martes, 1 de agosto de 2017

La formación de la conciencia.

Recién sostuve una plática con unas clientas sobre una persona que necesitaban contratar para una operación de comercio internacional. La interrogante en cuestión era el que ellas pensaban que era una persona de cuestionable moral, ya que, desde la óptica de ellas, era hombre disoluto, mujeriego pero eficiente en su hacer. 

Las damas arriba mencionadas necesitaban de él para que les ayudara en unas operaciones en las que la persona en cuestión posee vasta experiencia, el problema es que iba a ser menester que por lo menos dos de los maridos de ellas viajarían con él para ser testigos de la operación, lo cual, en la fértil mente de mis clientes, representaba un grado de riesgo mayúsculo.

Las esposas, siempre preocupadas por la santa moral de sus príncipes consortes, se opusieron rotundamente a dicho viaje, para lo cual me pidieron que fuera yo (seguramente porque me ven igual que la persona mencionada) el que viajara con dicha persona, ya que qué, eso me dijeron, al término de la operación iba a ser menester hacer la ingeniería de pago, y quien mejor que yo para hacer dichas cosas.

Conozco de antaño a las cuatro parejas. Dos de ellas son hermanas y las otras dos son primas de las primeras y primas entre ellas. Las cuatro se casaron con unos muñecos de aparador, con hombres encantadoramente inútiles, poseedores de una sonrisa carismática, de una palabra fácil y con una habilidad extraordinaria para el palique social.

Ninguno de ellos se distingue por sus habilidades empresariales. De hecho a tres de ellos es menester explicarles las cosas más de una vez, ya que su pereza intelectual es tal que todo se les dificulta, a excepción, claro está, de vinos, restaurantes y lugares para vacacionar y jugar golf. El cuarto de ellos posee más luces y un mayor nivel de pragmatismo. Esta cierto de que si ella está bien, él va a estar bien, por lo que no discute, no cuestiona. Se limita a acatar los dislates de su mujer y así todo funciona bien.

Ellas son hijas, nietas y bisnietas de empresarios emblemáticos de su ciudad. Fueron educadas para trabajar desde un Consejo de Administración, no para operar, no para dirigir. Y lo que hacen lo hacen bien. No obstante su formación intelectual está cargada de paradigmas propios al estrato en el que crecieron, amén de que las familias de tres ellas mantienen una estrecha relación con los Legionarios de Cristo y el Opus Dei. La cuarta de ellas milita en el Opus Dei pero no tiene, como las anteriores, hermanos sacerdotes dentro de dicha institución.

Así, con este entorno, no me extraño la postura de ninguna de ellas respecto a la persona arriba mencionada y peor aún si este va a estar dos semanas de viaje con sus maridos. Las cuatro reconocen que el sujeto en cuestión es un hombre inteligente, eficaz y eficiente, no obstante piensan que posee una moral muy laxa, lo cual no comparto.

Terminamos la reunión y nos fuimos a cenar a un restaurante que está a dos cuadras de mis oficinas. Nos fuimos caminando, inmersos en la plática y en las ventajas de vivir en una ciudad como Austin. Llegamos al restaurante, ordenamos la cena y en el inter la conversación fue discurriendo sobre el tema de la moral y de la conciencia, y de cómo era posible que la gente pudiera vivir con una conciencia tan deteriorada.

Me limite a escuchar hasta que una de ellas cuestiono mi silencio. Me preguntó mi opinión sobre la persona en cuestión y me limite a contestar que en lo personal no conocía nada de él como para poder emitir una opinión con fundamento. Que a mí me parecía una buena persona, imprudente en el decir pero prudente en el hacer.

Enfatizaron el hecho de que era un hombre egoísta, que solo pensaba en él (cosa que hacemos todos), al grado de que no se había casado y había decidido no tener hijos, y que las pobres mujeres que le habían acompañado en el tránsito de su vida, se vieron en la necesidad de dejarlo debido a que él no quería casarse ni formar una familia.

Pero de todo lo que dijeron, lo que más llamó mi atención fue el tema de la conciencia. Ellas, jueces indiscutibles y poseedoras de la verdad absoluta, calificaron al sujeto en cuestión como alguien con serios problemas de conciencia. Esto me llevo a preguntarme: ¿cómo podemos calificar la conciencia de una persona? ¿Quién está cualificado para juzgar la conciencia de alguien más?

El palique de las damas siguió varios derroteros hasta el final de la cena. Nos despedimos, les desee suerte en su emprendimiento y me fui a mi casa pensando en el tema de la conciencia.

Antes de explicar el proceso por el cual se forma la conciencia, he de confesar que intencionalmente omití debatir el tema con ellas. Primero porque sus príncipes consortes se iban a sentir incómodos y segundo porque no estoy cierto que a ellas les interesara. Me limite a escuchar, a concretar el negocio y recomendar ampliamente al sujeto de sus debates, ya que en lo suyo es el mejor.

La formación de la conciencia.
La palabra conciencia viene del latín conscius, la cual tiene su raíz en la palabra scire (saber), ampliando en el devenir del tiempo su significado y alcance hasta llegar a la multiplicidad de significados que tiene hoy: saber, saberse, saberse en el mundo y del mundo.

Así pues, la conciencia tiene que ver con el conocimiento de sí mismo, de si en el mundo y del hacer de si en el mundo.

Todos nacemos con una cantidad de conciencia nata, a la cual llamamos instinto. En él está el conocimiento base de nuestros ancestros, desde el primer hombre hasta lo que somos hoy. No hay en el instinto un saber acumulado. Lo que hay es un saber primario que es el que nos hace mantenernos vivos. Es el que lleva al bebe al pezón de su madre para succionar la leche materna y con él todo su sistema de defensas.

La ventana oscura.
Los primeros años de nuestra vida funcionamos con esa cantidad de conciencia nata a la que llamamos instinto. No le sumamos nada, no de manera consciente. Es el instinto el que nos lleva a reconocer el olor de nuestros padres, su voz, sus decibelios y demás etcéteras de la supervivencia, pero no hay en ello un conocimiento consciente. Estamos, por decirlo así, en nuestra más pura etapa animal. 

Este intervalo de cuatro cinco años es lo que se conoce como la ventana oscura. En esta etapa los padres de familia pueden enojarse con su hijo, regañarle, salir a trabajar, regresar y no pasa nada. El infante recibirá a sus padres como si nada hubiese pasado. Por supuesto que si el infante sufre de malos tratos por parte de sus progenitores, el instinto le hará mostrarse reservado y temeroso. Pero es algo que hará inconscientemente, ya que el instinto le hará mostrarse así.

Así pues, en la ventana oscura no hay consciencia. Esta está en proceso de formación, pero no iniciará hasta que la ventana oscura se cierre. En esta solo hay instinto, no conciencia.

Identidad (conciencia de sí).
Un día pasa algo en la mente del infante que cambia todo. A partir de ese momento, la ventana oscura se cierra abriendo paso a la conciencia de sí mismo. Esto no quiere decir que el proceso es de un día para otro. Líneas arriba comentamos que la formación de la conciencia lleva un proceso de varios años.

El primer paso de la conciencia es saber que uno es (conciencia de sí). Que existe. Verse en el espejo y saber que ese que está ahí es el reflejo de uno mismo. Distinguir mi cuerpo, saber que lo que toca mi cuerpo no es parte de él, sino algo mío pero ajeno a mí. Mi madre es mía pero no soy ella. Mi padre es mío pero no soy él. Mis juguetes son míos pero no soy ellos. Es la etapa donde se aprende a separar el yo de los demás y de lo demás. 

Ya una vez que el individuo toma conciencia de sí, de su existencia, inicia la larga tarea de saberse en el mundo. De aceptar que el mundo no soy yo. Que los demás existen. Hasta que un día logro entender que los demás existen y existen en sí y para sí mismos, no para mí y para los demás. Cierto que hay quienes nunca logran entender esto, no obstante este no entender terminará afectando su conciencia, su autoestima y con ella su lugar en el mundo.

Esta etapa se distingue por ser altamente centrípeta e individualista. Es una etapa larga y difícil, ya que nos cuesta mucho aprender y aceptar que no somos el centro del universo, sino una parte de él.

Es la etapa más difícil de superar, ya que si nos atenemos a los hechos, nos veremos en la necesidad de tener que aceptar que hay muchas personas que, sin importar la edad, siguen actuando como si ellos fueran el centro del universo. Cierto que cada uno de nosotros debemos ser el centro de nuestro universo, pero no del universo.  

El bien y el mal en la conciencia.
En la etapa de la identidad se dan los afectos conscientes y con ellos la formación conceptual de eso que llamamos Bien o el Mal.

Esto quiere decir que más allá de la moral, de la ética, de las clases de religión, de la arenga de nuestros padres, maestros y tutores, la idea del bien y del mal de cada persona es única e irrepetible, ya que esta se forja de manera inconsciente en la etapa de la identidad

El bien y el mal son una abstracción de los padres de nuestros padres, de nuestros padres, de las iglesias, maestros y tutores. El bien y el mal son una abstracción teorética que poco tiene que ver con nuestra realidad. Los valores humanos son tres, los demás son usos sociales y estos cambian con el tiempo, con la geografía, con la raza y con la historia de cada pueblo. 

Por favor obsérvese a usted mismo. La idea que usted tiene del bien y del mal es exactamente eso, una idea. Es decir, algo que defiende conscientemente con sus palabras pero que reprueba inconscientemente con sus actos.

Hagamos un ejercicio…
Por favor escriba en un papel todo lo que usted siempre ha defendido como bien y mal. Elabore cuantas copias necesite en función de cuantas personas vayan a colaborar con usted en ese atisbo de conciencia que hará de usted mismo.

Ponga por favor sus definiciones en igual número de sobres, ciérrelos y déselos a los suyos o a quienes vayan a colaborar con usted en este experimento. Es de suma importancia que ellos no lean lo que usted escribió.

Acto seguido pídale por favor a cada uno de ellos que escriba en una hoja de papel esa suma de actos de cuestionable honorabilidad en los que usted frecuentemente incurre (hablar de los demás, criticar al prójimo, ser elitista, clasista y demás etcéteras del hacer humano). Ya una vez que estos hayan terminado, les pedirá que abran el sobre y cotejen lo que usted escribió con los que ellos escribieron.

Descubrirá que pocas cosas de las que hace obedecen a lo que dice. Ya que una cosa es lo que usted cree creer de sí mismo y otra lo que usted es.

La diferencia estriba en lo que en acto usted profesa como Bien o como Mal. Los seres humanos forjamos a través del afecto, reconocimiento y aceptación, eso que profesamos como Bien o Mal.

Si a una persona se le brindo cariño, reconocimiento y aceptación por mostrase obediente, esta será obediente el resto de su vida.

Si una persona recibió cariño, reconocimiento y aceptación por su astuta inteligencia y por su capacidad para salir con ventaja de cualquier situación, se mostrara así el resto de su vida.

Nosotros escogemos a aquellas personas que son para nosotros el todo de nuestra vida. Son personas a las que deseamos agradar más que a nadie en el mundo, por lo que inconscientemente buscamos hacer aquello que hace que nos hace más amables (dignos de amar) a sus ojos. 

Por ejemplo, si una persona escogió como signo (persona a la que se quiere parecer) a uno de sus progenitores, y éste le brindaba todo su reconocimiento, cariño y aceptación cuando este mostraba un comportamiento ventajoso sobre los demás… Esa persona vera como bien el sacar ventaja de todo lo que hace. Esto mismo hará que se sienta muy mal cuando se presente una oportunidad de sacar ventaja y no la haya aprovechado. Esa noche la conciencia no lo dejara dormir en paz, ya que se sentirá muy mal consigo mismo. En cambio, si saco una ventaja desmedida en el trato con la otra persona, esa noche dormirá de lo mejor, con la conciencia tranquila de que está haciendo bien las cosas... Para esta persona el ser ventajoso lo asociara siempre con el bien y el ser equitativo lo asociara siempre con el mal... Ya que estará fallando en eso que le hacía ganar el cariño, reconocimiento y aceptación de su ser querido.

Si una persona escogió como signo a uno de sus familiares, y este le brindaba reconocimiento, cariño y aceptación cuando se desprendía de lo que tenía para dárselo a los demás. Esta persona será altruista y desprendida el resto de su vida. El día que no se desprenda de algo para ayudar a un desfavorecido, se sentirá mal consigo mismo. Su conciencia no lo dejará dormir. Por el contrario, si se desprendió de algo para ayudar a otros, se sentirá bien consigo y dormirá de lo mejor. Para esta persona el compartir tiene que ver con el bien, el no compartir, con el mal. 

El concepto del bien y del mal no se aprende con la teoría, las clases de moral, religión, ética y demás hierbas de ese tipo. Se aprende de manera inconsciente a través de los afectos, reconocimiento y aceptación de esos a los que hemos elegido como modelo de éxito. Esto es lo que hace que haya una clara discrepancia entre lo que decimos y lo que hacemos… Ya que una cosa es el decir social que le externamos a los nuestros..., y otra la que en acto nos ven hacer.

Así pues, lo que en acto nos hace sentirnos y dormir bien, lo aprendemos en esa etapa de formación de la conciencia que tiene que ver con la identidad (conciencia de sí). 

Si en la formación de mi identidad está bien ser ventajoso, dormiré de lo mejor cada vez que logre sacar provecho de los demás. Por el contrario, si en la formación de mi identidad está bien ser justo y equitativo, dormiré de lo mejor cada vez que logre ser justo con los demás. En ambos casos mi conciencia estar tranquila y dormiré de lo mejor.

Un empresario que conozco de años atrás, reconocido en su ciudad por su altruista participación en todo tipo de campañas orientadas a formar en los jóvenes discentes en la ética y la moral, financia campañas de ética en varias universidades al grado que una aula lleva su nombre. No obstante, en los negocios es desalmado y ventajoso como pocos. Y jamás ha tenido un conflicto de intereses entre lo que dice y hace, porque como bien dice él, a los jóvenes hay que meterles la ética y la moral hasta el tuétano, para que cuando lleguen a los negocios no te roben.

Nominar las cosas.
Ya hicimos un breve recorrido por la conciencia. Vimos que esta para por varias etapas: 
-          La ventana oscura (de los cero a los cinco años). 
-          La formación de la identidad (conciencia de sí). 
-          El bien y el mal en la conciencia. 
-          Verdad y realidad en la conciencia (nominar las cosas).

Esta última etapa, verdad y realidad en la conciencia, es la que demanda más disciplina y tiempo de formación en el individuo. De hecho es una etapa que está en constante construcción. En esta etapa es donde la persona define lo que es la verdad.

En artículos anteriores hemos explicado que las cosas son por si solas, es decir, usted puede llamar a la mesa con el nombre de silla, incluso puede usarla como silla, no obstante la mesa seguirá siendo mesa.

Lo importante de este estadio de la conciencia es aprender a llamar a las cosas por su nombre, aun cuando no nos guste, ya que nadie quiere un chubasco de realidad. No obstante es de suma importancia hacerlo (por ello la disciplina), ya que la forma en usted nomina a las cosas, definirá lo que en la cosa y con la cosa puede llegar a hacer…

Si usted cree que brindándole a su hijo carrera, maestría y doctorado le está asegurando su futuro, descubrirá al paso del tiempo que no es así. Ya que la instrucción pública nada es sin la educación. La educación es la que forma al individuo, la instrucción lo instruye pero no lo forma.

El problema es que si usted confunde instrucción con educación, descubrirá al final del día (cuando ya no hay nada que hacer), que su hijo tendrá carrera, maestría y doctorado, pero no la voluntad y el coraje para salir adelante. Estas se aprenden en la casa, no en la escuela.

El problema no solo es que tratamos de estandarizar lo que es el bien y el mal en función de nuestro teorético decir, ya vimos que una cosa es lo que creemos que somos y otra lo que realmente somos, sino que el problema en si es la forma en que nominamos las cosas.

En síntesis no podemos estandarizar lo que es el bien y el mal para una persona, ya que cada quien definió en función de sus afectos, reconocimiento y aceptación lo que es el bien y el mal para él, amén, claro esta, de la geografía donde creció.

Por otro lado está el hecho de que la verdad y realidad en la conciencia (nominar las cosas: llamar las cosas por su nombre) es lo que más afecta en el desarrollo de la persona. Su moral puede ser la mejor a ojos de los demás, no obstante si la persona no aprende a nombrar las cosas por su nombre, su horizonte de posibilidad y acción se verá limitado a ese mundo imaginario que construyo en su mente, descubriendo que en la vida real los que avanzan no son necesariamente los que poseen una moral mejor que la de usted. 
Un ejemplo de ello es el dinero. Me queda claro que el dinero no lo es todo, pero obligadamente necesitas el dinero para comprar todo aquello que compra el dinero. No vas a pagar la luz con amor, ni la despensa, ni la escuela de tus hijos. El dinero es de suma importancia para el quehacer cotidiano de la vida…

Entonces, si este es tan importante: ¿porque la gente no tiene dinero?

La gente no tiene dinero debido a la idea que tiene de él. Idea que adquirieron desde la infancia y que reforzaron en su entorno familiar y social...

Muchos creen que el dinero es para gastar. Craso error. El dinero es para hacer dinero.

Otros creen que el dinero llama dinero. Craso error. Lo que llama al dinero es la inteligencia y la capacidad para crear cosas que generen dinero. 

Otros invierten el dinero en una casa. Craso error. La casa consume rentas, no las genera... y así, mil ejemplos más.

En una ocasión conocí a una persona que invertía todo su dinero en oro. Efectivamente, el oro tiene un valor, siempre y cuando este en certificados bancarizados o en su defecto con el sello Hallmark, pero no en joyas. Esta persona nomino como inversión a la compra de joyas. Cuando se vio en la necesidad de vender su inversión, descubrió que esta no valía ni la mitad de lo que había pagado por ella.

Así, la forma en que la persona nomina a las cosas es lo que hace que se limite o potencie al máximo. Ya que esto es lo que generara lo que para esa persona es verdad y realidad en su conciencia, aun cuando no lo sea.

En el caso de mis clientas, lo único que respondí es que sus maridos no necesitan de un tercero para hacer lo que quieran hacer… La pregunta no es si la persona que querían contratar era de dudosa moral… La pregunta real es si ellas confían en su maridos, no en el otro.

El silencio fue total. Nadie dijo esta boca es mía. Cambie el tema y no se habló más de ello.


Nos leemos en el siguiente artículo. 

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