sábado, 5 de agosto de 2017

La creación de la inteligencia.

La inteligencia se crea a sí misma y se crea a través de la ausencia; la espera y la palabra.

James Joyce decía que un hombre es un fantasma que se ha desvanecido hasta ser impalpable... Ya sea por muerte, por ausencia o por cambio de costumbres.

Y ni duda cabe que el mundo está lleno de este tipo de fantasmas... Hombres que se han desvanecido hasta hacerse impalpables... Ya sea por no hacer uso de su inteligencia, por no existir para ellos mismos.., y por ende para los demás.

Las redes neuronales se encienden justo a los días de nacido para no apagarse nunca, salvo que por voluntad propia uno decida apagarlas… ¿Cómo? Dejando de leer, de pensar y de analizar la vida y el entorno desde la estricta realidad. Dejando de escrutar todo lo que uno piensa, dice y hace, amén de todo lo que uno escuche, ve y observa.

Nunca hacemos nada por nada. Cierto que en apariencia hacemos muchas cosas solo por hacerlas, no obstante la realidad es que en todo lo hacemos hay substrato de razón que pocas veces llevamos a la razón.

Si nos detuviéramos a pensar en eso que queremos hacer porque se nos antojó en ese momento, ya sea por el impulso de terceros o porque nos dejamos llevar por el grupo, por el entorno o por cuantas razones deseemos agregar, descubriremos dos cosas: 
1)      Que nada lo hacemos porque sí; 
2)      Que muy pocas cosas que hacemos tienen un después…

Nada lo hacemos porque sí.
Todo lo que hacemos tiene un substrato de razón que pocas veces llevamos a la razón. Si nos detuviéramos a pensar cual es la razón primera y última de nuestro accionar, descubriríamos que muy poco de lo que hacemos tiene sentido. La gran mayoría de nuestros actos son irreflexivos y obedecen al impulso del momento, razón por la cual nos es menester crearle razones a la razón para justificar nuestro inútil y estéril accionar.

Esto es lo que hace que hayamos acuñado frases como: Ladrón que roba a ladrón… Lo que bailado quien me lo quita… y muchas más. Cuando en estricta realidad toda decisión debe ser buena a priori y no a posteriori. 

Es por ello que se dice y se dice bien que: “o piensas antes de actuar o terminaras actuando como piensas”. Justificar lo que paso no tiene ciencia, cualquiera lo hace. Proyectar y fundamentar lo que uno quiere que pase, es ahí donde está la diferencia entre un ser pensante y uno que no lo es. 

La realidad es que en todo acto, hasta en esos que no tienen sentido, hay un sustrato de razón que jamás nos detenemos a pensar. Son actos que obedecen a inseguridades acuñadas en lontananza y que por obvias razones hemos dejado en el olvido. Inseguridades que ya no podemos explicar, y menos si no nos detenemos a analizarlas, entenderlas y dirigirlas.

Estas son las que nos llevan a cometer una enorme cantidad de estulticias, ya sea por temor de que el otro crea que no nos atrevemos a hacer eso que nos pide, o por el temor de que la persona que nos invita a hacer algo nos deje al margen de sus afectos, o que el grupo nos rechace, o porque no queremos actuar con la impronta del deber ser de nuestros padres, maestros y tutores.

Causas, que ya identificándolas y entendiéndolas, se pueden dirigir sin problema alguno, ya que en el devenir del tiempo uno termina descubriendo que en la vida hay una enorme cantidad de sustos, pero muy pocos males. Tan pocos, que no son más de tres, mientras que los males son vastos…, y el 99.99% de ellos, imaginarios.

Así, cuando entiendes que no pasa nada si no haces aquello que los otros te invitan a hacer, es cuando dejas de hacer las cosas que hacen los demás, para empezar a las cosas que debes de hacer.

Intención de futuro.
Como vimos líneas arriba, la gran mayoría de las cosas que hacemos las hacemos para poblar el espacio. Son cosas que mueren justo en el momento en que las hacemos, debido a que carecen de intención de futuro. Son actos estériles que no nos llevan a ningún después que este encadenado a otro después.

Nosotros, que presumimos a los cuatro vientos de ser lo más sublime de la creación, somos la única especie de la creación que está llena de actos inútiles. Todas las demás especies tienen actos con intención de futuro: entrenar, jugar, reposar, cazar, etcétera; Nosotros no. Nosotros estamos llenos de actos inútiles. Actos que no tienen otro fin más que el de matar a ese que nos quiere matar: el tiempo.

La única razón por la cual nuestros actos carecen de intención de futuro, es debido a que no tenemos una definición de futuro. Nos vamos construyendo en el día a día, y si bien es cierto que la vida es oblicua y no lineal, también lo es el que por más oblicua que esta sea, si no se tiene una idea de futuro, será la oblicuidad la que gobierne nuestra vida y no nosotros. 

Napoleón Bonaparte, compañero mío de primaria, le decía a sus generales cuando estos le presentaban circunstancias antagónicas a sus planes: ¿Circunstancias? ¡La circunstancia soy yo!

Con esto lo que les quería decir es que él, más que nadie, reconocía el poder de la oblicuidad (aquello que surge más allá de lo planeado). Pero que el líder lo es en cuanto tiene la capacidad de adaptarse a las circunstancias, usarlas a su favor y conseguir el objetivo. Y esto solo se puede hacer cuando uno tiene bien definido su futuro.

Al inicio de este artículo decíamos que las redes neuronales se prenden a los días de nacido para no volverse a apagar jamás. De ahí en adelante operamos con el entramado de redes que construimos día a día, las más de las veces sin estar conscientes del entramado que estamos construyendo, y otras, las menos, conscientes de que lo estamos haciendo.

Es de suma importancia recordar que el cerebro no está hecho para pensar. Al cerebro hay que enseñarle a pensar, no obstante este piensa con el entramado que le construimos. Así, si el entramado es pobre, el pensamiento será igual.

Las redes neuronales son el software con el que se opera la vida, y estas se desarrollan en más o en menos en función de tres variables: 1) La ausencia de las cosas;
2) La espera para lograrlas y; 
3) La palabra, amplitud y significación de nuestro vocabulario -las cosas existen solo cuando las puedes nombrar.

La Ausencia.
Los padres de familia, en ese afán por darles a nuestros hijos lo que no tuvimos, les damos todo lo que podemos en aras de que tengan una vida mejor que la que tuvimos. Craso error. Como padres de familia tenemos todos los derechos, menos el de privarles del derecho de conquista, que es lo que hacemos al darles lo que nos piden.

La inteligencia rara vez se desarrolla en la abundancia de las cosas, al contrario, es la ausencia la que la dispara. Por supuesto que si esto fuera literalmente cierto, no habría, por mencionar un ejemplo, pobres en el mundo. Sin embargo la realidad nos demuestra que no es así. Los pobres son mayoría y si alguien que carece de cosas son ellos. Así entonces: ¿porque la ausencia dispara la inteligencia, si en la realidad vemos todo lo contrario?

El problema es que la ausencia solo dispara la inteligencia cuando la ausencia genera dolor y cuando se quiere trascender en lo ausente. 

Una ausencia me puede generar dolor, pero no sentir la necesidad de trascender en ello. En estos casos el dolor es pasajero, es decir, me duele la ausencia pero no siento la necesidad de subsanarla, porque no siento el impulso de trascender en ella.

La ausencia debe generar dolor y sentido de trascendencia. Sin estas dos variables, la ausencia es tan solo una más de las ingentes carencias con las que nos hemos acostumbrado a vivir. Carencias que si están o no están, nuestra vida se mantiene igual. Cambiará el hacer de la persona, pero no el ser.

Veamos algunos ejemplos:
El rico tiene dinero porque le genera dolor no tenerlo y porque desea trascender en ello. A nada teme más el rico que a la pobreza, por lo que aguza su inteligencia al máximo para resolver ese problema que lo desvela.

El rico sabe que en cualquier momento se puede quedar sin dinero, ya que el dinero es un subproducto de nuestro hacer. En otras palabras, sabe que si lo que hace lo hace mal, perderá hasta el último centavo, por lo que se afana en pensar al máximo todo lo que hace para lograr que su hacer le garantice la presencia de eso que tanto miedo le da no tener: el dinero.

El culto tiene cultura porque le genera dolor su ignorancia y quiere trascender en ella. A nada le teme más que a su ignorancia. Esto lo lleva a leer todos los días, a estudiar, investigar y analizar todo lo que lee, estudia y ve. 

El culto no se conforma con leer, observar y estudiar el hacer humano. Para él es menester descubrir, entender y crear conocimiento... Se estima que en la actualidad, con todos los avances de la ciencia y de la tecnología, solo se conoce un 4% de la materia del universo y de las energías que lo mueven. El 96% es desconocido totalmente.

El culto, consciente de su no saber, observa, estudia, indaga y construye modelos que le ayuden a otros a entender la realidad. Lo que quiere es dejar huella, crear cultura, conocimiento. 

Un cofrade acuño una frase que explica a la perfección lo que aquí estamos tratando de explicar: Este le dice a otro cofrade: “He aprendido que si tú quieres leer un libro, vas y lo escribes”. Esto, para el culto, es una forma de trascender.

La diferencia entre el que lee y escribe es abisal. ¿Quiere esto decir que el que lee no es inteligente por el solo hecho de no escribir? Por supuesto que lo es. Siempre y cuando analice, medite y sujete lo leído y pensado al intercambio dialógico, ya que el conocimiento se da hablando. 

En mi mundo (finanzas y negocios) es común que los grandes monstruos de los negocios (hombres y mujeres) encuentren la solución a sus problemas cuando los platican con sus conyugues... Si por lo mucho que estos aportan. Más porque al platicar se escuchan, y cuando te escuchas te encuentras.

La ausencia es ausencia solo cuando esta genera dolor y sentido de trascendencia. 

¿Porque se puede dejar muy fácil a la pareja? Porque esta no nos genera dolor y mucho menos sentido de trascendencia. Cuando la pareja te duele, ya que esta te completa y complementa, lo único que no quieres estar sin ella. ¿Cómo entonces podrías terminar con ella si necesitas de ella para te completa y complemente? La trascendencia es inequívoca: Ella existe en ti y tu existe en ella.  

La Espera.
Otra variable de suma importancia en la formación de la inteligencia es la esperaEsta no solo sirve para desarrollar la inteligencia, sino que además forja el carácter. 

A los hijos no solo les damos todo o casi todo lo que nos piden y podemos, sino que además se los damos incondicionalmente y de inmediato. Por lo que no hay necesidad de que estos pongan a trabajar sus neuronas para conseguir las cosas, sino que además no se ven en la necesidad de forjar el carácter.

En una operación de negocios, un agente financiero que había apostado todo a una operación, me decía que es angustiante estar todo el día sentado esperando a que las cosas sucedan....

Lo que quiero ejemplificar con esto es que cuando a los hijos se les enseña a operar dentro de la estructura, donde todo está hecho y lo único que hay que hacer es esperar a que las cosas sucedan, pocas veces podrán operar fuera de ella. Lo que ineluctablemente les llevara a buscar trabajo, ya que lo único que no sabrán es crear trabajo. Tal como le pasa a la persona arriba mencionada.

La espera ayuda a desarrollar la ciencia de la paz (paciente), amén de que es de suma importancia entender que los objetos como los sujetos, tienen su tiempo y su momento, y cuando uno tratar de violentar los tiempos de las personas y de las cosas, termina, irremediablemente, echándolas a perder.

La naturaleza, que en sí misma es un poco más sabía que nosotros, se toma su tiempo para formar un bebe, un árbol, una vida. ¿Por qué entonces es que nosotros queremos todo al instante? La causa principal es que no nos han enseñado a trabajar la paciencia y esta, aunque usted no lo crea, genera réditos abundantes.

Algo que pocos van a entender al leer esto, es que cuando juegas con el tiempo a tu favor, terminas ganandoPara esto es menester entender y respetar los tiempos de las cosas y de las personas. 

Cantidad de parejas al divorciarse, crean en los juzgados cuantos óbices puedan para evitar que su pareja vea a sus hijos. Esto, claro está, como herramienta de presión para obligar al otro a que firme lo que este quiere. Afectando considerablemente a los hijos, los cuales terminan siendo reos de una situación que no quieren ni necesitan.

Si el agredido juega con el tiempo a su favor, lo que haría en lugar de entrar a un pleito interminable, es conciliar sin meter el tema de los hijos a debate, sabiendo que estos van a crecer y que le van a buscar más allá de los deseos del demandante. Al paso de tiempo se habrá ahorrado miles de pesos en abogados, así como una enorme cantidad de disgustos.

La dinámica mundial en la actualidad es tan rápida, que no nos alcanzaría el dinero ni la vida para darles gusto a nuestros hijos. Si en lugar de darles todo y de dárselo en el momento, los conminamos a trabajar para que pongan la mitad de lo que se requiere para comprar lo que desean, les estaremos desarrollando el valor del trabajo, del ahorro y de la espera.

Lo ideal sería que los conmináramos a desarrollar algo para vender, para tocar de puerta en puerta, no por lo que vayan a vender, sino por el reto de enfrentar y superar las negativas, las negociaciones de precios y demás óbices del cliente. 

Sin lugar a dudas que nuestros hijos cuestionaran nuestro proceder, lo cual nos debe tener sin cuidado, ya que no tienen la edad para entender lo que estamos haciendo.

La ausencia y la espera nos obligan a crear alternativas de acción o a esperar en la inamovilidad a que las cosas sucedan. La espera inmóvil no nos hace más inteligentes. Nos hace demandantes, pero no inteligentes.

En artículos anteriores narré la anécdota de uno de mis hijos. A este le contraté clases de manejo. De hecho tomo dos cursos. Cuando termino su segundo curso llego a mi oficina y deslizo su certificado en mi escritorio. Lo recibí, lo felicité y le dije que me daba mucho gusto. 

Al terminar mi salutación me pregunta con cierto nivel de exigencia: ya termine… ¿Y mi carro? A lo que de inmediato contesté: cuando estabas infante te metí a clases de natación… Y no recuerdo que una sola vez hayas llegado a mí a decirme: ¿y mi alberca?

Mi trabajo es darte las herramientas, el instrumento es cosa tuya. Así como estas hubo muchas más en las que se vio en la necesidad de superar su frustración, creando ideas de negocio que le generarán los recursos que deseaba. Fracasando en casi todas, hasta que al paso del tiempo se convirtió en un empresario exitoso, acostumbrado a usar el cerebro para generar, no para demandar.

La palabra (la forma en que nomina las cosas).
Este tema es recurrente en mis escritos, ya que la forma en usted nomine a las cosas, determinara lo que en la cosa y con la cosa puede llegar a hacer.

Si usted cree que trabajando va a hacer dinero, le tengo una muy mala noticia. Lo que logrará es un sueldo que le permitirá vivir el día a día, y con un poco de suerte, una pensión para su vejez.

La pregunta que usted se debe hacer es: ¿qué quiere, trabajar o ganar dinero?

Cierto que para ganar dinero hay que trabajar, pero una cosa es operar negocios, otra dirigir negocios y otra crear negocios. Nosotros, en ese pésimo uso que hemos hecho del lenguaje, le llamamos trabajar a cualquier cosa, cuando la realidad es que la gran mayoría de los trabajos no son otra cosa que una terapia ocupacional o de ingresos, pero solo eso.

Observe a la gente en su trabajo. Descubrirá en la gran mayoría de ellos una inercia asfixiante, amén de una desidia, desinterés y apatía mayúscula. Hacen lo que tienen que hacer, para no más que ello. Esto debido a que la frustración y decepción que les embarga es mayúscula, ya que por mucho que trabajen no salen de donde están.

Lo único malo de ganar una carrera de ratas, es que, aunque ganas, sigues siendo rata. 

La gran mayoría de nosotros estamos donde estamos y como estamos por no pensar. Por creer que pensamos cuando la realidad es que pensamos que pensamos. Y pensar que se piensa no es pensar, es imaginar.  

El problema del cerebro es que este va formando su software en función de las palabras que usamos y el significado que le damos a estás. Estas definen los criterios con los que interpretamos y cualificamos la vida, limitando o ampliando nuestras posibilidades en un mundo que por sí mismo es más allá de lo que nosotros pensemos que es.

Por ejemplo, si usted cree que el universo es la respuesta, sus límites estarán definidos a eso que usted contempla como respuesta. Ya no tendrá la necesidad de inventar el hilo negro. Alguien lo hizo por usted. Usted solo tiene que limitarse a hacer lo que otros le dicten y con eso está bien.

Por el contrario, si usted cree que el universo es la pregunta, observará y cuestionará todo lo que le rodea. Hará ciencia, creara modelos que ayuden a otros a entender la realidad. Creará cosas al tiempo que se estará recreando a usted mismo.

Y la diferencia entre uno y otro es el software que construyeron a través de la palabra. Software que les ayudará a ver y operar el mundo desde un cristal muy particular. El de su entramado neuronal.

En síntesis, la inteligencia se crea a sí misma y se crea a través de la ausencia, la espera y la palabra.

La ausencia bien dirigida es una oportunidad que invita a crear los medios y las herramientas para subsanar lo deseado.

La espera bien dirigida forja el carácter y ayuda a entender que las cosas no se merecen, se ganan.

La palabra en su correcta significación nos ayuda a llamar las cosas por su nombre, amén de que nos enseña a no esperar lo inesperado.

La buena noticia es que la inteligencia (capacidad de pensar lo que se piensa) es algo que construimos día a día a través del entramado neuronal que construimos en el diario vivir.

Es usted y no su cerebro el que decide que pensar… Constrúyalo, ya que de no hacerlo, confundirá lo posible con lo probable, la fantasía con la realidad y el imaginar con el pensar.

Nos leemos en el siguiente artículo.

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