miércoles, 29 de agosto de 2018

Puros cuentos.

Primer cuento: ¿Estás mal? ¿No andas borracho?
Santiago, hombre de muchas letras y de pocas palabras, le escribe a su mujer después de un mes de no mandarle una solo línea, lo cual no quiere decir que haya desinterés o incordio. Simplemente dejo de mandarle letras debido a que estaba pasando por un proceso de disección interno, en donde el soliloquio, medio por el cual desvela los óbices de su entendimiento, le impele a poner distancia del objeto amado.

La realidad es que no hay día que no le escriba algo, a pesar de que es poco lo que llega a ojos de ella, ya que la gran mayoría de las cosas que escribe las escribe para sí… Para entender, entenderse y explicarse.  

Santiago es un hombre que poco se distingue de los demás. Es tan normal como cualquier otro. Ta vez las diferencias más sutiles estén en sus filias y fobias, sin embargo es menester reconocer que, pasando estas, no hay en él nada que le distinga y separe de los demás. Es, como usted y yo, un hombre normal.

Su premio, así le dice a su mujer (el Premio de Vencedor) es veinticinco años menor que él, no obstante es una mujer que sin dejar de ser jovial, pose una madurez y definición de vida que supera por mucho a las mujeres de su segmento etario.

A primera vista no podrían ser más disímbolos: él es un eremita, y como tal, serio, hosco y adusto. Ella, gregaria por excelencias, es jovial, alegre y bromista.

Los dos gustan de la charla inteligente, del enriquecedor debate que se da en el encuentro de contrarios, de pasar la tarde en buen sofá, degustando un café al tiempo que desvelan todo lo que una pintura o escultura les puede decir. No obstante él es un eremita, ella, una gregaria.

 Ella explora, innova, descubre, mientras que él, antípoda de ella, se sumerge en los abismos de su mente, de sus libros y proyectos. No sales de tu cueva, le dice ella, hay que secuestrarte y sacarte al mundo para que tomes nota de él. La novedad en la casa está en ella, la continuidad, en él.

No obstante esta dispar pareja posee códigos de comunicación cien por cien atípicos.

Ella gusta de la pluma de él y de navegar en el océano de sus letras. Surca con pericia las ciclónicas olas que la describen, al tiempo que bucea en las más profundadas oquedades del ser que él saca a la palestra a través de su pluma. De hecho hay ocasiones en que estas últimas la azoran y la abruman tanto como esas otras en las que él se proyecta describiéndola.

Sobre todo cuando ese conjunto de letras que forman un poema o una narrativa de lo que ella es en él, la llevan a descubrir o a re-pensar algún escondido abismo o litoral que ella había explorado poco o qué había sabido mantener para ella misma.

Cuando esto acaece, ella, siempre dulce y romántica, le contesta, como en reciente ocasión, con un: ¿Estás mal? ¿No andas borracho? En otras ocasiones contesta con un tierno y dulce: ¿Dónde lo copiaste? Y así como estas lindezas, muchas más.

Él aprendió que ella responde así solo cuando sus letras la abruman, la confunden o la comprometen. No con él..., claro está..., sino con ella.

Cuando sus letras son, por decirlo de una manera, cotidianas y coloquiales, ella no responde nada. Las lee, las guarda y en ocasiones las vuelve a leer no tanto para leer lo que estas dicen, sino para leerse en ellas, pero nunca dice nada. Son de ella y para ella. 

En las únicas que responde con esa carga de romanticismo inusual, es en aquellas en las que necesita tiempo para digerir no a las letras, sino a ella misma. Así, esta inusual forma de comunicación que hay entre ellos, es, sin duda alguna, extraña y atípica a ojos de los demás, pero para ellos es una forma de decir: ¡Te quiero¡

Segundo cuento: ¿Y si no nos casamos?
Sandra es joven, guapa y muy atractiva, amén de inteligente, pragmática y emprendedora.
Madre natural de dos y putativa de tres. Sus hijos, ella de 15 y él de 10, son de su primer y único matrimonio. Los otros tres son hijos de su asociado, no obstante ella los ha adoptado como putativos, en especial a uno de ellos con el que se ha identificado a plenitud.

Sandra dirige una empresa trasnacional con operaciones en varias partes del mundo, lo que la lleva a viajar a las latitudes de sus clientes con el fin de asegura que la calidad y el servicio sea el acordado, amén, claro está, de negociar precios y contratos.

Es una mujer independiente y autónoma a la que le cuesta trabajo la idea del matrimonio, pues este, aunque pleno si es con la persona correcta, demanda de los acuerdos y concesiones propias de la cohabitación, cosa que ella no ha tenido necesidad de hacer desde hace muchos años.

Sandra y su asociado, por llamarlo de una manera, coincidieron en una empresa en la que esta trabajaba cuando su hija de quince era una infante de tres. De ese entonces a la fecha él ha estado pendiente de su devenir, de sus parejas (intentos fallidos que terminaron en una samaritana reivindicación de sus pretendientes como hombres de bien y en una clase de apostolado de ella), de sus palabras, cuitas y canguelos. 

Él, cada que coincidía con ella, se abocaba a observarla y absorberla. Platicaba con ella y le preguntaba sin preguntar sobre sus devenires y andares, lo que hacía que ella platicara de sus yerros, aciertos y discernimientos sentimentales, los cuales él buscaba constatar en las aristas de su geografía corporal.

El cuerpo, lo sabemos bien, muta en función de la relación y las circunstancias, por lo que él, como cartógrafo humano, buscaba las manifestaciones de estas en los continentes y contenidos de su cuerpo. Lo hacía no porque dudara de lo que ella enunciaba, sino porque deseaba saber cuáles de todas esas experiencias eran las que habían dejado huella en su geografía corporal. Estas son las reales, las demás, insustanciales.

En todos los casos descubrió el mismo común denominador. Siempre era ella la que daba más en la relación, no porque ellos no la amasen, sino porque estos habían llegado a ella en el naufragio de su propia vida, siendo ella la que los reivindicó y salvo.

Descubrió también que nunca hubo un él que la llevara a más, tanto porque ninguno hubiese podido hacerlo como por él innegable hecho de que uno de esos jamás hubiese encontrado cupo en ella... Por lo menos no en ese momento.

Ella es una mujer que tiene el motor fuera de borda, por lo que se basta a sí misma para llegar a más, no obstante la realidad es que a todos necesitamos sentir la calidez de un amor salvífico que nos reconcilie con la vida… Y ella no lo ha sentido, por lo menos no así, siempre es ella la que salva, nunca a la que salvan.

La relación entre Sandra y su asociado se dio de manera desigual. Él se sintió atraído hacia ella en lo físico y en lo psíquico. Ella, en lo intelectual. En él había pasión, en ella cerebro.

Él quería cobijarse en ella al tiempo que ella buscaba cobijarse en la mente de él. La de él era una gravitación física; la de ella, intelectual. Al paso del tiempo se fueron acercando, no obstante la gravitación de ella siempre ha sido hacia la mente de él.

Él no solo está consciente de ello, sino que además no tiene problemas con ello. Él lo que quiere es estar con ella, ya sea en calidad de pareja, amigo o socio, pero estar con ella. Varias veces le dicho que él lo que desea es casarse con ella, pero que no es menester que lo haga, que pueden estar juntos como amigos o socios, pero juntos.

Él no gravita hacia ninguna otra Mujer o piel que no sea la de ella. Para él lo más importante es el que ella esté bien. Con o sin él, pero bien.

Ella, más allá de lo que él diga o haga, está consciente de que él batalla en el combes del ser en lo referente a ella. Cuando él no puede manejar una situación o una respuesta de ella, se aísla y se pierde en el más profundo de los silencios, lo que inevitablemente hace que ella se pregunte cómo sería una relación con él, ya sea como esposa, socia o amiga.

No obstante contempla la posibilidad racional de hacer una vida con él. Esta cierta de que sus hijos crecerían bajo la sombra de una mente que les haría mucho bien, no solo por la mente de él sino porque la de sus hijos empatarían muy bien con la de él.

Sabe que es un hombre con el que puede ser, que entiende sus claroscuros y disfruta sus demonios. Un hombre que no la va a frenar y que la va a permitir la expresión del ser, aún a pesar de sus intermitentes aislacionismos y silencios.

Esto que a todas luces puede ser vista como una relación desigual debido a la gravitación física de uno e intelectual del otro, funciona bien entre ellos porque ambos están conscientes de las circunstancias de uno y otro. El amor de ellos es un amor funcional. No quiere decir que ella no lo ame. Lo ama pero lo ama a su manera, más intelectual que físicamente, así como él le ama más desde el combes de lo físico y psíquico que intelectual.

Los dos son racionales y, como todos los entes racionales, pasionales y emocionales. Su relación está basada en el raciocinio de las cosas. A ella le gusta gustarle y a él le gusta ella.

Él quiere que ella esté con él. Ella quiere un hombre que la cobije y la deje de ser.

Él teme que ella se vaya. Ella le dice que lo poco mucho que esté es ganancia. Él obtiene la presencia psíquica, física y espiritual de ella… Ella, la mente de él.

No es una relación de cuento ni tampoco pretende serlo....

La gran mayoría de las relaciones donde el raciocinio es la base y cimiento, es donde se dan las uniones más fructíferas, tanto para los actores principales como para los colaterales. 

Este tipo de relaciones donde él romanticismo decimonónico las ha hecho ver como puro cuento, son, paradójicamente, en las que se construyen los mejores cuentos.

Tercer cuento: Los malos amigos
Este cuento se pudo haber llamado: los malos hijos o los malos amigos. Escogí este último debido a que los hijos pueden entrar en el rubro de los malos amigos, pero los amigos no pueden entrar en de los hijos.

Jacob, es un sefardita observante que de no haber coincidido con la Mujer de su vida y con la gestión que sus malos amigos hicieron en favor de esta, hubiese dedicado su vida a desvelar más y mejores parcelas del saber. Avanzando en este ámbito, al tiempo que se perdía todos los demás, en especial el del amor.

El Amor, lo sabemos bien, nos brinda un “porque”, que no brinda ningún otro porque. No hay sobre el planeta nada que nos brinde un porque como el que brinda el amor, pero entremos al cuento…

Jacob lleva muchos años viviendo solo. Es un intelectual que gusta de las letras, del silencio y la soledad que estas requieren para su cabal disección y degustación.

Gusta tanto de ellas que en alguna momento llego a pensar en la posibilidad de vivir el resto de su vida dedicado a la gnosis, sin embargo la vida, que no gusta de la tediosa e insípida linealidad, le deparó una sorpresa y dos malos amigos: uno de ellos en la persona de su hijo y el otro en la de un Imam, que si nos es musulmán lo parece, no por su religiosidad o apariencia, sino porque es un hombre muy respetado en el mundo de la abstracción.

Jacob conoció tiempo atrás a una mujer que pobló su mente como ninguna otra. La pobló no solo desde el día en que la conoció, sino que además la ha ido poblando de tal forma que no hay día que no hable de ella.

Esta mujer causo tal azoro en él, que tiene grabada en su mente el día que la conocía… Su impronta, sus gestos, lo adusto de su rostro y la seriedad que en ese momento reflejaba su alma. Ella, fría y distante, ni siquiera reparo en él. Él le llevó chocolates y ella, en su papel de mujer casada, se quejó de él.

Consciente de lo poco atinente de su elección (ella estaba casada), guardo su gusto e intención en el archivo de asuntos sin terminar, a sabiendas de que este tema no podía archivarse en ningún otro lugar.

Paso el tiempo y con él los distintos avatares de uno y otro. Caminaron separados por aquellos caminos que creían sendero. Exploraron geografías corporales y territoriales que pensaban próximas, cuando la realidad es que eran tan lejanas que ni recuerdos dejaron.

Y así siguieron, recorriendo caminos y senderos que los alejaban y que en muy rara ocasión les permitía un encuentro ocasional… Hasta que un día la oblicuidad, principal causante de la gran mayoría de los acaeceres del mundo, los volvió a unir.

Jacob, reticente a perder el espacio que dedicaba a la abstracción, le dijo que estaba cierto de que si él se unía ella, iba a perder todo aquello que le distingue y es. Ella, sabía cómo la vida, se quedó callada, no dijo nada. Simplemente se circunscribió a estar, es decir, a dejar que la vida hiciera lo que le es menester hacer.

Las cosas entre ambos marchaban con los característicos ascensos y descensos del hacer humano. Él, a la caza de esa oportunidad que le diera a ambos el espacio que él consideraba correcto. Ella en la paciente espera de ver hasta cuando él hacía lo propio como hombre, cierta de que lo demás, es decir lo empresarial, vendría después.

Todo seguía su curso hasta que un día aparecieron los malos amigos. El primero en salir a la palestra fue el hijo de él. Este, por azares de la vida coincide con ella en un evento. Los presentan, se presentan y de inmediato se identifican y afinan.

Él, consciente de que lo que su padre necesita es a una mujer como ella, hizo lo propio para que las cosas se dieran y se dieran bien. El padre, huelga decir, ni idea tenia del accionar de su hijo y de la constante comunicación que este sostenía con ella, principalmente en esos momentos en los que él se refugiaba en los abismos de su ser, sin decir palabra y sin dar señales de vida. Gracias al hijo de este es que ella sabía que él estaba bien.

Lo más que él hijo abrió sus cartas fue con un simple: Papá, ya la conocí. Por favor no lo vayas a echar a perder.

El segundo en salir a la palestra fue el Imam, el amigo de Jacob mencionado al principio de este relato. Este, tan intelectual como Jacob, conoce a esta mujer gracias a que este los presento. Platica con ella y de inmediato cae bajo el influjo de su encanto, amén de comprender que ella es la mujer que Jacob necesita.

Así, los amigos (que en este caso eran hijo y amigo), esos otros yo que habitan en otros cuerpos y que conocen de nuestra personalidad ese lado que por familiar ya no vemos en nosotros, se confabularon consigo mismos y sin ponerse de acuerdo entre ellos, y mucho menos con ella, para lograr que Jacob se rindiera a ella.

Ambos, hijo y amigo, están ciertos de las fortalezas de Jacob, pero lo están más de sus debilidades, amén de que están ciertos de que no hay peor debilidad que ser débil en la debilidad. Y es precisamente ahí, en su debilidad, donde más lo ayudaron.

Ambos, cada uno por su lado y desde su muy particular óptica, coincidieron en que lo que más necesitaba Jacob era de la alegría y chispa de ella, amén de que estaban seguros de que ella es la única persona que lo podría sacar del ostracismo ante impuesto en el que vive.

Así, los amigos, cuando realmente lo son, no son más que esa otredad que nos ayuda, con o sin nuestra venia, a subsanar esas debilidades en las que cómodamente nos refugiamos para no salir jamás.

En el caso de este relato, ellos (hijo y amigo) hicieron lo propio no para darle más años la vida de Jacob, pero si para darle más vida a sus años

En este caso ellos fueron el espejo que le ayudó a entender que ella era y es la Mujer que lo completa y complementa, pero también hubiesen sido los primeros en alejarlo de ella si hubiese sido lo contrario...

Así, pues, hay ocasiones en que los malos amigos, ya que nunca le dijeron nada de su plan para salvarlo de él mismo, nos ayudan a ver con claridad lo que nuestros miedos y fantasmas no nos dejan ver.

Cuarto cuento: Dos senos y par de cuernos.
Janeth es una mujer exuberante que ha sabido sacarle partido a los maas media. Trabaja como modelo, además de conducir un programa de televisión, de publicar un libro e influir en las redes sociales.

Hace un mínimo de dos horas diarias de ejercicio y trata, en la medida de lo posible, de hacer una sola comida al día. Su cuerpo, sujeto a incontables operaciones de auto alteración genética, muestra la exuberancia de aquello que ella considera sus encantos.

A Janeth le conocí hace catorce años en un canal de televisión al que acudí a un debate. En ese entonces era edecán del set, sin más atributos que el servicio que prestaba. Coincidí con ella en dos o tres ocasiones y siempre en el mismo medio, no obstante en cada ocasión desempeñando un rol ascendente. Después de ello deje de verla hasta ahora que fuimos compañeros accidentales de viaje

Cuando la conocí el bisturí no había visitado su cuerpo, y si bien es cierto que no era ni es una mujer bella (no para mí), si poseía una estética delgadez que hacía que te fijaras en ella. El contenido, es decir aquello que estaba y está allende el empaque, sigue siendo el mismo. Ahí no había nada y sigue sin haber nada, salvo que hoy, paradójica e incongruentemente, hay un vacío mayor al que había antaño.

Aprovecho las horas de viaje para platicarme que se había casado con un hombre muy mayor. Ante tal expresión me fue menester preguntar que era a lo que ella llamaba muy mayor, a lo cual contestó que 45 años.

Me comentó que duró dos años de noviazgo y veinte días de casada. Las razones de su divorcio, palabras textuales de ella: es que había descubierto, con mucho dolor, que no era millonario. En otras palabras, la habían engañado y ahora cargaba a cuestas los errores de su fracaso.

Ella había renunciado a todo. A los medios, a los canales de comunicación y al modelaje. Y lo hizo en aras de un matrimonio que resultó ser todo lo contrario a lo que se había imaginado.

En los dos años de noviazgo viajó con él por diferentes partes de Estados Unidos.  Se hospedo en hoteles de lujo, amén de que la llevaron a las mejores tiendas del lugar, lo cual a la postre fue parte del engaño, por lo menos así lo presenta ella, ya que el novio, hoy ex marido, resulto ser una persona normal, sin el dinero que ella necesita para poder expresar su amor y fidelidad.

En los veinte días que duró su matrimonio se involucró en cuatro experiencias extramaritales. Lo hizo, así me lo explico, para demostrarse así misma que él no era lo que ella necesitaba.

Insistió en que si se había operado los senos era para lograr que estos sirvieran como tarjeta de presentación a los ojos de los hombres, pero que nunca pensó que los que se fijaran en ellos fueran tan poquitos en capacidad económica y empresarial.

Janeth, como usted y como yo, construye sus propios cuentos, no obstante los de Janeth son cuentos con poca probabilidad de final feliz. Son una interminable caída del vacío en el vacío. Una muestra de ello es la suma de causas que me dio sobre el porqué de su infidelidad, tanto en su reciente divorcio como en sus relaciones anteriores.

Víctor Hugo, el insigne autor de Los Miserables, decía que no hay amor más puro que el amor pagado. Ya que es un amor donde ambos tienen claro lo que se espera de ellos. De uno, el que pueda pagar y del otro, que pueda servir. Hasta aquí todo va bien, salvo que eso no es amor. Es una transacción comercial, pero no amor.

En el caso de Janeth acaece lo mismo. Lo de ella es una transacción mercantil, pero no amor. Luego no es de extrañar que los hombres de su vida sean hombres similares a ella. La factibilidad de que encuentre al hombre de su vida es nimia.

Puede construir todos los cuentos que desee, en la inteligencia de que estos cuentos le van a servir única y exclusivamente para justificarse ante sí misma, pero no para hacer la vida.

En la vida hay un solo cuento que nos salva de todo y ese cuento es el amor. No hagamos, pues, un cuento de cuentos sobre el amor.

La realidad es que todo lo demás es efímero. Nacemos y morimos iguales. Nos vamos separando de los demás conforme avanzamos en edad, para buscar, al final de la vida, la atención de aquellos a los que no hubiésemos atendido ayer.

Los otros éxitos, empresariales, económicos, intelectuales y cuanto etcéteras desee usted agregar, de nada le van a servir si no tiene con quien compartirlos.

Haga de su amor un bonito cuento.

Nos leemos en el siguiente artículo.

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