Cierto que
a la gente le gusta el chisme (está en nuestra naturaleza), sin embargo, es
menester reconocer que no solo hay a quienes les gusta el chisme, sino que
además hay quienes los mejoran. Y este intervalo de ocio que algunos llaman elegantemente
cuarentena, ha propiciado que los amantes de las conspiraciones le den rienda
suelta a su imaginación, inventando un cumulo de ideas y argumentos que ya quisiera
cualquier escritor.
Comento lo
anterior debido a que me han llegado todo tipo de especulaciones y afirmaciones,
y en todas ellas el tema de la conspiración es la base. Algunas más alógicas
que otras, pero en todas se acusa una ignorancia mayúscula (igual o mayor que
la mía), y una carencia sin parangón de sentido común.
En aras de
vestirlas de legitimidad, le achacan las mismas a Noam Chomski, quien sin duda
alguna es uno de los intelectuales (lingüista, filosofo, antropólogo, psicólogo,
político) más respetados del orbe; otras tantas a Bill Gates, quien predijo
hace algunos años lo que estamos viviendo hoy, razón por la cual piensan (si es
que eso se le puede llamar pensar), que aprovechó la coyuntura junto con su
esposa Melinda para capitalizar las ventajas del virus.
La última que recibí es una en donde se me informa que a finales del año pasado, hubo una junta de alto nivel en Nueva York, en la que se reunieron prominentes políticos, banqueros, dueños de la industria farmacéutica y de salud, amén de otras tantas de otros rubros, salidas todas de la fértil imaginación de los conspirologos, en la que se acordó, dicen ellos, liberar el virus para hacer una purga económica, colocando a la gente en el nivel que deben de estar, amén de deshacerse de las personas de la tercera edad, las que en poco tiempo, argumentan ellos, serian carga y no aporte.
La última que recibí es una en donde se me informa que a finales del año pasado, hubo una junta de alto nivel en Nueva York, en la que se reunieron prominentes políticos, banqueros, dueños de la industria farmacéutica y de salud, amén de otras tantas de otros rubros, salidas todas de la fértil imaginación de los conspirologos, en la que se acordó, dicen ellos, liberar el virus para hacer una purga económica, colocando a la gente en el nivel que deben de estar, amén de deshacerse de las personas de la tercera edad, las que en poco tiempo, argumentan ellos, serian carga y no aporte.
Por
supuesto que las preguntas obligadas que les podemos hacer son: ¿Cómo saben
ellos, simples ciudadanos, lo que esas prominentes personalidades acordaron en
dicha reunión? ¿Cómo es posible que hayan logrado obtener información de una
junta que, de hacerse hecho, jamás hubiesen sido convocados?
Los seres
humanos estamos hechos para la fantasía y el rumor, y más en tiempos donde el
ocio es visto como defecto y no como virtud. El Estagirita de Tracia
(Aristóteles 384 a. C – 322 a. C) decía que el líder debe dirigir hacia el
ocio, ya que es ahí, en el silencio y la soledad, donde se gestan las grandes decisiones
y hazañas.
La mente ascendente, esa que es responsable de crear, innovar y acuñar soluciones disruptivas. Esa que se da el permiso de explorar cuanta alternativa sea posible para resolver un problema, se gesta en el silencio y en la soledad. En ese aislamiento social que hoy, gracias al coronavirus, llamamos distancia social.
La mente ascendente, esa que es responsable de crear, innovar y acuñar soluciones disruptivas. Esa que se da el permiso de explorar cuanta alternativa sea posible para resolver un problema, se gesta en el silencio y en la soledad. En ese aislamiento social que hoy, gracias al coronavirus, llamamos distancia social.
No
obstante, la realidad es pocos son los que saben estar consigo mismos. La gran
mayoría se la pasa en las redes sociales, en la televisión de paga y o en
cualquier distracto que los salve de escucharse a sí mismos. Estas personas son
los que se la pasan inventando cuanta explicación se les ocurre: que si es un
castigo divino; que si la naturaleza se quiere deshacer de nosotros; que si determinadas
potencias están atrás de todo esto; que si los hombres del poder y del dinero
acordaron esparcir el virus… Y así como estas, muchas cosas más.
No pongo
en tela de juicio el hecho de que se puedan crear conspiraciones de orden
político y empresarial, pero no como las arribas mencionadas. Son los líderes
de una nación o de un grupo de naciones los que se unen, transitoriamente, para
competir con otra nación o naciones, como es el caso de la competencia entre
China y USA; Rusia y Arabia Saudita. Por supuesto que los políticos de dichas
naciones están en bloque unidos con su líder para sacar las mayores ventajas
para su país, para lo cual crearan cuanta barrera arancelaria puedan, ya que lo
buscan es obstaculizar al otro país, no para eliminar sus posibilidades (porque
lo necesitan como mercado), pero si para impedir que tome el liderazgo o se
lleve la tajada principal de ese pastel.
De la
misma forma, los ejecutivos de una empresa acordaran con su líder una serie de estrategias
para ganarle mercado a su competidor, sin embargo, de ahí a que políticos,
empresarios, médicos y líderes de la banca y del mundo se pongan de acuerdo
para conspirar tal como se dice en las redes sociales, es falso.
Creer y afirmar
que este tipo de personas conspiran para crear la pandemia que hoy nos ocupa, es
propio de personas que acusan una clara ignorancia de la naturaleza humana. Por
favor pregúntese: ¿Usted en realidad ve posible que este tipo de líderes se deje
dirigir por otros iguales a ellos para hacer algo así?
Estas
personas son lo que son debido a que no encontraron cupo en el mercado de la
obediencia. Son personas que siempre tuvieron problemas con las figuras de autoridad
de su entorno, y que, en lugar de luchar estérilmente contra ellas, decidieron
crear un entorno para sí, donde los demás quisieran estar.
Son
personas que nunca subordinaron la redacción de su biografía al lápiz de otro
escritor. Jamás, por ninguna razón, aceptarían ser dirigidos por sus iguales.
Con ellos mantienen alianzas transitorias o feroces competencias, pero jamás
subordinarán sus querencias a las querencias de sus iguales.
La
realidad es que el coronavirus no es una entelequia o invento de alguna
potencia o grupo político o empresarial, es una realidad que esta muy lejos de
esas ideas que se construye la masa para explicar lo que no pueden o no quieren
entender.
Cierto
estoy de que este será el primero de muchos que vendrán más adelante. El progreso
económico y social ha generado un calentamiento global que favorece a algunas
naciones y perjudica a otras. De tal suerte que algunas naciones se van a ver
beneficiadas al ir retrocediendo el hielo, ya que este va a dejar al
descubierto enormes cantidades de tierra fértil que permitirá una mejor siembra
y cosecha, pero también saldrán a flote virus y bacterias que tenían millones
de años enterradas y de las cuales no sabemos nada. Virus que los amantes de
las conspiraciones podrán atribuir al ominoso proceder de esos líderes que, según
ellos, conspiran contra la humanidad.
Efectivamente
los estragos económicos que las medidas sanitarias están y van a generar, son mayúsculas,
no obstante, la realidad es que las consecuencias económicas, políticas y
sociales serían mucho mayores si no las hubiésemos tomado.
La debacle
económica que estamos viviendo y que vamos a vivir, es lo que hace que los
amantes de la conspiración edifiquen cuanta teoría (mencionada así con el
debido respeto que merece toda teoría) justifique su falta de prevención.
Siempre es bueno tener a quien echarle la culpa de nuestros yerros y
desaciertos.
Cierto que
hay quienes poseen un ingreso que nos les permite hacer ningún tipo de
prevención, dado que en ocasiones el ingreso ni siquiera alcanza para el diario
vivir, pero también es cierto que esta gente no piensa en conspiraciones, lo
que les apremia es llevar algo de dinero a su casa y no buscar a quien echarle
la culpa de las cosas. La realidad no les da espacio para la especulación.
Las conspiraciones
encuentran su caldo de cultivo en la mente de esos que, frustrados ante su
propia irrealización, construyen escenarios en donde son otros y no ellos los
responsables de su pobre proceder.
Cierto que
los amantes de la conspiración son individuos con educación media o profesional
inconclusa, pero son los menos. La mayoría de los conspiradores, por decirlo
así, son personas que tuvieron grandes logros académicos en la universidad. Logros
que, en su mente mágica de Winnie Pooh, los llevo a creer que obtendrían el
mismo nivel de logros en el combes de lo empresarial.
Así, pues, la creencia de que todo se debe a una conspiración es más fácil que la crean los académicos y estudiosos que se distinguen de los demás por el alto nivel de notas escolares que recibían en la universidad. Personas que están plenamente conscientes de la superioridad de su poder e intensamente frustradas de la inferioridad de su poder.
Así, pues, la creencia de que todo se debe a una conspiración es más fácil que la crean los académicos y estudiosos que se distinguen de los demás por el alto nivel de notas escolares que recibían en la universidad. Personas que están plenamente conscientes de la superioridad de su poder e intensamente frustradas de la inferioridad de su poder.
Estas
personas son las que crean, escriben y divulgan la idea de que el coronavirus
obedece a una conspiración y lo hacen debido a que ello les permite atribuir, a
la malignidad de otros, sus propias incapacidades.
La
realidad es que el coronavirus no es una entelequia ni tampoco es algo creado
intencionalmente. Nadie en su sano juicio escupe hacia arriba. Por favor pregúntese:
¿Qué potentado de la política o del dinero crearía una cosa que a todas luces
va a afectar gravemente su estamento de poder (en el caso de los políticos) o a
su patrimonio (en el caso de los hombres del dinero)?
Las repercusiones
económicas del coronavirus van a hacer, por lo bajo, de cuatro a cinco veces
más grandes que la crisis del 2008, amén de que va a cambiar el mundo en todos
sus aconteceres. Va a cambiar el estamento político, ya que los reclamos y
exigencias de la gente van a alcanzar cotas nunca vistas, al grado que la
primavera árabe o los disturbios de América Latina, se van a ver como juego de
infantes contra lo que se viene.
Los políticos
se van a tener que reinventar para poder lograr un espacio en la mente de los
electores, y esto es algo que se va a ver en todo el mundo, incluso en las democracias
imperiales, que son, hay que reconocerlo, las que mejor han manejado la crisis.
Los hombres
del dinero no la tienen más fácil. La gente le va a cobrar las facturas a
aquellas empresas que dejaron a su gente a la deriva. Un ejemplo de ellos es
una cadena de cafés que tiene como símbolo una medusa, la cual opto por
despedir a un buen número de personas al tiempo que paraba todas sus inversiones
(lo cual es inteligente) y mandaba a otras a su casa sin goce de sueldo (lo
cual no es inteligente). Esta empresa ni siquiera se detuvo pensar en las
necesidades de su gente o en buscar como mediar sus perdidas y la de su gente.
Se centro solo en las de ella y eso se lo van a cobrar.
Por otro lado,
está la sociedad en sí, La dinámica de los tiempos es tan acelerada que hoy,
para lo único que no tenemos tiempo, es para estar con nosotros mismos. Sin
embargo, la distancia social o cuarentena a la que nos obliga como medida
sanitaria el virus arriba mencionado, va a hacer que mucha gente se pierda y
mucha otra se encuentre.
Habrá
parejas que descubran que no tienen nada en común y que van a aprovechar este
estadio para crear nuevos y mejores vínculos. Habrá otras que no sepan cómo
hacerlo o no quieran hacerlo. Habrá quienes descubran talentos que no sabían
que tenían; otros que decidirán cambiar de trabajo y otros de vida. Habrá los
que inventen nuevos productos, servicios y formas de hacer negocios y trabajar,
no obstante, sin importar lo que hayan descubierto, lo cierto es que la
sociedad va a cambiar.
El
Renacimiento surgió después de la Peste Negra. Esta fue la que llevo a la
humanidad a un nuevo renacer, al descubrir que las formas en que estaban llevando
la vida no era la mejor. Lo mismo nos va a pasar con el coronavirus. El estadio
de aislamiento al que nos vimos obligados nos va a llevar a gestar nuevas
formas en lo individual, en lo familiar y en lo social.
El mundo se
va a poder dividir en un antes y en un después del coronavirus. Va a cambiar
todo, absolutamente todo, y hoy, más que nunca, necesitamos de exploradores
expertos en caminos inexplorados, porque lo que viene es un mundo no explorado.
El reto
que nos ofrece este intervalo de aislamiento en el que estamos inmersos, es el
de reinventarnos a nosotros mismos, de lo contrario nos vamos a quedar fuera de
este nuevo mundo en el que vamos a vivir y que nadie sabe a ciencia cierta como
va a ser.
Nos leemos,
si los conspiradores nos dejan, en el siguiente artículo.
Jaime Ramos.
Jaime Ramos.