martes, 22 de octubre de 2024

La familia: extraño e incierto futuro.

Cada vez es más frecuente toparme con jóvenes que no contemplan en su horizonte la posibilidad de formar una familia. Se ven acompañados por una pareja, pero sin hijos. De hecho, son pocos los que consideran que la relación de pareja sea un tema de larga data. A algunos les gustaría que fuera así, pero no están cerrados a cambiar de pareja si las cosas no marchan bien o si los planes de carrera de uno u otros los impelen a tomar horizontes diferentes.

La relación de pareja la ven más como un acompañamiento que como un compromiso. De hecho, la gran mayoría considera que la vida adulta es algo que empieza entre los 35 y 40, de tal suerte que en sus primeros y segundos cuarentas es cuando se convertirían en mayores, es decir, adultos que empezarían a considerar el futuro como una realidad y no como una abstracción que está ahí, pero distante.

Este fenómeno ha propiciado que la tasa de natalidad descienda en todo Occidente, lo que obviamente generará fuertes problemas sociales en muchas naciones, ya que la única fuente de mano de obra que tendrán es la de los migrantes. Los cuales lenta y progresivamente se convertirán en la mayoría votante de los países en los que están.

La trascendencia.
Las generaciones pasadas crecieron con el sentido de la trascendencia. Los individuos buscaban, a través de su ser y hacer, trascender en tiempo y espacio. Era un fenómeno que se daba en todos los estratos sociales, de tal suerte que la persona, sin importar el puesto o función que desempeñaba, buscaba que su conducta y su trabajo le ayudarán a trascender, tanto para sí mismo como por los suyos.  

Los padres de esas generaciones preparaban a sus hijos para el futuro, educándolos en casa en todo lo concerniente al ser (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y en la escuela en las cosas del hacer (capacitación y adiestramiento). Esa generación creció consciente de que sus sueños los realizarían en la jubilación, no antes.

Poco a poco fuimos perdiendo el rumbo, al grado de que fue más importante el saber hacer que la forma de ser. Lo que importaba es que el individuo tuviera los conocimientos y herramientas que necesitaba para competir y la disposición para abrirse camino en un mundo en donde la cuantía del resultado disculpaba la forma.  

Las generaciones emanadas de ese proceso le dieron otra vuelta a la tuerca al proceso educativo, de tal suerte a muchos de los jóvenes que recién han terminado sus estudios o que están por terminar, se les ha preparado más para perseguir sus sueños que para enfrentar el futuro. Esto los ha llevado a una deslocalización laboral mayúscula, ya que cuando llegan a la realidad, descubren que esta nada tiene que ver con sus sueños, lo que los impele a renunciar una y otra vez para perseguir esa otra posición en la que tal vez encuentren su sueños.

En las generaciones anteriores, lo sustancialmente importante era cumplir con las responsabilidades primarias de la familia (educación y sustento) y ya cuando se terminaba con estas se dedicaban a eso que tanto les gustaba. Para algunos era un oficio, para otros el estudio, los viajes, el deporte, las artes plásticas y una sin fin de etcéteras más.

Esta inversión del orden de las cosas es lo que esta generando que muchos de los jóvenes de hoy no deseen tener hijos, ya que la manutención y educación de estos atenta contra el nivel de libertad y bienestar que aspiran tener.

El problema que veo a futuro es que cuando estos llegan a esa edad en la que por obvias razones se reduce el círculo social y el horizonte de posibilidad, van a enfrentar una vacuidad que no experimentó ninguna de las generaciones anteriores.

Me queda claro que no pueden extrañar lo que no conocen. Saben lo que es tener padres, pero no lo que es tener hijos. Si estas generaciones tuvieran la oportunidad de preguntarles a sus padres y abuelos sobre aquellas cosas que consideran sus logros trascendentales, descubrirían que muy pocos sustentarían uno ajeno a los hijos.

Podrán haber viajado por todo el mundo, conquistado las cimas del poder político, económico, profesional o empresarial y, aun así, lo más seguro es que los logros trascendentales que enuncien sean sus hijos, sin importar si estos están en la genialidad, en la medianía o debajo de ella.

Recién tuve oportunidad de ver el video de una ejecutiva con la que he tenido la oportunidad de interactuar desde sus inicios hasta hoy que ocupa la posición vértice de la empresa en la trabaja. Su devenir profesional ha sido encomiable y lleno de logros, no obstante, jamás la había visto como la vi en el video en el que festejaba que su hijo había ganado el primer lugar en una competición de atletismo en donde además marco una nueva marca de velocidad. Este, junto con los logros de su hija son, por la expresión que hizo de ellos, los logros más importantes de toda su vida.

Comento esta anécdota por lo siguiente: los hijos no solo son la única oportunidad que tenemos de inmortalizar nuestro potencial genético, sino que son, más allá de su capacidad y posibilidad, el único aporte que los seres humanos le hacemos a la vida.

Nos leemos en el siguiente artículo.

 

1 comentario:

  1. Cuando el DESTINO los alcance, para muchos serâ ya tarde

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