Nemo del mundo real se refugian en
su mente y en ese sacro santo lugar o refugio del que les cuesta mucho salir
para ir al mundo.
Los Nemos de ayer y de hoy se comportan igual. Los de ayer
asistían a esas catedrales de la información que enunciábamos al principio de
este artículo. Acudían a ellas para observar, escuchar, analizar y acopiar
datos que les permitieran elaborar esas hipótesis del comportamiento humano que
al paso del tiempo desechaban o se convertían en teoría.
Los Nemo de hoy se nutren de las redes sociales, de los mass
media y de esos lugares de paso donde la gente se ve, ya que si en algún lugar
es más clara la estulticia es en ellos. Por supuesto que están los estadios y
todos esos lugares donde la aglomeración es la base, sin embargo los Nemo no
van a esos lugares. Acuden al café, al restaurante o a ese lugar en el que
pueden tomar una dosis de especie, sin tener que sufrir el hartazgo de la
aglomeración.
Al inicio del artículo decíamos que en los siglos
precedentes, el objetivo del diseño de las catedrales de la información era la
inmovilidad. En la actualidad el objetivo es la movilidad. Que entren y salgan
más personas, lo que a la postre se reflejara en la caja registradora.
Esta movilidad es la que le permite a los Nemo de hoy, estudiar,
en un solo lugar, a un mayor número de personas y por ende de caracteres y
expresiones. La movilidad les da acceso a una diversidad que no tenían los Nemo
de ayer y con ello la oportunidad de acceder a los dos mejores libros del mundo:
el otro y lo otro. El otro es su par, que no su semejante, y lo otro es el
mundo.
Los Nemo no son fáciles, pero tampoco son personas difíciles
de llevar. Son emocionalmente frágiles. No nos damos cuenta de ello debido a
que han desarrollado una coraza que les protege de sí mismos y de los demás. La
fragilidad emocional de estos está en el combés de la aceptación. No encajan en
todos lados. Su pensamiento, ideas, palabras y conceptos están muy por arriba
de la media.
El otro, cuando los escucha, se queda en ascuas. No por la
profundidad de su decir (que lo es), sino porque no entienden ni lo heterodoxo
de sus conceptos, ni su léxico.
No obstante los Nemo, más que ningún otro anómalo, requieren
de una persona a su lado. Un alguien que los quiera más que a nadie en el
mundo, lo cual no quiere decir que ellos le van a querer igual. Esta asimetría
amorosa hace que la relación se torne difícil, ya que el otro, para poder
mantenerse junto al él, deberá cambiar su visión del mundo para poder entender
la no ortodoxa forma de ser del Nemo.
Los Nemo son, por su alto nivel de inteligencia y abstracción,
personas abisales a las que es muy difícil retener. Pocas personas entran a su
círculo y más pocas son las que permanecen en él. Ya sea porque la persona opta
por salir corriendo de ahí o por que el Nemo ya migro a otras latitudes del
ser, dejando al margen, sin problemas del corazón, a esa o ese que le acompaño
ayer.
No pasa igual cuando son abandonados. Cuando esto sucede se
desmoronan, no obstante es menester reconocer que este desmoronamiento es por
un breve intervalo, ya que en tres o cuatro meses lo superarán para migrar a
otros espacios del ser… Entendiendo que esta migración no es hacia una nueva geografía
corporal, sino a uno de los tantos estadios intelectuales y espirituales que
ocupan su mente.
Los Nemo son por natura exigentes. Demandan de los otros
realidad, razonamiento y lenguaje. Entienden, por ejemplo, que el hombre Masa se
refugie intermitentemente en lo que no es. Lo que no entienden es que hagan de
lo que no es, una realidad.
Cierto que toleran la idealización de estos, pero es tal tu
soberbia intelectual, que no pierden oportunidad de asestarle a ese no
pensante, una o dos verdades contundentes que el otro no solo no puede
replicar, sino que muchas veces ni siquiera las entiende a cabalidad.
Por otro lado es menester comprender que Los Nemo no
necesariamente son los mejores tomando decisiones. Esto debido a que las
decisiones las toman pensando desde la óptica de ellos, no de los otros, por lo
que no alcanza a visualizar el impacto que estas tendrán en el quehacer
biográfico de los involucrados.
Los Nemo no son empáticos con las creencias, sentimientos,
culpas y/o remordimientos de las personas con las que viven, no obstante
trabajan más que ningún otro para hacer que la vida en común funcione.
Un Nemo cercano a mí y socio de negocios, me comentó que en
su relación anterior hacia todo lo posible por evitarle a su pareja todo
aquello que no le gustaba hacer, desde las cosas nimias, como ir a hacer la
despensa, hasta las trascendentes, como llevar al padre de ella a comer todos
los martes.
Este querer hacerle la vida más fácil hizo que ella perdiera
el sentido de la imposibilidad, de la lucha. Poco a poco se dio cuenta que ya
no tenía por qué luchar. Le habían resuelto todo. Tenía todo lo que quería y lo
tenía sin esfuerzo alguno. Él le daba todo. Se lo daba sin tomar en cuenta que
ella necesitaba de la lucha para ser.
El resultado era inevitable. Termino abandonándolo. Por supuesto
que él se desmorono. Estuvo dos meses en los más oscuros abismos, hasta que
poco a poco salió a la luz.
La muerte de los muertos es la vida.
Mi socio no tardo en sacarla de su mente y darle vuelta a la
hoja. Él, como todo buen Nemo, se reestructuro y ya está cerrando unas operaciones
en Bagdad y con la mira puesta en otras latitudes. Es como si ella jamás
hubiese existido.
Esta enorme capacidad que tienen para darle vuelta a la hoja
y no detenerse en lo que no es, hace que los demás los perciban fríos e
insensibles. Cuando la realidad es que lo único que hacen es canalizar su
energía y su mente en lo que sí.
Otra característica de los Nemo son sus bromas. Son bromas
inteligentes, que demandan del otro un sentido del humor igual de agudo que el
del Nemo.
¿Qué dijeron los cinco judíos más celebres de la historia?
El primer judío, Moisés, dijo: todo es Ley.
El segundo, Jesús, dijo: todo es Amor.
El tercero, Marx, dijo: todo es Dinero.
El cuarto, Freud, dijo: todo es sexo.
El quinto, Einstein, dijo: todo es relativo.
La broma nos la comento mi socio cuando nos movíamos de Kerbala
a Bagdad. Íbamos en un avión donde la mayoría eran árabes, si bien es cierto
que eran árabes con formación internacional, también lo es que no todos la iban
a aceptar bien.
En lo personal la broma me pareció inteligente, no obstante
los demás se quedaron callados, ya sea porque no la entendieron o porque el
humor de algunos de ellos no estaba a tono. De hecho algunos comentaron que era
una persona sarcástica e hiriente, lo cual en sí mismo es un pleonasmo.
Los Nemo nunca están solos.
Siempre están acompañados de sí mismos, de sus ideas, pensamientos
y gusto por el debate, ya sea consigo mismo o con los demás. Gustan de la
interacción intelectual y de la gente pensante. Los pocos o mucho amigos que
tienen los construyen lenta e inteligentemente. Saben que el peor enemigo de
alguien que busca la lealtad es la prisa, por lo que no apresuran ni fuerzan a
nadie.
No son personas a las que las norme la sociedad. No están en
contra de ella, pero tampoco se subordinan a ella. Entienden a la perfección
que las normas no son otra cosa más que la expresión de un deseo regulado, y no
están dispuestos a que sus deseos sean regulados por otros.
No siguen ninguna religión, parten de la premisa de que todo
credo es una religión de apariencias. Las respetan pero no las siguen. Gustan
de la verdad, pero saben que esta no es para todos. Saben que la verdad no nos
hará libres más que por excepción, lo que nos hará libres es la justicia y esta
la buscan a toda costa.
Están ciertos de que no hay mayor indulgencia que la acción y
que las cosas se dicen haciéndolas, por lo que poco se explican, poco se
justifican. No creen en esos que dicen perseguir la verdad, ya que por regla
general los que persiguen la verdad son los que más la ocultan.
Así, pues Los Nemo son, a pesar de sus rarezas y extrañezas,
personas a las que hay que tener cerca. Mucho es lo que se aprende de ellos.
Mucho es lo que aportan y mucho lo que piden. Pero a diferencia de los demás,
ellos solo piden atención, inteligencia y razón.
Nos leemos en el siguiente artículo.
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