lunes, 6 de marzo de 2017

El amor de mi vida.

Recién platique con una amiga muy querida, la cual se divorció hace poco del amor de su vida para casarse con el nuevo amor de su vida. Me recuerda aquel compañero que tuve que era tan romántico y sentimental que lloraba en todas las bodas..., especialmente en las suyas.

El caso de mi amiga tiene connotaciones especiales, las cuales ahondaremos más adelante, no obstante el intercambio dialógico que sostuve con ella me hizo plantearme las siguientes interrogantes: ¿existe realmente el amor de la vida? ¿Pueden los seres humanos dar con el amor de su vida? ¿Es el amor de la vida una idealización que solo existe en el mundo de lo plausible?

Lo paradójico del amor es que siendo este uno de los factores más determinantes en el quehacer humano, sea realmente poco lo que lo pensamos, diseccionamos y estudiamos. Las razones de este no pensar, diseccionar y estudiar el amor son múltiples y diversas. Sería menester escribir toda una enciclopedia para ahondar y explicar a detalle cada una de ellas, por lo que en este artículo nos tendremos que circunscribir a las más importantes.

La primera, y no necesariamente la más importante, es que todos creemos que somos expertos en el amor, no porque lo seamos, sino porque el hecho haberlo experimentado y sentido en las entrañas, nos hace sentir e imaginar que sabemos lo que éste es, no obstante la realidad es que sentir no es saber. Son cosas diametralmente diferentes. El saber demanda disección, análisis, des-estructurar y estructurar una y otra vez hasta que lo diseccionado toma forma y razón.  

El sentir, como contraparte, no demanda nada más que la experimentación de las sensaciones, sin que esto implique el que tengamos que perder contacto con la razón, ya que si no gobernamos nuestras sensaciones serán ellas las que nos gobiernen a nosotros, causándonos más de un descalabro en el amor.

La amiga de la que hablo líneas arriba y que es la que me llevo a escribir este artículo, me decía en la plática que sostuve con ella lo siguiente: “me acaba de caer el veinte de que me estoy entregando de más. Me estoy entregando más de lo que mi pareja se está entregando a mí, lo cual me está causando un desequilibrio en la relación, por lo que le voy a bajar dos grados al proceso”.

Semanas después que regrese a Monterrey para ver a mis hijos, nos tomamos un café y me comentó que la relación iba mejorando. Que su pareja ya no se sentía tan segura como antes, lo que le hizo estar más al pendiente de las necesidades de ella y por ende trabajar más en la siempre inacabable tarea de consolidar el amor.  

No obstante el hecho de que mi amiga le haya bajado dos grados al proceso hizo que esta, sin darse cuenta, llevara la relación a la razón, lo cual es algo que no se debe hacer. Por lo menos no en la forma en que ella lo hizo, ya que todo lo que llevas a la razón, muere.

El amor no puede ni debe ser solo razón, pero tampoco solo emoción. Debe contemplar y conjugar ambos elementos, de lo contrario va a fracasar, ya sea por exceso o por defecto de una de las partes (emoción / razón) pero va a fracasar.

El amor necesita de ambos elementos, por lo que nos es menester no solo no excluirlos, sino que además debemos identificarlos y separarlos para poder trabajar la parte que se requiere… Así, cuando una persona dice: me gusta su cerebro pero nos es guapo, sabrá que lo habrá que trabajar es la parte física del otro, preguntándose primero si eso que no le gusta es determinante, tolerable o subsanable.

Lo mismo pasa al revés, cuando dice: es muy guapa y me atrae a más no poder, pero batallo con su criterio, debido a que es cerrada y obtusa a más no poder. Lo primero que se deberá preguntar es si esa cerrazón es subsanable o determinante. Si es subsanable podrá trabajar en ello, ya que el criterio está subordinado a la cultura y al código de creencias, por lo que deberá ayudarle a ampliar su cultura (forma de hacer las cosas), que la cultura por si misma modifica las creencias y las creencias el criterio.

Solo cuando tenemos claro lo que nos gusta y atrae, así como lo que nos inquieta y preocupa, podremos saber si la relación tiene futuro. No podemos llegar al amor creyendo que el otro va cambiar. El otro ya es. Modificará su conducta, pero jamás cambiara, amén de que la personalidad es progresiva y mortal, lo cual quiere decir que lo que nos gusta se va a acrecentar tanto como lo que no nos gusta. En la personalidad, las cosas nunca van a menos, van a más.

Por otro lado tenemos que tomar en cuenta que no podemos excluir la razón o la emoción en la relación. Lo primero sería una idealización, lo segundo, teoría, pero ninguna de los dos casos es amor, por lo que la relación estaría condenada al fracaso.

Otra de las razones por las cuales poco se ha estudiado el amor es que hemos hecho de él algo erótico y religioso, lo cual no está del todo errado. El amor y el erotismo son una religión. No hay religión sin amor, como tampoco hay religión sin erotismo. Basta con leer a Santa teresa para darse cuenta del erotismo que encierran sus escritos y así como ella muchos santos han hecho del amor algo erótico, sin embargo el erotismo es solo una parte del amor, pero no el amor en sí.

El amor es una abstracción y no estamos conscientes de que lo es, razón por la cual nos es muy fácil confundir la atracción natural del instinto con el amor, cuando solo es instinto, y la seducción del erotismo con el amor, cuando solo es erotismo.  

La realidad es que el amor, abstracción intima, personal y con manifestaciones únicas en cada individuo, es algo que está en nosotros. No amamos al otro. Amamos lo que sentimos cuando estamos con el otro. Por favor medítelo detenidamente. Usted no ama al otro. Ama lo que siente cuando esta con el otro y a eso que siente es a lo que le llama amor.

El amor, pues, es una construcción interna, no externa. Cuando hacemos del amor algo exógeno, no amamos, idealizamos. En otras palabras, hacemos del ideal, amor. Amamos el concepto, la idea en sí y lo que esta nos evoca, pero no al otro. En estos casos es más importante la boda que el novio, el bautizo que el infante, el funeral que el muerto y muchas cosas más.

En estos casos lo importante no es el amor, sino la idea que tenemos del amor. Lo que amamos no es lo que el otro nos hace sentir, sino lo que la idea o concepto nos hace sentir.

En una ocasión escuche a un adultecente que tenía el cerebro en la planta de los pies, decirle a su pareja: pienso que lo que sigue es que nos casemos. Esto se lo dijo no porque ella fuera la persona que lo completara y complementara o porque él fuera el hombre idóneo para ella… Se lo dijo solo porque todos sus conocidos se estaban casando, amén de que ellos llevaban casi un lustro como pareja, así que, desde la lógica de él, lo que seguía era casarse.

Como bien pueden suponer el comentario saco a la palestra eso que habían estado soterrando y que no querían reconocer: que ahí no había nada. Que todo había sido instinto y que habían querido hacer del instinto algo que no era, ya que el instinto se satisface al consumarlo. Ya una vez consumado, no hay razón para seguir con la persona, por lo menos no hasta que vuelva a sentirse el impulso del instinto. Porque en ellos, ni siquiera había erotismo. Todo era instinto.

La relación termino. Cada quien tomo su rumbo y a los pocos meses ella se casó y vive feliz con su otredad. Él, claro está, sigue célibe y sin pareja en puerta.

La curva del amor.
Todos hemos sentido y disfrutado ese cumulo de sensaciones que nos genera la presencia del ser amado o su simple evocación. Por supuesto que esto tiene una curva, la cual varía de persona a persona en función de su edad, circunstancias y características culturales, no obstante la curva se mantiene, meses más meses menos, en una constante que oscila en los dos años.

Pasada esa constante es cuando empezamos a ver al otro tal como es, ya que la familiaridad sorprende o reafirma pero desmitifica. Dejamos de ponerle a la persona amada atributos que no posee, al tiempo de dejamos de minusvalorar los defectos que si tiene. En otras palabras, lo empezamos a ver como lo veían los demás… Por eso dicen que el amor es ciego pero los vecinos no.

Ya una vez que desmitificamos al otro es que vemos sus alcances y potencias, así como sus límites y barreras. En donde el problema del amor no son los más o los menos de los amantes, sino la progresión de los mismos.

Cuando la progresión se da asimétricamente, el vacío que se va creando entre ellos hace que poco a poco se vayan sintiendo desacoplados, ya que uno posee un ritmo que le hace avanzar más que el otro, dejando poco a poco a la pareja en otro lugar.

Por lo mismo que llegas a una persona, por lo mismo la dejas.
Eso que termino enamorándote del otro, es, precisamente, lo que te aleja de él. En otros artículos hemos explicado que el problema humano es más de ritmos que de creencias.

Las creencias no siempre se pueden subsanar, pero estas tienen mucho más posibilidad de llegar a acuerdos y puntos de encuentro, cosa que jamás sucede con los ritmos. Estos no se pueden soslayar.  

Cuando el problema es el ritmo (capacidad de respuesta de uno y otro) es difícil que la pareja logre construir una relación edificante, aun cuando la tranquilidad de uno haya enamorado al ímpetu del otro y viceversa.

En otras palabras, eso que nos enamoro de la persona amada, ya sea su tranquilidad o su enorme capacidad de reacción y respuesta, es lo mismo que al paso de la curva de dos años nos empezara a incordiar y a alejar del otro, ya que uno va a demandar que el otro reaccione más rápido y el otro se va a incordiar porque no lo dejan hacer las cosas a su tiempo. El primero acusará al otro de atorrante y el segundo acusará al primero de neurótico.

El amor de mi vida.
Líneas arriba decíamos que poco o nada pensamos el amor y cuando lo pensamos lo idealizamos, alejándonos por antonomasia de lo que es el amor en sí. El amor es una construcción racional, compleja y asaz difícil, pero racional al fin. Cierto que esta debe tener una buena carga de emoción, pero al final el amor es una decisión.

En otras palabras, si el amor es una decisión, luego entonces el amor de mi vida también lo es. No obstante no es tan fácil como aparenta, ya que este tiene que estar sustentado en varias variables.

Atracción física. En el amor el instinto es determinante, por lo menos al principio de la relación. El instinto (inteligencia de la especie) es el que nos hace voltear a ver a ese otro que en un instante atrapa nuestra atención.

Es menester tomar en cuenta que el instinto nos lo puede disparar más de una persona y esto no quiere decir que nos vamos a involucrar con todos los que sentimos el impulso del instinto. Cierto que la relación demanda de una muy buena dosis de instinto, sin embargo la relación se sustenta en mucho más que una simple o mayúscula reacción del instinto.

También es importante considerar que si en la relación no hay instinto, no hay nada. El otro será todo: padre/madre de nuestros hijos, nuestro compañero de avatares y faenas, pero no el objeto de nuestro deseo, lo que a la postre derivara en una relación donde la infidelidad por instinto estará siempre latente.

Erotismo. El amor demanda de una muy buena dosis de erotismo… De darse permiso de explorar y sentir la geografía corporal del otro, no obstante el erotismo necesita del instinto para ser, de lo contrario es imposible que el erotismo se de en la pareja. El erotismo es diferente al instinto Esta habla de sexo, de reproducción. Se consuma cuando se satisface, cosa que no sucede con el erotismo.

El erotismo tiene que ver con la piel, con el lenguaje de los cuerpos, con el intercambio dialógico que se da entre ellos. El erotismo esta íntimamente ligado a la cultura de la persona. Entre más culta es una persona, más erótica e interesante es. Mas permiso se da explorar nuevas y mejores formas de entendimiento y comunión de la piel.

El erotismo se alimenta de la imaginación, la cual nutre al deseo para que este a su vea exacerbe la imaginación y así sucesivamente, no obstante cuando la pareja deja de imaginar y crear nuevas formas de encuentro, exploración y seducción, descubrirán, al paso del tiempo, que están inmersos en la rutina, en ese acto repetido en donde lo único que van a encontrar es una burda e insípida automatización.  

En alguna ocasión escuche a una señora decirle a una amiga: sabes lo difícil y aburrido que es hacer siempre el amor con la misma persona y de la misma forma. Obviamente que si su pareja fuese una persona culta y ella también, siempre habría entre ellos un algo que imaginar, crear y explorar.

Las formas son muchas, no obstante requieren imaginación y creación, sin embargo, como hemos hecho del erotismo un pecado, y como hay un enorme problema coprofiloneuronal disfrazado de moral, poco permiso se da la pareja de completarse y complementarse en el acto  erótico del amor, lo que ineluctablemente les acarreara frustraciones emocionales que difícilmente reconocerán que emanan de su irrealización erótica.

Recién he visto a un buen número de coetáneos en estado de viudez, divorcio o separación con parejas culturalmente diferentes. Y no hablo de culturas geográficas, sino sociales, que son las que marcan las diferencias. Cuando veo a una pareja sí, lo primero que pienso es que él o ella no son lo aparentaban o que ellas o ellos (las parejas con que les veo) no son lo que a simple vista se ve.

No obstante la realidad es que la gran mayoría de esas parejas terminan mal y siempre por la cultura de las partes. Y aquellos que terminan bien es debido al nivel de cultura de ambos es el mismo, aun cuando las máscaras y apariencias económicas nos hagan creer lo contrario.

Estas parejas en donde el nivel socio cultural es el mismo más allá de las diferencias económicas suelen durar mucho, no obstante la relación entre ellos se va a circunscribir a lo sexual si el nivel cultural de ambos es limitado o a lo erótico si es amplio.

Imposibilidad. El amor se nutre de un cierto grado de imposibilidad, lo cual es lo más difícil de lograr y mantener. Ya que como decíamos líneas arriba, la familiaridad sorprende o reafirma pero desmitifica, y al desmitificar desparece o se minimiza la imposibilidad. Es como si ya no hubiera nada nuevo. Nada que descubrir. Lo cual a todas luces es falso, ya que la personalidad es como un pueblo.

En un pueblo hay una infinidad de casas y cada casa tiene sus cuartos y cada cuarto sus muebles y cada mueble sus cajones y cada cajón sus recovecos. Esto es tan así, que normalmente nos enteramos de todo lo que el otro hacia y era cuando muere. Lo cual quiere decir que siempre, aun en la desmitificación, habrá algo que explorar, conocer y saber.

La imposibilidad es indispensable en el amor. Cuando uno mismo o la pareja siente que todo está bien, que la relación es segura, que no está en riesgo porque se tiene una gran ascendencia sobre el otro, nos confiamos y dejamos de atender a la pareja como lo hacíamos antes.

Es importante entender que a nada tiende más el ser humano que al confort. Es por ello que se dice que lo peor que te puede pasar en la vida es que te vaya bien, porque cuando te va bien te sientas y al sentarte dejas de luchar. Siempre debe haber un grado de imposibilidad en todo, creando un poco de crisis en la paz y un poco de paz en la crisis.

Así, pues, el amor necesita un grado de incertidumbre, de crisis, de estar constantemente enamorando y conquistando al otro, de lo contrario nos ganará el confort y con ello el riesgo de desatender nuestra otredad.

Recién comenté con una amiga, en base a una pregunta me hizo, que la relación con su pareja se podía apuntalar si ella tenía la capacidad de crearle un cierto grado de imposibilidad. De estar siempre asequible pero no necesariamente disponible. D tener la capacidad de responder de inmediato al reclamo del otro, pero sin volcarse en él. Guardando un espacio para sí, para su intimidad.

¿Cómo lograr esto después de años de convivencia? Guardando siempre algo. Dosificándose pero sin dejar de entregarse. Que no se mal entienda. Uno debe ir por todo en la relación y darlo todo, es solo que lo que vas a dar lo que tienes que dosificar. El día que dejas de sorprender al otro, dejas de incentivar en la pareja el ánimo por descubrir, explorar.

Esto no quiere decir que tienes que hacer cosas sorprendentes, sino que tienes que tener una alta atención a sus necesidades y a los detalles. Hay detalles tan simples y tan significativos, que hacen que el otro siempre quiera estar con uno.

La imposibilidad puede ayudar a sortear todo lo demás, sin importar si ese demás tiene que ver con el instinto o con el erotismo, no obstante si la imposibilidad va de la mano con un fuerte impulso de instinto y con un alto nivel de erotismo, la relación se fortalecerá más y más.

Amor. El amor en cuanto tal necesita del instinto, del erotismo y de la imposibilidad, sin embargo la connotación más fuerte del amor es que este se manifiesta siempre hacia una sola persona.

Cuando usted ve a una persona que ha tenido varias parejas, puede, si así lo quiere y si así se siente usted bien, etiquetarla de inestable, no obstante lo cierto es que no es así, por lo menos no como usted lo cree.

La naturaleza se mueve violentamente hacia su lugar y lentamente en su lugar.
Cuando una persona encuentra su es, su otredad, entrara en un estado de sosiego e inamovilidad mayúscula, dejando de ver o considerar a nadie más… La persona ya está en su lugar. Ya no necesita buscar ni estar con nadie más que con su pareja, con su es, con su otredad.  

El amor es una entrega univoca del cuerpo y el alma en una sola dirección, es decir, en una sola persona. No cabe en la persona nadie más ni contempla la posibilidad de la infidelidad. Uno y otro están en su lugar, no obstante el amor lo tienen que trabajar todos los días.

El amor, como ya mencionamos, necesita del instinto, del erotismo y de la imposibilidad, pero necesita también del día a día. El amor de mi vida será aquel me dispare un fuerte impulso del instinto, aquel con el que pueda mantener un constante y enriquecedor intercambio dialógico del cuerpo y alma (erotismo), aquel que día a día deba conquistar y ganar, y de aquel que día a día me conquiste y me gane.

¿Por qué entonces mi amiga se divorció del amor de su vida para casarse con el nuevo amor de su vida? Porque obviamente el ex esposo no lo era, como tampoco lo es el otro. Ella está moviéndose violentamente hacia la búsqueda de su lugar, pero sin saber cuál es su lugar.

Uno no puede confundirse así. Nadie puede migrar del amor de su vida al nuevo amor de su vida. Esto por si solo habla de confusión mental. Lo que ella tendría que hacer es darse un descanso. Cerrar sus heridas y darse tiempo para encontrar la paz en ella misma antes de encontrarla en otra persona.

Lo que mi amiga está haciendo es crear un nuevo amor de la vida para poder salir del actual. El fracaso va a ser total, no obstante este va a acontecer en un par de años, a lo mucho tres, ya que su nueva pareja está muy lejos de ser el amor de su vida. ¿Qué cómo lo sé? Simple. Su nueva pareja es una construcción de su mente. Ella creo y está creando a ese otro que no existe más que en su mente.

Las diferencias sociales y culturales entre ambos son abisales. En este momento no se han dado cuenta de ello porque tienen obnubilada la vista y la mente, pero es un hecho que el abismo que hay entre ellos va a ir poco a poco tomando forma en la mente de los dos. No hay entre ellos, un punto de encuentro…, lo que la llevara más adelante a divorciarse de su nuevo amor de la vida para casarse con el siguiente.

¿Existe pues el amor de la vida?
Sí. Si existe, no obstante este es una decisión, pero esta debe estar fundamentada en el instinto, en el erotismo, en la imposibilidad y en ese fuerte e irrefrenable impulso de ser y estar con una sola persona…

Esa persona que sin importar el tiempo nos es inabarcable, inagotable, Con esa persona que necesitamos toda una vida para abarcar su ser, aun a sabiendas de que es algo nunca alcanzaremos hacer del todo.

Nos leemos en el siguiente artículo. 

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