martes, 24 de marzo de 2020

El coronavirus de los conspiradores.


Cierto que a la gente le gusta el chisme (está en nuestra naturaleza), sin embargo, es menester reconocer que no solo hay a quienes les gusta el chisme, sino que además hay quienes los mejoran. Y este intervalo de ocio que algunos llaman elegantemente cuarentena, ha propiciado que los amantes de las conspiraciones le den rienda suelta a su imaginación, inventando un cumulo de ideas y argumentos que ya quisiera cualquier escritor.

Comento lo anterior debido a que me han llegado todo tipo de especulaciones y afirmaciones, y en todas ellas el tema de la conspiración es la base. Algunas más alógicas que otras, pero en todas se acusa una ignorancia mayúscula (igual o mayor que la mía), y una carencia sin parangón de sentido común.

En aras de vestirlas de legitimidad, le achacan las mismas a Noam Chomski, quien sin duda alguna es uno de los intelectuales (lingüista, filosofo, antropólogo, psicólogo, político) más respetados del orbe; otras tantas a Bill Gates, quien predijo hace algunos años lo que estamos viviendo hoy, razón por la cual piensan (si es que eso se le puede llamar pensar), que aprovechó la coyuntura junto con su esposa Melinda para capitalizar las ventajas del virus.

La última que recibí es una en donde se me informa que a finales del año pasado, hubo una junta de alto nivel en Nueva York, en la que se reunieron prominentes políticos, banqueros, dueños de la industria farmacéutica y de salud, amén de otras tantas de otros rubros, salidas todas de la fértil imaginación de los conspirologos, en la que se acordó, dicen ellos, liberar el virus para hacer una purga económica, colocando a la gente en el nivel que deben de estar, amén de deshacerse de las personas de la tercera edad, las que en poco tiempo, argumentan ellos, serian carga y no aporte.

Por supuesto que las preguntas obligadas que les podemos hacer son: ¿Cómo saben ellos, simples ciudadanos, lo que esas prominentes personalidades acordaron en dicha reunión? ¿Cómo es posible que hayan logrado obtener información de una junta que, de hacerse hecho, jamás hubiesen sido convocados?

Los seres humanos estamos hechos para la fantasía y el rumor, y más en tiempos donde el ocio es visto como defecto y no como virtud. El Estagirita de Tracia (Aristóteles 384 a. C – 322 a. C) decía que el líder debe dirigir hacia el ocio, ya que es ahí, en el silencio y la soledad, donde se gestan las grandes decisiones y hazañas.

La mente ascendente, esa que es responsable de crear, innovar y acuñar soluciones disruptivas. Esa que se da el permiso de explorar cuanta alternativa sea posible para resolver un problema, se gesta en el silencio y en la soledad. En ese aislamiento social que hoy, gracias al coronavirus, llamamos distancia social.

No obstante, la realidad es pocos son los que saben estar consigo mismos. La gran mayoría se la pasa en las redes sociales, en la televisión de paga y o en cualquier distracto que los salve de escucharse a sí mismos. Estas personas son los que se la pasan inventando cuanta explicación se les ocurre: que si es un castigo divino; que si la naturaleza se quiere deshacer de nosotros; que si determinadas potencias están atrás de todo esto; que si los hombres del poder y del dinero acordaron esparcir el virus… Y así como estas, muchas cosas más.

No pongo en tela de juicio el hecho de que se puedan crear conspiraciones de orden político y empresarial, pero no como las arribas mencionadas. Son los líderes de una nación o de un grupo de naciones los que se unen, transitoriamente, para competir con otra nación o naciones, como es el caso de la competencia entre China y USA; Rusia y Arabia Saudita. Por supuesto que los políticos de dichas naciones están en bloque unidos con su líder para sacar las mayores ventajas para su país, para lo cual crearan cuanta barrera arancelaria puedan, ya que lo buscan es obstaculizar al otro país, no para eliminar sus posibilidades (porque lo necesitan como mercado), pero si para impedir que tome el liderazgo o se lleve la tajada principal de ese pastel.  

De la misma forma, los ejecutivos de una empresa acordaran con su líder una serie de estrategias para ganarle mercado a su competidor, sin embargo, de ahí a que políticos, empresarios, médicos y líderes de la banca y del mundo se pongan de acuerdo para conspirar tal como se dice en las redes sociales, es falso.

Creer y afirmar que este tipo de personas conspiran para crear la pandemia que hoy nos ocupa, es propio de personas que acusan una clara ignorancia de la naturaleza humana. Por favor pregúntese: ¿Usted en realidad ve posible que este tipo de líderes se deje dirigir por otros iguales a ellos para hacer algo así?

Estas personas son lo que son debido a que no encontraron cupo en el mercado de la obediencia. Son personas que siempre tuvieron problemas con las figuras de autoridad de su entorno, y que, en lugar de luchar estérilmente contra ellas, decidieron crear un entorno para sí, donde los demás quisieran estar.

Son personas que nunca subordinaron la redacción de su biografía al lápiz de otro escritor. Jamás, por ninguna razón, aceptarían ser dirigidos por sus iguales. Con ellos mantienen alianzas transitorias o feroces competencias, pero jamás subordinarán sus querencias a las querencias de sus iguales.

La realidad es que el coronavirus no es una entelequia o invento de alguna potencia o grupo político o empresarial, es una realidad que esta muy lejos de esas ideas que se construye la masa para explicar lo que no pueden o no quieren entender.

Cierto estoy de que este será el primero de muchos que vendrán más adelante. El progreso económico y social ha generado un calentamiento global que favorece a algunas naciones y perjudica a otras. De tal suerte que algunas naciones se van a ver beneficiadas al ir retrocediendo el hielo, ya que este va a dejar al descubierto enormes cantidades de tierra fértil que permitirá una mejor siembra y cosecha, pero también saldrán a flote virus y bacterias que tenían millones de años enterradas y de las cuales no sabemos nada. Virus que los amantes de las conspiraciones podrán atribuir al ominoso proceder de esos líderes que, según ellos, conspiran contra la humanidad.

Efectivamente los estragos económicos que las medidas sanitarias están y van a generar, son mayúsculas, no obstante, la realidad es que las consecuencias económicas, políticas y sociales serían mucho mayores si no las hubiésemos tomado.

La debacle económica que estamos viviendo y que vamos a vivir, es lo que hace que los amantes de la conspiración edifiquen cuanta teoría (mencionada así con el debido respeto que merece toda teoría) justifique su falta de prevención. Siempre es bueno tener a quien echarle la culpa de nuestros yerros y desaciertos.

Cierto que hay quienes poseen un ingreso que nos les permite hacer ningún tipo de prevención, dado que en ocasiones el ingreso ni siquiera alcanza para el diario vivir, pero también es cierto que esta gente no piensa en conspiraciones, lo que les apremia es llevar algo de dinero a su casa y no buscar a quien echarle la culpa de las cosas. La realidad no les da espacio para la especulación.

Las conspiraciones encuentran su caldo de cultivo en la mente de esos que, frustrados ante su propia irrealización, construyen escenarios en donde son otros y no ellos los responsables de su pobre proceder.

Cierto que los amantes de la conspiración son individuos con educación media o profesional inconclusa, pero son los menos. La mayoría de los conspiradores, por decirlo así, son personas que tuvieron grandes logros académicos en la universidad. Logros que, en su mente mágica de Winnie Pooh, los llevo a creer que obtendrían el mismo nivel de logros en el combes de lo empresarial.

Así, pues, la creencia de que todo se debe a una conspiración es más fácil que la crean los académicos y estudiosos que se distinguen de los demás por el alto nivel de notas escolares que recibían en la universidad. Personas que están plenamente conscientes de la superioridad de su poder e intensamente frustradas de la inferioridad de su poder.

Estas personas son las que crean, escriben y divulgan la idea de que el coronavirus obedece a una conspiración y lo hacen debido a que ello les permite atribuir, a la malignidad de otros, sus propias incapacidades.

La realidad es que el coronavirus no es una entelequia ni tampoco es algo creado intencionalmente. Nadie en su sano juicio escupe hacia arriba. Por favor pregúntese: ¿Qué potentado de la política o del dinero crearía una cosa que a todas luces va a afectar gravemente su estamento de poder (en el caso de los políticos) o a su patrimonio (en el caso de los hombres del dinero)?

Las repercusiones económicas del coronavirus van a hacer, por lo bajo, de cuatro a cinco veces más grandes que la crisis del 2008, amén de que va a cambiar el mundo en todos sus aconteceres. Va a cambiar el estamento político, ya que los reclamos y exigencias de la gente van a alcanzar cotas nunca vistas, al grado que la primavera árabe o los disturbios de América Latina, se van a ver como juego de infantes contra lo que se viene.

Los políticos se van a tener que reinventar para poder lograr un espacio en la mente de los electores, y esto es algo que se va a ver en todo el mundo, incluso en las democracias imperiales, que son, hay que reconocerlo, las que mejor han manejado la crisis.

Los hombres del dinero no la tienen más fácil. La gente le va a cobrar las facturas a aquellas empresas que dejaron a su gente a la deriva. Un ejemplo de ellos es una cadena de cafés que tiene como símbolo una medusa, la cual opto por despedir a un buen número de personas al tiempo que paraba todas sus inversiones (lo cual es inteligente) y mandaba a otras a su casa sin goce de sueldo (lo cual no es inteligente). Esta empresa ni siquiera se detuvo pensar en las necesidades de su gente o en buscar como mediar sus perdidas y la de su gente. Se centro solo en las de ella y eso se lo van a cobrar.

Por otro lado, está la sociedad en sí, La dinámica de los tiempos es tan acelerada que hoy, para lo único que no tenemos tiempo, es para estar con nosotros mismos. Sin embargo, la distancia social o cuarentena a la que nos obliga como medida sanitaria el virus arriba mencionado, va a hacer que mucha gente se pierda y mucha otra se encuentre.

Habrá parejas que descubran que no tienen nada en común y que van a aprovechar este estadio para crear nuevos y mejores vínculos. Habrá otras que no sepan cómo hacerlo o no quieran hacerlo. Habrá quienes descubran talentos que no sabían que tenían; otros que decidirán cambiar de trabajo y otros de vida. Habrá los que inventen nuevos productos, servicios y formas de hacer negocios y trabajar, no obstante, sin importar lo que hayan descubierto, lo cierto es que la sociedad va a cambiar.

El Renacimiento surgió después de la Peste Negra. Esta fue la que llevo a la humanidad a un nuevo renacer, al descubrir que las formas en que estaban llevando la vida no era la mejor. Lo mismo nos va a pasar con el coronavirus. El estadio de aislamiento al que nos vimos obligados nos va a llevar a gestar nuevas formas en lo individual, en lo familiar y en lo social.

El mundo se va a poder dividir en un antes y en un después del coronavirus. Va a cambiar todo, absolutamente todo, y hoy, más que nunca, necesitamos de exploradores expertos en caminos inexplorados, porque lo que viene es un mundo no explorado.

El reto que nos ofrece este intervalo de aislamiento en el que estamos inmersos, es el de reinventarnos a nosotros mismos, de lo contrario nos vamos a quedar fuera de este nuevo mundo en el que vamos a vivir y que nadie sabe a ciencia cierta como va a ser.

Nos leemos, si los conspiradores nos dejan, en el siguiente artículo.

Jaime Ramos.