El título de este artículo no es del todo cierto. La frustración
te puede llevar al éxito o al fracaso. Depende de la estructura antropológica
de cada quien y de la forma en que el individuo digiere y dirige su frustración.
Cuando a la persona la educaron desde niño a dirigir la frustración o cuando se
educó a sí mismo para dirigirla, canalizará la energía de la frustración hacia
la creación.
Lo ideal sería que los padres les desarrolláramos a nuestros
hijos la tolerancia a la frustración. Es nuestra responsabilidad, no obstante
es un concepto que no tiene cupo en nuestra mente. De hecho la gran mayoría
hacemos todo lo contrario. Les evitamos todo tipo de frustración y lo hacemos en
grado sumo.
Esto debido a que muchos de nosotros creemos que jamás
vamos a envejecer y que nuestros hijos no van a crecer. No obstante si por
casualidad esta creencia no estuviera fundamentada, ya sea porque si vamos a
envejecer o porque nuestros hijos si van a crecer, entonces este no frustrarlos
y enseñarles a digerir y dirigir la frustración, es un error.
A los padres se nos olvida que si queremos que
nuestros hijos logren lo mismo o más de lo que logramos nosotros, nos es
menester darles lo mismo o menos de lo que a nosotros nos dieron. Y si por
casualidad tenemos la posibilidad de darles lo mismo o más de lo que nos dieron
a nosotros, es menester que no seamos egoístas y que les demos a cargar lo
mismo o más de lo que cargamos nosotros.
El motor de la creación es la frustración, no la
satisfacción.
Una persona a la que se la da todo, a la que todo se
le resuelve, poca necesidad tendrá de agudizar el ingenio para resolver por sí
mismo las cosas. Estas personas aprenden a pedir, no a resolver.
Cierto es que los padres tenemos todo el derecho de
educar a nuestros hijos como mejor nos plazca, no obstante el único derecho que
no tenemos es el de privarlos del derecho de conquista. La vida nos enseña día
a día que nada hay hecho. Que todo lo tenemos que conquistar. Cómo entonces
aspiramos a que nuestros hijos desarrollen el espíritu de conquista si nunca se
los desarrollamos.
Los padres tendemos a resolverles todo a los hijos. Les
damos todo lo que nuestra posibilidad económica nos permite y cuando no se los
podemos dar, nos sentimos mal. Lo que claramente indica que tenemos bien
perdida nuestra misión o razón de ser como padres. Nuestra tarea no es caerles
bien, es fórmalos bien. Formarlos para cuando ya no estemos, lo cual, aunque
usted no lo crea, va a pasar.
Un conocido que es director de una escuela privada en
México. Me dice que constantemente llegan los padres a quejarse de los
maestros, dado que los reportes académicos y de conducta que la escuela les
manda, no corresponde a lo que sus hijos son, por lo cual, desde la óptica de
ellos, el problema real es el maestro y no sus vástagos.
El director les dice que sin duda alguna el maestro
tiene áreas de oportunidad que debe mejorar y que se compromete con ellos a que
así sea, no obstante cuando les pregunta a que se comprometen ellos, se ofenden
o se quedan en pausa momentánea sin saber que contestar.
El director les pregunta que qué tan buena es la
relación y comunicación que tienen con sus hijos. Les pregunta si les ayudan
cargando la mochila de libros, si les ayudan con la tarea, si les llevan de
comer cuando salen sin tiempo para preparar las viandas, si les llevan la
libreta o libro cuando lo olvidan en casa, o el uniforme de deportes cuando lo
olvidan y cosas así…
Estos suelen responder afirmativamente a todo o a casi
todo, y justo en ese momento es cuando el director les dice que él se va a
comprometer a que el maestro mejore su clase y su actitud, pero que les pide de
favor que ellos se comprometan con él a no cargarles la mochila a sus hijos, a
no hacerles la tarea, a no llevarles las viandas, la libreta y demás etcéteras
que olviden, ya que esa es responsabilidad de sus hijos y no de ellos. Que si
ellos le ayudan con eso, él se compromete que en un par de meses sus hijos
mejoraran sustancialmente sus reportes y su carácter.
Ante esto le pregunté qué cuantos padres cumplían con
el acuerdo. Me respondió que en veinte años de director ha visto que uno de
cada diez cumple sus acuerdos, obteniendo los hijos en dos o tres meses mejoras
en sus reportes. Cuando le pregunté qué que pasaba con los que no cumplían, me
contesto que en la gran mayoría de los casos los padres se cambiaban de colegio
o dejan de quejarse, pero que si de algo esta cierto, es que el problema son
los padres, no los hijos.
Estos muchachos, a los que sus padres les privaron el
derecho de conquista, descubrirán al paso al paso del tiempo, que no tienen las
habilidades y las herramientas que se requieren para arrebatarle a la vida todo
lo que desean, generándoles el continuo fracaso, una frustración que los llevará
a destruir todo aquello que no pueden construir.
La responsabilidad de frustrar a nuestros hijos es
nuestra. Con esto no quiero decir que hagamos de ellos unos frustrados, sino
que les dosifiquemos la frustración y para tal efecto nos será menester
negarles buena parte de lo que nos piden. Invitándolos, sin importar la edad
que tengan, a poner parte del capital que se requiere para lograr lo que
desean.
Para esto es menester preguntarles que cosas pueden
hacer para ganar el dinero que necesitan para comprar lo que desean y animarlos
a hacerlo. Por ejemplo, si nuestro vástago desea cursar la preparatoria o
carrera en determinada universidad, conminarlo a buscar una beca académica o
deportiva.
En caso de que no hayan logrado el nivel académico
requerido, los debemos conminar a trabajar medio tiempo para reunir el dinero
que necesitan para la escuela, amén de adquirir un crédito educativo que les
permita pagar sus estudios.
Más que darles cosas materiales, lo que les debemos
dar es una formación que les permita desarrollar su capacidad de riesgo, su
tolerancia a la frustración y su capacidad de ejecución.
La inteligencia presupone malicia, la bondad,
estupidez.
Un joven ingeniero que está en sus primeros cuarenta a
quien llamaremos Saúl, es, como todo anómalo, sarcástico y agudo a más no
poder. Posee un sentido del humor que pocos toleran. El humor, recuerde usted,
es propio de los inteligentes. Entre más alto es el IQ de una persona, más alto
y agudo será su sentido del humor. Es por eso que los chistes los crea la clase
pensante. Jamás va a ver usted a un Masa creando chistes. Estos los repiten,
pero no los crean.
Este joven viene de una cuna en donde la lucha y la
carencia eran la constante. Fue un infante inquieto, un adolescente rebelde, y un
adultecente y adulto irreverente. Sus hermanos fueron hijos ejemplares.
Obedientes, callados y respetuosos de las reglas y límites paternos, lo que
hizo que sus progenitores se decantaran más hacía ellos que hacia él.
Esta falta de atención, por decirlo de una manera,
hizo que dicho joven se viera en la necesidad de resolver desde muy temprana
edad, todos o casi todos sus problemas.
La experiencia le había enseñado que llevar los
problemas a casa era contraproducente, no solo obtenía el escarnio de su padre
y el regaño de su madre, sino que en ocasiones hasta sus hermanos le
recriminaban su proceder, por las preocupaciones y molestias que estas le generaban
a sus padres.
Sus hermanos crecieron con el constante cuidado y
protección de su madre, mientras que él se mantuvo lejos de los cuidados de su
madre y de la atención de su padre. Salía a la calle a jugar como todos los
infantes, haciendo del juego una competencia y un reto. Siempre queriendo
ganar, haciendo bromas que no eran del agrado de los demás y aprovechando
cualquier oportunidad para ganarse un peso o dos.
Así fue creciendo hasta que llego a la facultad. Ya en
la facultad el padre se lo llevaba a trabajar por periodos vacacionales o
asueto a la mina. No es que no se lo llevara antes, sino que ahora lo hacía con
un muy alto nivel de exigencia, debido a que como este estaba estudiando ingeniería,
debía aportar más que los demás.
Termina sus estudios y decide poner distancia de sus
padres. Entra a trabajar en un par de empresas. Asciende rápidamente, llegando
a lograr en muy poco tiempo la dirección comercial de una de las empresas. Su
nivel de sueldo y prestaciones eran de las más altas del mercado y justo en esa
posición es cuando decide renunciar.
Sus papas, hermanos, jefe y compañeros de trabajo lo
recomendaron no dejar su trabajo. La paga era buena y las prestaciones también.
Le hacen ver que las cosas afuera están muy difíciles, que el mercado está
contraído y que lo más seguro es que tenga que regresar y pedir que lo admitan
de nuevo, ya que no es un buen momento para ese tipo de aventuras.
Saúl les decía que no se preocuparan. Que el problema
no es quedarse sin trabajo. El problema es no saber crear trabajo, y que si
algo sabe hacer, es crear trabajo. Emprende algunas cosas, unas con más éxito
que otras y otras que resultan ser un rotundo fracaso.
Avanza, como todo emprendedor, con yerros y aciertos.
Consciente de que el camino al éxito está plagado de derrotas y que a fuerza de
errar acotamos el acierto. Este andar entre el yerro y el acierto le hace
depurar su enfoque de negocios concentrándose en aquellas oportunidades que
generan más rentabilidad por hora hombre, al grado que al paso del tiempo logra
tener una considerable cantidad de bienes de capital, más no la liquidez que deseaba.
Su devenir empresarial fue mejorando sensiblemente
hasta que nos ofrecieron un negocio asaz rentable, en que el que teníamos que
tomar la decisión de invertir todo o casi todo el capital de los involucrados.
Analizamos el entorno, la situación económica y la
capacidad crediticia que teníamos como grupo para invertir en el proyecto.
Tomamos la decisión de invertir y apalancarnos más allá de nuestra capacidad.
Para ello nos fue menester diseñar una serie de instrumentos financieros que
nos permitieran acceder a capital de riesgo, lo cual nos sujetaba a unos
intereses bastante onerosos, pero el proyecto pagaba eso y más.
La constante oblicuidad.
El resultado fue atroz. La oblicuidad –presente e
impredecible- nos afectó en demasía. El Brexit fue una sorpresa para propios y
extraños. Cuando íbamos a pensar que la clase pensante subordinara la decisión
a los no pensantes. No obstante la realidad es que gano la Masa. Ganaron los
que no piensan. Los que no saben de negocios. Los que no saben de economía, de
política y comercio internacional.
El Brexit congelo el proyecto y tiempo después una
suma de causas de orden político y económico, hizo que el proyecto se cancelara,
perdiendo con ello casi todo nuestro capital, dejándonos con un pasivo enorme y
unos intereses difíciles de pagar.
Viví, amén de mi propia debacle, la debacle de mis
socios. El desánimo y el estrés eran mayúsculos. Amén del sentimiento de
imposibilidad que genera toda debacle. Los reclamos y presiones no se hicieron
esperar, llegando, en ocasiones, al distanciamiento de la relación. Lo cual es
normal. El golpe fue contundente.
Tolerancia a la frustración.
La experiencia me permitió vivir de primera mano el
proceso de recuperación o hundimiento de cada uno de nosotros. No obstante me
es menester reconocer que si bien es cierto que la frustración fue mayúscula, también
lo fue nuestra capacidad para volver empezar. Y entre todas ellas, la que más
llamó mi atención fue la este joven.
Vivió su frustración como todos los demás, sintiendo
la impotencia y el coraje que emanan de ella, no obstante esto le duró poco. De
inmediato se aboco a crear alternativas de salida que le permitieran resarcirse
y emprender nuevos retos.
Empezó de cero, pero con una carga financiera mayúscula.
Liquidó activos para pagar intereses y una pequeña parte de sus pasivos. Y con
una mano adelante y otra atrás, exploro varias vetas de negocio hasta que poco
a poco fue decantándose por dos de ellas. En el tránsito de esto, los intereses
y presiones no disminuían, amén, claro está, que las responsabilidades del día
a de su casa lo abrumaban a mas no poder.
Canalizo su ira en el ejercicio y la intelectual en la
creación. Se puso como meta mejorar su apariencia física –certificado en fisicoculturismo-,
mejoró su alimentación, su agudeza intelectual -leyó más libros que nunca- y su
capacidad de creación y ejecución.
Al paso de los meses había logrado una apariencia de
éxito, tanto en lo físico como en lo psíquico, lo que le permitió sentarse de
igual a igual con inversionistas que no sabían que en ese momento carecía de
recursos, pero no de talento.
Era tal la seguridad que proyectaba que poco a poco le
fueron presentando opciones de inversión millonarias, amén de las que él mismo
diseño. Algunos de los socios le preguntaron qué conque iba a llevar a cabo
esos proyectos, si lo único que teníamos en ese momento era una carga
financiera mayúscula.
El contesto que los negocios se hacen con la cabeza,
no con dinero. Y que si bien es cierto que el dinero es indispensable, también
lo es el que la posesión del mismo no hace que una persona que no piensa, haga
negocio.
El dinero es una herramienta y esta, como cualquier otra
herramienta, depende de las manos del que la usa. El dinero por sí solo no hace
nada. No nos hace más inteligentes ni más visionarios. La alternativa de
negocios que diseño Saúl, la diseño sin un centavo en la bolsa. El dinero no
piensa, es un instrumento de valor en el que se entrega valor a cambio de valor.
El dinero no sirve para hacer negocios. Cierto que
estos operan con él, pero el negocio está en el diseño, no en el dinero.
Sentido de urgencia.
Otra característica que lo distinguió de los demás,
fue su sentido de urgencia. Cierto que es el socio más joven del grupo, pero la
urgencia no tiene que ver con la edad, sino con el sentido de realización de la
persona.
Entre más alta es la necesidad de realización de la
persona, más alta es la urgencia de lograrlo, y la de él es muy alta.
La razón por la cual Saúl salió a flote más rápido que
los demás, es gracias al manejo que tiene de la frustración. Su frustración fue
igual o mayor que la de los demás. En él recayó casi todo el trabajo de diseño
y contratación de despachos y empresas. Fuel el que tuvo dar la cara para decir
que se cancelaba el proyecto y el que asumió la mayor responsabilidad operativa
y social.
Fue el centro de las críticas y reclamos, tanto con
los proveedores como de las autoridades involucradas, por no hablar de las que
tenía en casa, amén del famoso “te lo dije” de sus padres y hermanos. Hizo
oídos sordos, dejando el pasado en el pasado para resolver el presente y
construir el futuro.
Hoy, gracias a su empuje, a su sentido de urgencia y a
que canalizo toda su frustración en crear soluciones en lugar de dolerse de sus
fracasos, va camino al éxito empujando un proyecto que seguramente tendrá sus
altas y bajas, pero que a la postre le generará muchos más beneficios que el
proyecto original.
Hizo de la frustración, el motor de su creación.
Nos leemos en el siguiente artículo.
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