sábado, 8 de abril de 2017

De la inmovilidad al vértigo.

El secreto del bar, restaurante, café o librerías de los siglos precedentes (XIX y XX) es que se habían diseñado para albergar y retener a la gente que asistía a ellos. La gente se pasaba horas en esos espacios. Eran lugares a los que se acudía para ver gente, para interactuar socialmente con los demás y ponerse al día de las noticias del momento.

Las noticias eran locales, a lo sumo nacionales. Las internacionales eran extraordinarias y atípicas. Lo que les circundaba en ese entonces era el día a día de la comunidad y de la nación. Huelga decir que tal como pasa hoy en las redes sociales y en los mass media, había quien sin conocimiento de causa vertía su docta opinión sobre tal o cual tema, lo cual hacia que la falsa noticia fuera más rica e interesante que la original.

Las cosas no han cambiado mucho. La diferencia es que hoy el mundo se ha interconectado a tal grado, que hasta lo local se hecho global, no obstante en lo demás seguimos igual. Los opinantes sentencian la noticia como si fueran expertos en el tema, lo cual no nos debe sorprender. Lo que si sorprende es que el hombre Masa haga de la opinión una verdad, cuando la verdad del hecho solo la conocen los actores primarios.

En los pasillos del Vaticano se dice que la verdad no la conoce nadie, ni siquiera el mismo dios. No obstante estoy cierto de que más de un hombre Masa dirá en primera persona, que la verdad no la conoce nadie, solo dios y él.

La desinformación ha sido y es la constante del ser humano, amén de que por natura tendemos a ignorar lo bueno para centrarnos en lo malo. No por perversión sino por instinto, ya que de lo bueno no nos tenemos que cuidar, de lo malo, sí.

Así, en esas catedrales de la desinformación del decimonónico y veinte, se reunía la gente para platicar e intercambiar las noticias del día, donde como ya lo comentamos, lo importante no era la noticia en sí, sino la opinión de ese que decía saber de muy buena fuente la causa primera de la acción.

Otras de las razones por las que asistían a dichos lugares, es el hecho de que la especie necesita ver especie. Esto le explicamos a detalle en el artículo intitulado: Anómalos, Periféricos y Masa.

En el artículo en cuestión explico que una de las razones por la cual los centros comerciales están siempre hasta el cien de gente, es por la enorme necesidad que tiene el hombre Masa de poblar su soledad con la soledad del otro. La Masa, necesita Masa.

Retomemos la ruta. Decíamos que las catedrales de la información del decimonónico y veinte estaban diseñadas para retener a la gente, para cobijarla. Permitían la visualización e interacción social. Se tomaba una café, se conversaba sin prisa. Al otro se le veía a los ojos para detectar su calidez, apatía o indiferencia. Uno y otro se alimentaba del contacto. El roce era humano, no virtual.

En esos lugares podías encontrar todas las variedades de la especie: desde los cultos, finos y refinados, hasta los atorrantes, belitres y adocenados.

Las clases sociales no se mezclaban. Estaban muy determinadas, pero el proceso era el mismo. En ellas se veía uno que otro Anómalo, varios Periféricos y muchos Masa, pero en todos los casos, el roce era humano, no virtual.

Lo mismo pasa hoy en las nuevas catedrales de la (des) información, no obstante en esta la norma no es la quietud, es el vértigo. En estos sitios o lugares se puede encontrar  uno que otro Anómalo, muchos Periféricos y una ingente cantidad de hombres Masa, pero en estas el roce es virtual, poco humano.

Hoy le vamos a dedicar el artículo a esa fracción de los Anómalos que padecen el síndrome del Capitán Nemo y que son, a ojos del hombre Masa, los más difíciles de relacionar.

Los Nemo son personas que poseen una visión del mundo y una superioridad intelectual que ineluctablemente les aísla de los demás. Por supuesto que su aislamiento es parcial, ya que entran y salen del mundo, pero no se quedan en él. Esto debido a que se les dificulta mucho lo trivial, el acto sin sentido y la palabra inútil, elementos indispensables en la interacción social.

Socializan, pero lo hacen electivamente y poco. Son inteligentes, cultos y poseen una óptica del mundo que no encaja en los demás. Suelen ser percibidos como misántropos, cuando la realidad es que no lo son. Gustan del contacto con el otro, pero de ese otro que los rete e invite a pensar. No obstante interaccionan con pensantes y no pensantes. De los primeros se enriquecen con el debate (el conocimiento se da hablando), de los segundos, con su natura.

Quienes más atacan a los anómalos que padecen el síndrome del Capitán Nemo, son los hombres Masa, y si bien es cierto que ya hemos hablado mucho de ellos, en este artículo haré una breve síntesis para que se entienda el por qué los hombres Masa perciben a los Nemo como misántropos y soberbios.

El Hombre Masa
El hombre Masa es esa persona hecha de prisa, no porque su proceso de gestación sea menor al de sus congéneres, sino porque la formación que recibe de sus padres hace de él un hombre light (resultado sin esfuerzo).

Un ejemplo de esto es la anécdota de ese hombre Masa que al llegar al confesionario le dice al Padre que se quiere confesar, porque cree que ha cometido uno que otro pecadillo.
-         Al sacerdote le llama la atención su desparpajo, no obstante se presta a atenderlo, no sin antes preguntarle si se sabía los diez mandamientos.
-         A lo que el hombre Masa contesta que no.
-         El Padre le pregunta que cómo se quiere confesar si ni siquiera se sabe los diez mandamientos.
-         A lo que el hombre Masa contesta muy seguro de sí, que si se los iba a aprender, pero que había oído de muy buena fuente que los iban a quitar, por lo que ya no había razón para aprenderlos.

Los hombres Masa son así. Están instalados en la cultura del menor esfuerzo. Son personas light que sustentan sus vidas en dos o tres abstracciones que poseen una alta carga de emoción y poco o nada de razón. Sus abstracciones tienen cupo en el mundo de lo plausible, no de lo probable, no obstante estas son el motor y fundamento de su vida.

Es muy fácil identificarlos ya que todos se parecen entre sí. Lo que cambia entre ellos es la geografía, la época, el idioma y el color, sin embargo, más allá de las diferencias exógenas, son, en lo endógeno, iguales, mucha emoción, poca razón.  

Una de las características de los hombres Masa, es su ingente necesidad de gravitar hacia los excesos, lo cual usan como mecanismo de escape de esa asfixiante homogeneidad y monotonía que llena de tedio su vida. Viven al pendiente de lo nuevo. Gastando un dinero que no tienen en todo aquello que les permita estar en lo del momento, aun cuando lo anterior tenga escasos días o meses de haber salido al mercado.

Sola la superficie se conoce a sí misma.
Los hombres Masa viven una interminable caída del vacío en el vacío. Hacen del fanatismo una virtud. Son como un panal: muchas abejas, un solo vuelo. Carecen de un dentro. De una intimidad e identidad que los separe y distinga de los demás. Hacen del constante cambio de máscaras (fingir que son lo que no son), una segunda naturaleza.

Este estar vacíos por dentro les impide concebir destino alguno. Son incapaces de romper con su pasado. El futuro que construyen es una extensión de su pasado, lo que de ninguna manera nos debe extrañar, ya que solo puede prescindir del futuro aquel que no tiene un auténtico quehacer.

En lo único que los hombres Masa se ponen de acuerdo es en restarse valor a sí mismos en aras de lograr una prestigio social que solo existe en su mente. Para tal efecto les será menester hipotecar el ser, para ir hacer algo que no les gusta con tal de cobrar los beneficios del tener. Cosas que los Nemo jamás se atreverían a hacer. Estos aspiran a tener, aquello que les permite hacer lo que es su ser.

El síndrome del Capitán Nemo.
El síndrome del Capitán Nemo es exclusivo de un cierto grupo de anómalos. No todos los anómalos lo poseen, pero se requiere ser anómalo para poseerlo. Los anómalos que lo poseen gravitan hacia las letras, la intelectualidad, la filosofía y la ciencia.

La cosmovisión de estos les hace parir un conjunto de ideas, conceptos y formas de ser que no tienen cupo en el mundo de los demás, razón por la cual la sociedad los margina y tipifica de raros, acudiendo a ellos solo cuando es menester.

Los Nemo son centrípetos y centrífugos. Centrípetos porque están centrados en sí mismos y centrífugos porque se extienden a los demás. Los demás son para ellos un laboratorio. Son esa muchedumbre anónima de hombres Masa que con su natural y primario accionar, le brindan a los Nemo la materia prima de lo que es la especie.

Los Nemo, como todos los anómalos, viven cosas espectrales y espectaculares, pero la gran mayoría de ellas en su mente. Su mente trabaja constantemente en el análisis de lo observado, de lo leído, de lo escuchado y de lo comentado. Por supuesto que la mente de todos trabaja igual. La diferencia estriba en que ellos dirigen su mente en lugar de que su mente los dirija a ellos.

La soledad es la sala de audiencias del yo.
A los Nemo se les da muy bien el silencio y la soledad. Nunca les alcanza el tiempo para estar consigo mismos, mucho menos para estar con los demás. Obviamente que este exacerbado gusto que tienen por el silencio y la soledad, les causa problemas en varios ámbitos del quehacer humano, sobre todo en aquellos que tienen que ver con el tiempo, dedicación y comunicación que demandan los seres queridos: pareja, hijos, padres, amigos y colaboradores cercanos.

Y si bien es cierto que el silencio nunca ha traicionado a nadie, también lo es el que el aislamiento total es prejudicial. Necesitan de la interacción para no perder la cordura y aprender de los demás. Entre más se aísla una persona de las otras, más se priva del saber ajeno y del reto que este le demanda. No obstante los Nemo corren el riesgo, más que cualquier otro anómalo, de aislarse total o casi totalmente de los demás, lo que a la postre les lleva a abismos de los que les es muy difícil salir.

A los Nemo se les dificulta vivir en la superficie, lo que hace que tienden a aislarse y a abismarse en la profundidad de su mente, lo que sin lugar a dudas va a generar avances magnánimos en lo suyo, hasta que poco a poco el aislamiento los lleva a perder contacto con la realidad, construyendo ideas y preceptos que solo aplican en ese pequeño mundo en el que ineluctablemente terminan viviendo.

Esto es lo que al paso del tiempo hace que surjan monstruos que cambian la configuración de la literatura, del arte, de la filosofía, religión y demás etcéteras del espíritu humano. No olvidemos que los Nemo son animales a los que se les da muy bien la abstracción, no la operación. Jamás los veremos en la política, en el gobierno, en el ejército, empresas o liderazgo de masas. La anomalía de los monstruos que vemos en estos rubros, tiene que ver con el combes de la sociedad, no de la soledad.  

Se requiere un cerebro muy particular para vivir como viven los que padecen el síndrome del capitán Nemo. En 20,000 leguas de viaje submarino de Jules Gabriel Verne, el protagonista de la novela es el Capitán Nemo. Un científico brillante y misántropo que poseía una biblioteca envidiable, la cual enriquecía con sus letras y anotaciones científicas, tanto por los descubrimientos que hacía en las profundidades del mar como por los inventos que se gestaban poco a poco en su prodigiosa mente.

Nemo era un diletante de la gastronomía, de las artes, de los libros y de la música clásica. Su camarote era su estudio y su museo. Se hacía acompañar, como todos los Nemos del mundo, de un grupo muy reducido de fieles, que como él, gustaban del silencio y de la soledad. Ellos, a diferencia de los Nemo del mundo real, tenían todo el mar para extasiarse en el silencio que el insondable abismo marino nos regala, mientras que los Nemo del mundo real se refugian en su mente y en ese sacro santo lugar o refugio del que les cuesta mucho salir para ir al mundo.  

Los Nemos de ayer y de hoy se comportan igual. Los de ayer asistían a esas catedrales de la información que enunciábamos al principio de este artículo. Acudían a ellas para observar, escuchar, analizar y acopiar datos que les permitieran elaborar esas hipótesis del comportamiento humano que al paso del tiempo desechaban o se convertían en teoría.

Los Nemo de hoy se nutren de las redes sociales, de los mass media y de esos lugares de paso donde la gente se ve, ya que si en algún lugar es más clara la estulticia es en ellos. Por supuesto que están los estadios y todos esos lugares donde la aglomeración es la base, sin embargo los Nemo no van a esos lugares. Acuden al café, al restaurante o a ese lugar en el que pueden tomar una dosis de especie, sin tener que sufrir el hartazgo de la aglomeración.

Al inicio del artículo decíamos que en los siglos precedentes, el objetivo del diseño de las catedrales de la información era la inmovilidad. En la actualidad el objetivo es la movilidad. Que entren y salgan más personas, lo que a la postre se reflejara en la caja registradora.

Esta movilidad es la que le permite a los Nemo de hoy, estudiar, en un solo lugar, a un mayor número de personas y por ende de caracteres y expresiones. La movilidad les da acceso a una diversidad que no tenían los Nemo de ayer y con ello la oportunidad de acceder a los dos mejores libros del mundo: el otro y lo otro. El otro es su par, que no su semejante, y lo otro es el mundo.

Los Nemo no son fáciles, pero tampoco son personas difíciles de llevar. Son emocionalmente frágiles. No nos damos cuenta de ello debido a que han desarrollado una coraza que les protege de sí mismos y de los demás. La fragilidad emocional de estos está en el combés de la aceptación. No encajan en todos lados. Su pensamiento, ideas, palabras y conceptos están muy por arriba de la media.

El otro, cuando los escucha, se queda en ascuas. No por la profundidad de su decir (que lo es), sino porque no entienden ni lo heterodoxo de sus conceptos, ni su léxico.

No obstante los Nemo, más que ningún otro anómalo, requieren de una persona a su lado. Un alguien que los quiera más que a nadie en el mundo, lo cual no quiere decir que ellos le van a querer igual. Esta asimetría amorosa hace que la relación se torne difícil, ya que el otro, para poder mantenerse junto al él, deberá cambiar su visión del mundo para poder entender la no ortodoxa forma de ser del Nemo.

Los Nemo son, por su alto nivel de inteligencia y abstracción, personas abisales a las que es muy difícil retener. Pocas personas entran a su círculo y más pocas son las que permanecen en él. Ya sea porque la persona opta por salir corriendo de ahí o por que el Nemo ya migro a otras latitudes del ser, dejando al margen, sin problemas del corazón, a esa o ese que le acompaño ayer.

No pasa igual cuando son abandonados. Cuando esto sucede se desmoronan, no obstante es menester reconocer que este desmoronamiento es por un breve intervalo, ya que en tres o cuatro meses lo superarán para migrar a otros espacios del ser… Entendiendo que esta migración no es hacia una nueva geografía corporal, sino a uno de los tantos estadios intelectuales y espirituales que ocupan su mente.  

Los Nemo son por natura exigentes. Demandan de los otros realidad, razonamiento y lenguaje. Entienden, por ejemplo, que el hombre Masa se refugie intermitentemente en lo que no es. Lo que no entienden es que hagan de lo que no es, una realidad.

Cierto que toleran la idealización de estos, pero es tal tu soberbia intelectual, que no pierden oportunidad de asestarle a ese no pensante, una o dos verdades contundentes que el otro no solo no puede replicar, sino que muchas veces ni siquiera las entiende a cabalidad.

Por otro lado es menester comprender que Los Nemo no necesariamente son los mejores tomando decisiones. Esto debido a que las decisiones las toman pensando desde la óptica de ellos, no de los otros, por lo que no alcanza a visualizar el impacto que estas tendrán en el quehacer biográfico de los involucrados.

Los Nemo no son empáticos con las creencias, sentimientos, culpas y/o remordimientos de las personas con las que viven, no obstante trabajan más que ningún otro para hacer que la vida en común funcione.

Un Nemo cercano a mí y socio de negocios, me comentó que en su relación anterior hacia todo lo posible por evitarle a su pareja todo aquello que no le gustaba hacer, desde las cosas nimias, como ir a hacer la despensa, hasta las trascendentes, como llevar al padre de ella a comer todos los martes.

Este querer hacerle la vida más fácil hizo que ella perdiera el sentido de la imposibilidad, de la lucha. Poco a poco se dio cuenta que ya no tenía por qué luchar. Le habían resuelto todo. Tenía todo lo que quería y lo tenía sin esfuerzo alguno. Él le daba todo. Se lo daba sin tomar en cuenta que ella necesitaba de la lucha para ser.

El resultado era inevitable. Termino abandonándolo. Por supuesto que él se desmorono. Estuvo dos meses en los más oscuros abismos, hasta que poco a poco salió a la luz.

La muerte de los muertos es la vida.
Mi socio no tardo en sacarla de su mente y darle vuelta a la hoja. Él, como todo buen Nemo, se reestructuro y ya está cerrando unas operaciones en Bagdad y con la mira puesta en otras latitudes. Es como si ella jamás hubiese existido.

Esta enorme capacidad que tienen para darle vuelta a la hoja y no detenerse en lo que no es, hace que los demás los perciban fríos e insensibles. Cuando la realidad es que lo único que hacen es canalizar su energía y su mente en lo que sí.

Otra característica de los Nemo son sus bromas. Son bromas inteligentes, que demandan del otro un sentido del humor igual de agudo que el del Nemo.

¿Qué dijeron los cinco judíos más celebres de la historia?
El primer judío, Moisés, dijo: todo es Ley.
El segundo, Jesús, dijo: todo es Amor.
El tercero, Marx, dijo: todo es Dinero.
El cuarto, Freud, dijo: todo es sexo.
El quinto, Einstein, dijo: todo es relativo.

La broma nos la comento mi socio cuando nos movíamos de Kerbala a Bagdad. Íbamos en un avión donde la mayoría eran árabes, si bien es cierto que eran árabes con formación internacional, también lo es que no todos la iban a aceptar bien.

En lo personal la broma me pareció inteligente, no obstante los demás se quedaron callados, ya sea porque no la entendieron o porque el humor de algunos de ellos no estaba a tono. De hecho algunos comentaron que era una persona sarcástica e hiriente, lo cual en sí mismo es un pleonasmo.

Los Nemo nunca están solos.
Siempre están acompañados de sí mismos, de sus ideas, pensamientos y gusto por el debate, ya sea consigo mismo o con los demás. Gustan de la interacción intelectual y de la gente pensante. Los pocos o mucho amigos que tienen los construyen lenta e inteligentemente. Saben que el peor enemigo de alguien que busca la lealtad es la prisa, por lo que no apresuran ni fuerzan a nadie. 

No son personas a las que las norme la sociedad. No están en contra de ella, pero tampoco se subordinan a ella. Entienden a la perfección que las normas no son otra cosa más que la expresión de un deseo regulado, y no están dispuestos a que sus deseos sean regulados por otros. 

No siguen ninguna religión, parten de la premisa de que todo credo es una religión de apariencias. Las respetan pero no las siguen. Gustan de la verdad, pero saben que esta no es para todos. Saben que la verdad no nos hará libres más que por excepción, lo que nos hará libres es la justicia y esta la buscan a toda costa.

Están ciertos de que no hay mayor indulgencia que la acción y que las cosas se dicen haciéndolas, por lo que poco se explican, poco se justifican. No creen en esos que dicen perseguir la verdad, ya que por regla general los que persiguen la verdad son los que más la ocultan. 

Así, pues Los Nemo son, a pesar de sus rarezas y extrañezas, personas a las que hay que tener cerca. Mucho es lo que se aprende de ellos. Mucho es lo que aportan y mucho lo que piden. Pero a diferencia de los demás, ellos solo piden atención, inteligencia y razón.

Nos leemos en el siguiente artículo.  

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