viernes, 29 de diciembre de 2023

El mundo desde las finanzas.

Recién tuve la oportunidad de coordinar un taller de riesgos globales y nacionales con un grupo de financieros, inversionistas y directivos de diferentes giros de negocio. El grupo estaba conformado por personas de distintas latitudes geográficas y continentales, lo que me permitió acceder a desiguales y contradictorias formas de ver y entender lo que está pasando en el mundo.

Los temas que se analizaron fueron bélicos (Rusia; Israel; Egipto; Yemen; China; Filipinas y el rearme de Japón). Económicos (tasas de interés; petróleo; contracción monetaria). Sociales (elecciones presidenciales, migración, conflictos internos) y ambientales. Como era de esperarse, los inversionistas y directivos veían y analizaban el entorno desde dos ópticas: la empresarial y la social.

Desde lo empresarial analizaban el entorno partiendo de la premisa de que, en lo externo, lo interno. Lo que les hizo enfocarse en aquellas cosas del entorno que pudieran incidir en su proceso de negocios, dejando, para el ámbito social e individual, todo lo demás. En otras palabras, si lo que está pasando en determinada parte del globo me afecta, lo analizo y actuó en consecuencia. Lo que no incide en el quehacer de mi negocio, lo paso a la casilla de lo social o individual, para analizarlo más tarde y no desgastarme en aquello en lo que nada puedo hacer.

No es que no les interesase o desearán poner distancia al dolor y destrucción del acontecer mundial. Simplemente se enfocaban en lo que les incidía, en aras de capitalizar oportunidades y minimizar riesgos.

No obstante, había en el grupo quienes tenían un yo social tan grande que les era imposible no dolerse y preocuparse de esos otros aconteceres en los que no tenían forma de incidir, lo cual, aunado a nuestra humana tendencia a priorizar lo malo sobre lo bueno (que es una de las cosas que nos han ayudado a sobrevivir), les hacía indignarse e incordiarse ante la aparente pasividad e indiferencia de los que solo analizaban el entorno desde la óptica de los negocios y, peor aún, de los socialmente más alejados: los financieros.

La temperatura de las opiniones fue subiendo conforme se analizaban los acontecimientos actuales y los que se podrían suscitar en este nuevo escenario geopolítico que se empezó a gestar desde el 2020. Un escenario en el que inciden variables que no existían antes y que nos exponen a situaciones para las cuales no tenemos ni el conocimiento ni la experiencia. Tan es así que los más confundidos son los presidentes de los países y los Gobernadores de los Bancos Centrales.

La teorías económicas, sin haber perdido su vigencia y razón de ser, ya no inciden en los mercados y en las economías como lo hacían antes, debido a que estas se tienen que rediseñar en función de las nuevas variables que han aparecido y que antes solo leíamos en las novelas futuristas.

Los países industrializados se dieron cuenta en el 2020, que habían centrado lo más fuerte de su manufactura en locaciones más competitivas en mano de obra e insumos, en donde si bien es cierto que ganaron en utilidades, también lo es que perdieron en conocimiento. Si tú no haces las cosas, pierdes el conocimiento de cómo se hacen las cosas. China e India son los países que en este momento tienen el conocimiento de cómo se hacen las cosas que se dejaron de hacer en otros países.

La responsabilidad de un hombre de negocios es dual; maximizar utilidades y maximizar el valor de la empresa en el tiempo. Al llevarse la producción a otros países, maximizaron utilidades, pero no el valor de la empresa en el tiempo.

La Pandemia fue el detonador que llevo a los empresarios a tomar conciencia del error estratégico que cometieron al primar el corto plazo (beneficios) sobre el largo plazo (valor de la empresa en el tiempo.

A los políticos les paso algo similar, descubrieron que sus países dejaron de ser manufactureros para migrar de lleno al sector terciario de la economía (servicios), en el que el capital es más rentable respecto a los activos, pero más volátil y especulativo.

En otras palabras, ante una crisis de suministro, sus países no tienen con que defenderse. No solo no pueden hacerlo en la forma en que lo hacían cuando eran dueños de la manufactura, sino que además dependen de terceros en lo referente al control de las líneas de producción y distribución de bienes y servicios.

En el 2024 vamos a vivir una intensa guerra económica y arancelaria, amén de intensos procesos de desestabilización interna (elecciones polarizadas y migración), y de roces bélicos que pudieran agravarse por errores de cálculo.

Se hizo el análisis de los riesgos más acuciantes tanto en el orden global como en el nacional, sin embargo, y más allá de las conclusiones, la nota de la reunión la pusieron los financieros, específicamente los de la Banca.

Cuando los empresarios e inversionistas preguntaron a los financieros sobre su diagnóstico, estos no solo no veían motivo de alarma, sino que, además, mostraban una tranquilidad inentendible a ojos de los demás. Al cuestionarles al respecto, la respuesta fue: todos van a necesitar dinero. En bonanza o en crisis, en paz o en riesgo, estabilidad o inestabilidad, todos van a necesitar dinero. Así es que, desde nuestra óptica, todo está bien.

La anécdota no solo es interesante, sino que además es ilustrativa. Setenta y tres países van a tener cambio de gobierno en el 2024. Algunos de extrema izquierda, otros de extrema derecha y los menos, mediando entre uno y otro extremo. El 2024 también va a ser un año de intensos flujos migratorios y desequilibrios sociales, amén de cambios climáticos que generarán problemas y tragedias en diferentes partes del mundo.

Ante eso y todo lo que está por venir, mi recomendación es que tome la postura de los financieros: céntrese en su dinero. En gastar lo menos posible e invertir en instrumentos líquidos y seguros, aun cuando la rentabilidad no sea tan alta como otros instrumentos de alto riesgo.

En síntesis, si usted cuida e invierte inteligentemente su dinero, le será más fácil sortear cuanta adversidad, problema o reto se avecine. Esto no significa que usted se deba mostrar ajeno a lo que pasa en el mundo. Hágalo, pero sin dejar de centrarse en lo único en lo que puede incidir: en usted y los suyos.

Nos leemos en el siguiente artículo.

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