miércoles, 2 de septiembre de 2020

La economía que viene.

El cambio ha sido, es y será la constante del mundo, sin embargo, este, más allá de lo rápido, moderado o lento de su proceso, ha mantenido siempre una gradualidad que nos ha permitido fungir como acores y testigos del cambio. La irrupción del COVID rompió esta dinámica, situando a la gran mayoría de la humanidad en una posición de testigo, este, más que un cambio, fue un rompimiento.

 En la vida, lo obvio es invisible y lo invisible, transparente. En la vida de cada uno de nosotros existen cosas que son invisibles para nosotros, transparentes para los otros. Esto es lo que hace que nos sorprendamos cuando alguien nos da un consejo que, por lo obvio que resulta, nos agrede el que no lo hayamos visto.

Líneas arriba decía que el COVID, más que un cambio, es un rompimiento. Y en los rompimientos las primeras cosas que salen a la luz son todas esas cosas que, por obvias, habíamos dejado de ver. Nos está pasando lo mismo que a las parejas en el divorcio. Las parejas, en el rompimiento, descubren esa otra parte del otro que era visible para los demás, pero no para ellos. Así, pues lo ideal sería que el matrimonio empezara por el divorcio, que es cuando realmente conoces a la pareja.   

El tema que nos compete, haciendo a un lado el sarcasmo y la broma no atinente, es el de todas esas cosas que están saliendo a la luz y que muy probablemente no estemos considerando. En este artículo nos centraremos exclusivamente en el tema económico, específicamente el de la economía que viene.

Es importante anotar que la economía que viene no es una resultante del COVID, y si bien es cierto que este está demandando y generando nuevas formas de hacer negocios, también lo es el hecho de que lo que está sacando a flote, es lo que ya estaba mal.

La década que está por terminar registro un nivel de endeudamiento de las naciones de la OCDE del 4% anual, al tiempo que el crecimiento de sus economías mantenía una media que fluctuaba entre el 1% y el 2%. En otras palabras, las naciones gastaban más que lo que generaban, con el pretexto del que siguiente año sería mejor.  

La economía, no obstante, seguía operando, lo que mantenía la posibilidad de que los gobiernos enmendarán rumbo y se abocarán a generar más ingreso que gasto, que es, precisamente, lo que hizo Alemania. El crecimiento sostenido de su ingreso le permitió disminuir su deuda externa en 25 puntos porcentuales, mientras que el resto de los países de la OCDE incrementaban su deuda a niveles insostenibles.

El país que guarda la relación de Deuda – PIB más onerosa del mundo es Japón. La deuda de este país que antaño era el modelo de lo que deberían ser las demás naciones, representa el 240% de su PIB. La de Grecia, el 182%; Italia, 140%; España, 110%; Francia, 100%; Estados Unidos, 105%; Brasil, 86.5%; México, 62% y así como estos, muchos más. El gasto, obviamente, se ha aplicado al sector social, lo que de suyo hace que ese dinero no genere un solo centavo de retorno.

El COVID paralizo la maquinaria económica en todo el mundo, obligando a las naciones a asumir un nivel de deuda equiparable a la que asumieron después de la Segunda Guerra Mundial. La deuda en la que los países incurrieron para sortear las consecuencias de la cuarentena es la correcta, lo incorrecto era la deuda previa. El problema, no obstante, es que la Masa considera que la deuda pública es un problema de los políticos, no de los ciudadanos, cuando la realidad es que es todo lo contrario.

Otro tema que llama mi atención es que la Masa cree que todo va a volver a la normalidad, es decir, que cuando todo esto termine, retomaran su nivel de vida y gasto, tal como lo tenían previo a la pandemia. En México, por ejemplo, más del 80% los hogares han experimentado una reducción sensible de sus ingresos, en un entorno donde los gastos van al alza, que tienen que invertir y gastar en cosas que no hacían antes.

Una encuesta nacional de consumo arrojo los siguientes datos: el 57% de los consumidores piensan que recuperarán el nivel de consumo que tenían previo al COVID, en un lapso de dos años. El 25% de los encuestados estiman que requerirán de tres a cinco años para recuperar su nivel de consumo; el 15% considera que su nivel de consumo se mantendrá en mínimos por más de cinco años y solo el 3% considera que su nivel de consumo será igual o mayor al que tenían.

Esto, obviamente, son estimaciones, no obstante, la realidad es que a lo que todos nos vamos a enfrentar es:

Un crecimiento de la economía que oscilara entre el 3% y 4% en el primer año (2021), bajando gradualmente hasta llegar a un crecimiento descendente que oscilara entre el 1.5% y el 0.5% por los próximos diez años.

Crecimiento de la pobreza extrema ($1.90 al día), pasando de 17 millones de personas a 100 millones;

Crecimiento de la pobreza ($3.20 al día), pasando de 35 millones a 176 millones de personas; 

Los gobiernos impondrán una mayor carga fiscal para poder hacerle frente a la deuda.

Una sensible disminución de la explosión demográfica; al tiempo que se incrementa sensiblemente el número de jubilados (Japón e Italia cada año tienen menos habitantes). 

Incremento en gasto de salud y pensiones.

Fuerza laboral escasa, mal preparada, mal pagada.

Los negocios de consumo que más van a sentir la ralentización de la economía en los siguientes dos años son: restaurantes, cines, bares y centros comerciales. El turismo va a necesitar más de cinco años para recuperar a los niveles previos a la pandemia. Las oportunidades van a estar en el sector salud y en lo digital. La educación va a sufrir una contracción no vista en años, amén de que la calidad educativa se va a ser seriamente afectada.

Las empresas y los hogares se van a acoger a una estricta disciplina financiera (reducción de lo superfluo) y a una mejor gestión de sus activos (se contraerá la venta de casas y automóviles). El objetivo será liquidez y rentabilidad.

Las empresas y las personas deberán repensar su modelo de negocios, migrando en la posible a lo digital y manteniéndose cada vez más cerca de sus clientes.

Los siguientes dos lustros van a ser de un alto nivel de reto y si algo nos ha demostrado la historia es que siempre salimos adelante, no obstante, es menester tomar decisiones desde la realidad y no desde la fantasía. La fantasía nos va a hundir; la realidad, por dura que sea, nos va a salvar.

Nos leemos en el siguiente artículo

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