Duro oficio el del rey el de vomitarse sobre sí mismo. Frase que usaba el Rey Sol (Luis XIV) cuando tenía necesidad de desdecirse. Frase que ahora me veo en la necesidad de hacer mía debido a que, por años, me dedique a diseñar e implementar herramientas antropológicas que ayudaran a los Consejos de Administración y a las empresas a hacer una mejor selección para el puesto vértice de la empresa y de las áreas claves.
La razón por la que no solemos a ver más allá de lo creado es porque somos rehenes de nuestras creaciones. Ya una vez hechas y validadas con la realidad, dejamos de sentir el impulso de mejorarlas, sobre todo si estás son diferenciadas y rentables, amén, claro está, que nuestra antropología nos impele a no hacerlo, ya que a nada tiende más el ser humano que al confort.
Tendencias antropológicas.
Son tres las tendencias antropológicas que rigen nuestro
inconsciente hacer: El confort, la acumulación y el tiempo
libre para sí.
Las tres se contraponen entre sí. El confort nos impele a la comodidad, a realizar el menor esfuerzo. Lo que indudablemente incidirá en nuestro proceso de acumulación, ya que para esto es menester contar con recursos. Y estos solo los podremos obtener si trabajamos intensa e inteligentemente, lo que nos obligaría a sacrificar parte del tiempo libre para sí, que es lo que nos solaza y reconstruye interiormente. La forma en que el individuo resuelva este nudo gordiano será lo que le distinga y separe de los demás.
Ahora bien, si partimos de la premisa antropológica de que la personalidad es progresiva y mortal, podemos educir que entre más avanza una persona en edad, más palmaria será el área hacia donde, consciente o inconscientemente gravitan sus intereses y pasiones: confort, acumulación o tiempo libre para sí.
Previo a las elecciones en Estados Unidos nos abocamos en la Abstracción a hacer un análisis prospectivo del entorno y de algunos líderes políticos que tienen bajo su egida la responsabilidad de conducir y posicionar competitivamente a su país en el concierto de las naciones. Y lo que encontramos, más allá de las herramientas mencionadas, es que estos (como usted y como yo) se rigen por dos variables no conscientes que comandan su accionar: Intereses y Pasiones.
Todo hacer que no tenga que ver con la supervivencia es vanidad… Y es justo está frivolidad la que nos lleva a mentirnos regular o episódicamente a nosotros mismos y a los demás. No obstante, si observamos más allá de las máscaras, descubriremos que los intereses y pasiones (parcela de la humana natura de la que no tenemos control) siempre nos dejan ver lo que el otro es… Esta dupla de la que poco estamos conscientes es la que nos lleva a acertar y a equivocarnos siempre con el mismo tipo de personas y circunstancias.
El interés tiene que ver con la mente, las pasiones, con los sentidos.
El interés de un ser humano no solo se sustenta en su antropología
(especie, genética y entorno donde esta se desarrolló y opera), se nutre
también de sus creencias. No de lo que el individuo cree creer (imagina que
cree), sino de lo que intrínsecamente cree.
El hacer de una persona este íntimamente ligado a su intrínseco creer… Su hablar, a lo que cree creer. Así pues, una cosa es el: Me gustaría; y otra: El quiero. Lo que te gusta, lo platicas; Lo que quieres, lo haces.
Curiosidad e Interés.
Es importante distinguir y separar curiosidad de interés. El interés puede
ser interno (obedece a nuestra natura) o externo (obedece a los accidentes y/o
fenómenos del entorno). El interno se mantiene y acentúa con el tiempo. El externo
necesita del conocimiento para confirmarlo o rechazarlo, amén de que muta con
la edad. El interno se nutre de lo que el individuo es; el externo, de la
curiosidad.
Imaginación y deseo.
La imaginación alimenta al deseo y este a la imaginación.
Uno y otro se nutren de fantasía. Y solo hasta que nos aventuramos a conocer lo
otro (lo que llama nuestra atención), en lo otro (lo que la persona o cosa es),
sin perder lo propio (identidad y criterio), es que podemos confirmar o
rechazar si la realidad y la fantasía se acercan a lo imaginado.
El deseo, al confirmar la proximidad entre imaginación y realidad, tenderá a prolongarse en el tiempo, pero siempre como algo exógeno, por lo que no es extraño que disminuya o desaparezca con la edad. No pasa así con el intrínseco interés, este es una constante que se acentúa al paso de los años (genio y figura hasta la sepultura).
El interés no miente.
Ya comentamos que el interés exógeno es temporal y mutable. El intrínseco,
permanente y creciente. Las pasiones, por el contrario, están siempre en estado
latente, esperando la primera oportunidad para expresarse. Interés y pasión están
íntimamente entrelazados, sin embargo, es el interés el que conduce a las
pasiones…, y la ausencia de este el que permite que estas se explayen a su
arbitrio para alimentarse a sí mismas sin ninguna dirección (excesos).
A menor interés de la persona en algo especifico, mayor afán de novedad al todo en general. De tal suerte que la pareja, proyecto o actividad más atractiva, será siempre la que está por llegar.
Ya una vez que llega y se explora el todo de la partes y estas
como parte de un todo, perderá, en cuestión de días o meses, el sentido de la
novedad. No por malo o deficiente, sino porque el acercamiento no obedece al intrínseco
interés, sino a la curiosidad. El interés construye, la novedad, usa.
Para una persona que está bien centrada en su interés (construcción), le será más
fácil la dirección de sus pasiones, amén de que las sujetará a tiempos y condiciones
que le permitan ser dueño de estás y no estas de él.
Observe a sus allegados y conocidos. Descubrirá que aquel que está en plena conquista de sus intrínsecos intereses, se solazará episódicamente en su pasión. Mientras que ese otro que ya renuncio a ellos, le dará rienda suelta a su pasión.
El que no puede conquistar sus intrínsecos intereses, se avocara a conquistar el mundo religioso – espiritual para sentir que es mejor que los demás…, o el hedonista, para conquistar cuerpos y placeres. Los dos tenderán a la persuasión emotiva (chantaje emocional). El primero hablando de una ética que no está en él; el segundo, de un sentimiento que no mora en él.
Lo que vemos hoy en el concierto de las naciones, es a líderes que están más preocupados por el logro de su intrínseco interés que por el logro de sus naciones. En el inter de que estos adolescentes de la tercera y cuarta edad alcancen la madurez y logren conciliar su interés con los de la nación que dirigen, vamos a experimentar las inestabilidades y zozobras propias del hacer adolescente.
Nos leemos en el siguiente artículo.