jueves, 13 de abril de 2017

La frustración como motor de la creación.

El título de este artículo no es del todo cierto. La frustración te puede llevar al éxito o al fracaso. Depende de la estructura antropológica de cada quien y de la forma en que el individuo digiere y dirige su frustración. Cuando a la persona la educaron desde niño a dirigir la frustración o cuando se educó a sí mismo para dirigirla, canalizará la energía de la frustración hacia la creación.   

Lo ideal sería que los padres les desarrolláramos a nuestros hijos la tolerancia a la frustración. Es nuestra responsabilidad, no obstante es un concepto que no tiene cupo en nuestra mente. De hecho la gran mayoría hacemos todo lo contrario. Les evitamos todo tipo de frustración y lo hacemos en grado sumo.

Esto debido a que muchos de nosotros creemos que jamás vamos a envejecer y que nuestros hijos no van a crecer. No obstante si por casualidad esta creencia no estuviera fundamentada, ya sea porque si vamos a envejecer o porque nuestros hijos si van a crecer, entonces este no frustrarlos y enseñarles a digerir y dirigir la frustración, es un error.

A los padres se nos olvida que si queremos que nuestros hijos logren lo mismo o más de lo que logramos nosotros, nos es menester darles lo mismo o menos de lo que a nosotros nos dieron. Y si por casualidad tenemos la posibilidad de darles lo mismo o más de lo que nos dieron a nosotros, es menester que no seamos egoístas y que les demos a cargar lo mismo o más de lo que cargamos nosotros.

El motor de la creación es la frustración, no la satisfacción.
Una persona a la que se la da todo, a la que todo se le resuelve, poca necesidad tendrá de agudizar el ingenio para resolver por sí mismo las cosas. Estas personas aprenden a pedir, no a resolver.

Cierto es que los padres tenemos todo el derecho de educar a nuestros hijos como mejor nos plazca, no obstante el único derecho que no tenemos es el de privarlos del derecho de conquista. La vida nos enseña día a día que nada hay hecho. Que todo lo tenemos que conquistar. Cómo entonces aspiramos a que nuestros hijos desarrollen el espíritu de conquista si nunca se los desarrollamos.

Los padres tendemos a resolverles todo a los hijos. Les damos todo lo que nuestra posibilidad económica nos permite y cuando no se los podemos dar, nos sentimos mal. Lo que claramente indica que tenemos bien perdida nuestra misión o razón de ser como padres. Nuestra tarea no es caerles bien, es fórmalos bien. Formarlos para cuando ya no estemos, lo cual, aunque usted no lo crea, va a pasar.

Un conocido que es director de una escuela privada en México. Me dice que constantemente llegan los padres a quejarse de los maestros, dado que los reportes académicos y de conducta que la escuela les manda, no corresponde a lo que sus hijos son, por lo cual, desde la óptica de ellos, el problema real es el maestro y no sus vástagos.

El director les dice que sin duda alguna el maestro tiene áreas de oportunidad que debe mejorar y que se compromete con ellos a que así sea, no obstante cuando les pregunta a que se comprometen ellos, se ofenden o se quedan en pausa momentánea sin saber que contestar.

El director les pregunta que qué tan buena es la relación y comunicación que tienen con sus hijos. Les pregunta si les ayudan cargando la mochila de libros, si les ayudan con la tarea, si les llevan de comer cuando salen sin tiempo para preparar las viandas, si les llevan la libreta o libro cuando lo olvidan en casa, o el uniforme de deportes cuando lo olvidan y cosas así…

Estos suelen responder afirmativamente a todo o a casi todo, y justo en ese momento es cuando el director les dice que él se va a comprometer a que el maestro mejore su clase y su actitud, pero que les pide de favor que ellos se comprometan con él a no cargarles la mochila a sus hijos, a no hacerles la tarea, a no llevarles las viandas, la libreta y demás etcéteras que olviden, ya que esa es responsabilidad de sus hijos y no de ellos. Que si ellos le ayudan con eso, él se compromete que en un par de meses sus hijos mejoraran sustancialmente sus reportes y su carácter.

Ante esto le pregunté qué cuantos padres cumplían con el acuerdo. Me respondió que en veinte años de director ha visto que uno de cada diez cumple sus acuerdos, obteniendo los hijos en dos o tres meses mejoras en sus reportes. Cuando le pregunté qué que pasaba con los que no cumplían, me contesto que en la gran mayoría de los casos los padres se cambiaban de colegio o dejan de quejarse, pero que si de algo esta cierto, es que el problema son los padres, no los hijos.

Estos muchachos, a los que sus padres les privaron el derecho de conquista, descubrirán al paso al paso del tiempo, que no tienen las habilidades y las herramientas que se requieren para arrebatarle a la vida todo lo que desean, generándoles el continuo fracaso, una frustración que los llevará a destruir todo aquello que no pueden construir.

La responsabilidad de frustrar a nuestros hijos es nuestra. Con esto no quiero decir que hagamos de ellos unos frustrados, sino que les dosifiquemos la frustración y para tal efecto nos será menester negarles buena parte de lo que nos piden. Invitándolos, sin importar la edad que tengan, a poner parte del capital que se requiere para lograr lo que desean.  

Para esto es menester preguntarles que cosas pueden hacer para ganar el dinero que necesitan para comprar lo que desean y animarlos a hacerlo. Por ejemplo, si nuestro vástago desea cursar la preparatoria o carrera en determinada universidad, conminarlo a buscar una beca académica o deportiva.

En caso de que no hayan logrado el nivel académico requerido, los debemos conminar a trabajar medio tiempo para reunir el dinero que necesitan para la escuela, amén de adquirir un crédito educativo que les permita pagar sus estudios.

Más que darles cosas materiales, lo que les debemos dar es una formación que les permita desarrollar su capacidad de riesgo, su tolerancia a la frustración y su capacidad de ejecución.

La inteligencia presupone malicia, la bondad, estupidez.
Un joven ingeniero que está en sus primeros cuarenta a quien llamaremos Saúl, es, como todo anómalo, sarcástico y agudo a más no poder. Posee un sentido del humor que pocos toleran. El humor, recuerde usted, es propio de los inteligentes. Entre más alto es el IQ de una persona, más alto y agudo será su sentido del humor. Es por eso que los chistes los crea la clase pensante. Jamás va a ver usted a un Masa creando chistes. Estos los repiten, pero no los crean.

Este joven viene de una cuna en donde la lucha y la carencia eran la constante. Fue un infante inquieto, un adolescente rebelde, y un adultecente y adulto irreverente. Sus hermanos fueron hijos ejemplares. Obedientes, callados y respetuosos de las reglas y límites paternos, lo que hizo que sus progenitores se decantaran más hacía ellos que hacia él.

Esta falta de atención, por decirlo de una manera, hizo que dicho joven se viera en la necesidad de resolver desde muy temprana edad, todos o casi todos sus problemas.

La experiencia le había enseñado que llevar los problemas a casa era contraproducente, no solo obtenía el escarnio de su padre y el regaño de su madre, sino que en ocasiones hasta sus hermanos le recriminaban su proceder, por las preocupaciones y molestias que estas le generaban a sus padres.

Sus hermanos crecieron con el constante cuidado y protección de su madre, mientras que él se mantuvo lejos de los cuidados de su madre y de la atención de su padre. Salía a la calle a jugar como todos los infantes, haciendo del juego una competencia y un reto. Siempre queriendo ganar, haciendo bromas que no eran del agrado de los demás y aprovechando cualquier oportunidad para ganarse un peso o dos.

Así fue creciendo hasta que llego a la facultad. Ya en la facultad el padre se lo llevaba a trabajar por periodos vacacionales o asueto a la mina. No es que no se lo llevara antes, sino que ahora lo hacía con un muy alto nivel de exigencia, debido a que como este estaba estudiando ingeniería, debía aportar más que los demás.  

Termina sus estudios y decide poner distancia de sus padres. Entra a trabajar en un par de empresas. Asciende rápidamente, llegando a lograr en muy poco tiempo la dirección comercial de una de las empresas. Su nivel de sueldo y prestaciones eran de las más altas del mercado y justo en esa posición es cuando decide renunciar.

Sus papas, hermanos, jefe y compañeros de trabajo lo recomendaron no dejar su trabajo. La paga era buena y las prestaciones también. Le hacen ver que las cosas afuera están muy difíciles, que el mercado está contraído y que lo más seguro es que tenga que regresar y pedir que lo admitan de nuevo, ya que no es un buen momento para ese tipo de aventuras.

Saúl les decía que no se preocuparan. Que el problema no es quedarse sin trabajo. El problema es no saber crear trabajo, y que si algo sabe hacer, es crear trabajo. Emprende algunas cosas, unas con más éxito que otras y otras que resultan ser un rotundo fracaso.

Avanza, como todo emprendedor, con yerros y aciertos. Consciente de que el camino al éxito está plagado de derrotas y que a fuerza de errar acotamos el acierto. Este andar entre el yerro y el acierto le hace depurar su enfoque de negocios concentrándose en aquellas oportunidades que generan más rentabilidad por hora hombre, al grado que al paso del tiempo logra tener una considerable cantidad de bienes de capital, más no la liquidez que deseaba.

Su devenir empresarial fue mejorando sensiblemente hasta que nos ofrecieron un negocio asaz rentable, en que el que teníamos que tomar la decisión de invertir todo o casi todo el capital de los involucrados.

Analizamos el entorno, la situación económica y la capacidad crediticia que teníamos como grupo para invertir en el proyecto. Tomamos la decisión de invertir y apalancarnos más allá de nuestra capacidad. Para ello nos fue menester diseñar una serie de instrumentos financieros que nos permitieran acceder a capital de riesgo, lo cual nos sujetaba a unos intereses bastante onerosos, pero el proyecto pagaba eso y más.

La constante oblicuidad.
El resultado fue atroz. La oblicuidad –presente e impredecible- nos afectó en demasía. El Brexit fue una sorpresa para propios y extraños. Cuando íbamos a pensar que la clase pensante subordinara la decisión a los no pensantes. No obstante la realidad es que gano la Masa. Ganaron los que no piensan. Los que no saben de negocios. Los que no saben de economía, de política y comercio internacional.

El Brexit congelo el proyecto y tiempo después una suma de causas de orden político y económico, hizo que el proyecto se cancelara, perdiendo con ello casi todo nuestro capital, dejándonos con un pasivo enorme y unos intereses difíciles de pagar.

Viví, amén de mi propia debacle, la debacle de mis socios. El desánimo y el estrés eran mayúsculos. Amén del sentimiento de imposibilidad que genera toda debacle. Los reclamos y presiones no se hicieron esperar, llegando, en ocasiones, al distanciamiento de la relación. Lo cual es normal. El golpe fue contundente.

Tolerancia a la frustración.
La experiencia me permitió vivir de primera mano el proceso de recuperación o hundimiento de cada uno de nosotros. No obstante me es menester reconocer que si bien es cierto que la frustración fue mayúscula, también lo fue nuestra capacidad para volver empezar. Y entre todas ellas, la que más llamó mi atención fue la este joven.

Vivió su frustración como todos los demás, sintiendo la impotencia y el coraje que emanan de ella, no obstante esto le duró poco. De inmediato se aboco a crear alternativas de salida que le permitieran resarcirse y emprender nuevos retos.

Empezó de cero, pero con una carga financiera mayúscula. Liquidó activos para pagar intereses y una pequeña parte de sus pasivos. Y con una mano adelante y otra atrás, exploro varias vetas de negocio hasta que poco a poco fue decantándose por dos de ellas. En el tránsito de esto, los intereses y presiones no disminuían, amén, claro está, que las responsabilidades del día a de su casa lo abrumaban a mas no poder.

Canalizo su ira en el ejercicio y la intelectual en la creación. Se puso como meta mejorar su apariencia física –certificado en fisicoculturismo-, mejoró su alimentación, su agudeza intelectual -leyó más libros que nunca- y su capacidad de creación y ejecución.

Al paso de los meses había logrado una apariencia de éxito, tanto en lo físico como en lo psíquico, lo que le permitió sentarse de igual a igual con inversionistas que no sabían que en ese momento carecía de recursos, pero no de talento.

Era tal la seguridad que proyectaba que poco a poco le fueron presentando opciones de inversión millonarias, amén de las que él mismo diseño. Algunos de los socios le preguntaron qué conque iba a llevar a cabo esos proyectos, si lo único que teníamos en ese momento era una carga financiera mayúscula.

El contesto que los negocios se hacen con la cabeza, no con dinero. Y que si bien es cierto que el dinero es indispensable, también lo es el que la posesión del mismo no hace que una persona que no piensa, haga negocio.

El dinero es una herramienta y esta, como cualquier otra herramienta, depende de las manos del que la usa. El dinero por sí solo no hace nada. No nos hace más inteligentes ni más visionarios. La alternativa de negocios que diseño Saúl, la diseño sin un centavo en la bolsa. El dinero no piensa, es un instrumento de valor en el que se entrega valor a cambio de valor.

El dinero no sirve para hacer negocios. Cierto que estos operan con él, pero el negocio está en el diseño, no en el dinero.

Sentido de urgencia.
Otra característica que lo distinguió de los demás, fue su sentido de urgencia. Cierto que es el socio más joven del grupo, pero la urgencia no tiene que ver con la edad, sino con el sentido de realización de la persona.

Entre más alta es la necesidad de realización de la persona, más alta es la urgencia de lograrlo, y la de él es muy alta.

La razón por la cual Saúl salió a flote más rápido que los demás, es gracias al manejo que tiene de la frustración. Su frustración fue igual o mayor que la de los demás. En él recayó casi todo el trabajo de diseño y contratación de despachos y empresas. Fuel el que tuvo dar la cara para decir que se cancelaba el proyecto y el que asumió la mayor responsabilidad operativa y social. 

Fue el centro de las críticas y reclamos, tanto con los proveedores como de las autoridades involucradas, por no hablar de las que tenía en casa, amén del famoso “te lo dije” de sus padres y hermanos. Hizo oídos sordos, dejando el pasado en el pasado para resolver el presente y construir el futuro.

Hoy, gracias a su empuje, a su sentido de urgencia y a que canalizo toda su frustración en crear soluciones en lugar de dolerse de sus fracasos, va camino al éxito empujando un proyecto que seguramente tendrá sus altas y bajas, pero que a la postre le generará muchos más beneficios que el proyecto original.

Hizo de la frustración, el motor de su creación.


Nos leemos en el siguiente artículo.   

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentarios y sugerencias